Leopoldo López 18 de abril de 2021
@leopoldolopez
La
guerra que Maduro y sus aliados mantienen contra el pueblo de Apure no empezó
el pasado 21 de marzo. El que era un crónico problema -delincuentes que
cruzaban la frontera hacia Venezuela para escapar a la acción del Estado
colombiano- se potenció a partir del momento en que Chávez asumió el poder en
febrero de 1999. Entonces se puso en marcha una operación para despejar el
territorio y convertirlo en lo que es hoy: una vasta región donde las
narcoguerrillas actúan a su antojo, bajo la protección de fuerzas militares
venezolanas.
Apure
-más que Táchira o Zulia, ambos estados fronterizos- reúne una serie de
atributos que lo convirtieron en un bien altamente apetecible para la
mentalidad delincuente de Chávez. Es una región distante de las grandes
ciudades venezolanas; de baja densidad -unos 560 mil de habitantes distribuidos
en 76 mil 500 kilómetros cuadrados-; atravesada por largos ríos; dedicada, en
lo primordial, a la ganadería y la agricultura; con una población históricamente
castigada por la pobreza; pero sobre todo, un estado cuya frontera sur linda
con Colombia.
Quien
se anime a revisar los datos de la más reciente Encuesta de Condiciones de Vida
(2019/2020), sobre la situación en que se encuentra la región apureña, podrá
constatar la precariedad en que viven sus habitantes: 93% lo hace en
condiciones de pobreza. Del total, 69% califica como pobreza extrema. Es uno de
los estados donde la oferta de trabajo es más baja: solo 65% de los hombres y
35% de las mujeres califican como población económicamente activa. 84,5% sufre
déficit de los servicios públicos. 40% de los niños menores de cinco años tiene
una talla inferior con respecto a su edad. Sólo 4,2% de los hogares tiene
acceso a internet.
La
política del despojo ha sido sistemática: se han expropiado fincas productivas
hasta conducirlas a su ruina; se han cerrado medios de comunicación; se ha
perseguido a pequeños y medianos comerciantes y empresarios, a dirigentes
sociales y políticos; se ha obligado a ganaderos de tradición a vender sus
fincas; se ha permitido el deterioro de la infraestructura educativa y de la
salud. En síntesis, se ha promovido el debilitamiento de la sociedad, para así
conducirla a una estado de real indefensión.
Lo que
está ocurriendo en Apure tiene el cariz de una complejísima tragedia, cuyo
final resulta, ahora mismo, difícil de prever. No hay, y esto debe quedar
claro, ninguna fuerza que actúe para proteger las vidas y los bienes de las
familias indefensas. En 2013, tras el triunfo de Lumay Barreto, candidata de
Voluntad Popular, en el Municipio Páez -cuya capital es Guasdualito-, comenzaron
a cambiar las cosas. Pero en el 2015 vino una arremetida que contó con el apoyo
del también ilegal e ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia, y Barreto fue
destituida, para facilitar la acción de los irregulares, presentes en los siete
municipios del estado.
Además
de los disidentes de las FARC, operan grupos del ELN y de la Fuerza Bolivariana
de Liberación -FBL-, conocidos también como ‘boliches’. En algunos casos se ha
producido este extremo: los criminales se han hecho con el control de pueblos,
carreteras y funciones del Estado: imponen la ley, impiden la acción política,
controