Francisco Fernández-Carvajal 18 de marzo de 2021
@hablarcondios
— Las promesas del Antiguo Testamento se realizan en
Jesús a través de José.
— Fidelidad del Santo Patriarca a la misión recibida
de Dios.
— Nuestra fidelidad.
I. Este es
el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia1.
Esta familia de la que se habla en la Antífona
de entrada de la Misa es la Sagrada Familia de Nazareth, el tesoro de
Dios en la tierra, que encomendó a San José, «el servidor fiel y prudente», que
entregó su vida con alegría y sin medida para sacarla adelante. La familia del
Señor es también, por ampliación, la Iglesia, que reconoce a San José como su
protector y patrono.
La Primera lectura evoca las antiguas
promesas en las que se anuncia, de generación en generación, la llegada de un
Rey fuerte y justo, un Pastor bueno que conducirá al rebaño hacia verdes
praderas2, un Redentor que nos salvará3.
En esta lectura de hoy se comunica a David, por medio del profeta Natán, que de
su descendencia llegará el Mesías, quien tendrá un reinado eterno. Por José, es
Jesús hijo de David. En Él se han cumplido las promesas hechas desde Abrahán4.
«Con la Encarnación las “promesas” y las “figuras” del
Antiguo Testamento se hacen “realidad”: lugares, personas, hechos y ritos se
entremezclan según precisas órdenes divinas, transmitidas mediante el
ministerio angélico y recibidas por criaturas particularmente sensibles a la
voz de Dios. María es la humilde sierva del Señor, preparada desde la eternidad
para la misión de ser Madre de Dios; José es aquel (...) que tiene el encargo
de proveer a la inserción “ordenada” del Hijo de Dios en el mundo, en el
respeto de las disposiciones divinas y de las leyes humanas. Toda la vida,
tanto “privada” como “escondida” de Jesús ha sido confiada a su custodia»5.
El Evangelio de la Misa tiene especial interés en
recalcar que José está entroncado en la casa de David, depositaria de las
promesas hechas a los patriarcas: Jacob engendró a José, el esposo de
María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo6.
Es el Patriarca del Nuevo Testamento.
Fue José un hombre sencillo que Dios cubrió de gracias
y de dones para que cumpliera una misión singular y entrañable en los planes
salvíficos. Vivió entre gozos inenarrables, al tener junto a él a Jesús y a
María, y también entre incertidumbres y sufrimientos: perplejidad ante el
misterio obrado en María, que él todavía no conoce; la pobreza extrema de
Belén; la profecía de Simeón en el Templo sobre los sufrimientos del Salvador;
la angustiosa huida a Egipto; la vida apenas sin recursos en un país extraño;
la vuelta de Egipto y los temores ante Arquelao... Fue siempre fidelísimo a la
voluntad de Dios, dejando a un lado planes y razones meramente humanas.
El centro de su vida fueron Jesús y María, y el
cumplimiento de la misión que Dios le había confiado. «La entrega de San José
aparece tejida de ese entrecruzarse de amor fiel, de fe amorosa, de esperanza
confiada. Su fiesta es, por eso, un buen momento para que todos renovemos
nuestra entrega a la vocación de cristianos, que a cada uno de nosotros ha
concedido el Señor.
»Cuando se desea sinceramente vivir de fe, de amor y
de esperanza, la renovación de la entrega no es volver a tomar algo que estaba
en desuso. Cuando hay fe, amor y esperanza, renovarse es -a pesar de los
errores personales, de las caídas, de las debilidades mantenerse en las manos
de Dios: confirmar un camino de fidelidad. Renovar la entrega es renovar (...)
la fidelidad a lo que el Señor quiere de nosotros: amar con obras»7.
Le pedimos especialmente hoy al Santo Patriarca el
deseo eficaz de cumplir la voluntad de Dios en todo, en una entrega alegre, sin
condiciones, que sirva a muchos para que encuentren el camino que conduce al
Cielo.
II. Siervo
bueno y fiel, entra en el banquete de tu Señor8.
Estas palabras de la Antífona de comunión de la Misa las oiría
un día San José por el cumplimiento amoroso y alegre de su misión en la tierra.
Son palabras dichosísimas que un día también el Señor nos dirá a nosotros si
hemos sido fieles a la vocación recibida, aunque hayamos tenido que recomenzar
muchas veces, con humildad y sencillez de corazón. En otra oración de la Misa
del día se repite la palabra fidelidad aplicada a San
José: Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la
salvación de los hombres a la fiel custodia de San José...9,
rezamos en la oración colecta. Parece como si el Señor quisiera hoy
recordarnos la fidelidad a nuestros compromisos para con Él y para con los
demás, la fidelidad a la vocación recibida de Dios, a la llamada que cada
cristiano ha recibido, su quehacer en el mundo según el querer de Dios.
Nuestra vida no tiene otro sentido que ser fieles al
Señor, en cualquier edad y circunstancia en la que nos encontremos. De eso
depende, lo sabemos bien, nuestra felicidad en esta vida y, en buena parte, la
felicidad de quienes nos rodean. San José pasó por situaciones bien diferentes
y no todas fueron humanamente gratas, pero el Santo Patriarca fue firme como la
roca y contó siempre con la ayuda de Dios. Nada desvió a José del camino que se
le había señalado; fue el hombre al que Dios, fiándose de Él, puso al frente de
su familia aquí en la tierra. «¿Qué otra cosa fue su vida sino una entera
dedicación al servicio para el que había sido llamado? Esposo de la Virgen María,
padre legal de Jesús (...), consumió su vida con la atención puesta en ellos,
entregado al cumplimiento de la misión para la que había sido llamado. Y como
un hombre entregado es un hombre que ya no se pertenece, él dejó de preocuparse
de sí mismo desde el momento en que, ilustrado por el ángel en aquel primer
sueño, aceptó plenamente el designio de Dios sobre él, y al recibir a María su
esposa comenzó a vivir para aquellos que habían sido puestos bajo su custodia.
El Señor le confió su familia y José no le defraudó; Dios se apoyó en él, y él
se mantuvo firme en toda clase de circunstancias»10.
Dios, para muchas cosas grandes, se apoya en nosotros... No le defraudemos.
Le decimos hoy al Señor que queremos ser fieles,
entregados a nuestro quehacer divino y humano en la tierra, como lo fue San
José, sabiendo que de ello depende el sentido de nuestra vida toda. Examinemos
despacio en qué podríamos ser más fieles: compromisos para con Dios, con
quienes quizá tenemos a nuestro cargo, en el apostolado, en la tarea
profesional...
III. Concédenos,
Señor, que podamos servirte... con un corazón puro como San José, que se
entregó para servir a tu Hijo...11.
Mientras preparábamos la Solemnidad de hoy
considerando la devoción de los siete domingos de San José,
meditábamos el principio enunciado por Santo Tomás, que se aplica a la elección
de San José, y a toda vocación: «A los que Dios elige para algo los prepara y
dispone de tal modo que sean idóneos para ello»12.
La fidelidad de Dios se muestra en las ayudas que otorga siempre, en cualquier
situación de edad, trabajo, salud, etc., en que nos encontremos, para que
cumplamos fielmente nuestra misión en la tierra. San José correspondió delicada
y prontamente a las innumerables gracias que recibió de parte de Dios.
Nosotros debemos meditar muchas veces que el Señor no
nos fallará jamás; Él espera siempre nuestra correspondencia firme: en la
juventud, en la madurez, y cuando ya no sea mucho el tiempo que nos separe de
Dios; cuando parece que todo acompaña para ser leales y en aquellos momentos en
los que pudiera dar la impresión de que todo invita a romper los compromisos
contraídos.
El no sentir a Dios alguna vez –o por
largos períodos–, el no sentirse atraído a dedicar a Dios el mejor rato del
día, puede deberse, quizá, a que se tiene el alma llena de uno mismo y de todo
lo que pasa a nuestro alrededor. En estos momentos la fidelidad a Dios es
fidelidad al recogimiento interior, al empeño por salir de ese estado, a la
vida de oración, a esa oración en la que el alma se queda sola, desnuda ante
Dios y le pide, o le mira...
Dios espera de todos nosotros una actitud despierta,
amorosa, llena de iniciativas. ¡El corazón del Santo Patriarca estuvo siempre
lleno de alegría, incluso en los momentos más difíciles! Hemos de lograr que
nuestro quehacer divino en la tierra, nuestro caminar hacia Dios sea siempre
nuevo, como nuevo y original es siempre el amor, pues, como señala el
poeta: Nadie fue ayer // ni va hoy // ni irá mañana // hacia Dios //
por este mismo camino // que yo voy. // Para cada hombre guarda // un rayo
nuevo de luz el sol // y un camino virgen // Dios. Siempre eternamente
nuevo.
Hoy pedimos a San José esa juventud interior que da
siempre la entrega verdadera, la renovación desde sus mismos cimientos de estos
firmes compromisos que adquirimos un día. Le pedimos también por tantos que
esperan de nosotros esa alegría interior, consecuencia de la entrega, que les
arrastre hasta Jesús, a quien encontrarán siempre muy cerca de María.
*Se interrumpe en cierto modo la práctica cuaresmal
para celebrar la Solemnidad de San José, esposo de María. Él, junto con Nuestra
Señora, cuidó de Jesús Niño, y no hay en el Cielo, excepto su Esposa, santo más
grande. De igual forma que fue cabeza de la Sagrada Familia y cuidó de ella
aquí en la tierra, así ejerce ahora su patrocinio sobre la Iglesia universal.
*Esta festividad, que ya existía en numerosos lugares,
se fijó en esta fecha durante el siglo xv y luego se extendió a toda
la Iglesia como fiesta de precepto en 1621. El Papa Pío IX lo nombró, en 1847,
Patrono de la Iglesia universal. La paternidad de San José alcanza no solo a
Jesús -de quien hizo las veces de padre- sino a la misma Iglesia, que continúa
en la tierra la misión salvadora de Cristo. Así lo reconoció el Papa Juan XXIII
al incorporar su nombre al Canon Romano, para que todos los cristianos -en el
momento en que Cristo se hace presente en el altar- veneremos la memoria del
que gozó de su presencia física en la tierra.
1 Antífona
de entrada. Lc 12, 42. —
2 Ez 34,
23. —
3 Gen 3,
15. —
4 Segunda
lectura. Rom 4, 18. —
5 Juan
Pablo II, Exhor. Apost. Redemptoris custos, 15-VIII-1989,
8. —
6 Mt 1,
16. —
7 San
Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 43. —
8 Antífona
de comunión. Mt 25, 21. —
9 Misal
Romano, Oración colecta de la Misa de San José. —
10 F.
Suárez, José, esposo de María, pp. 276-277. —
11 Misal
Romano, Misa de la Solemnidad de San José. Oración sobre las
ofrendas. —
12 Santo
Tomás, Suma Teológica, 3, q. 27, a. 4, c.
Tomado
de: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx
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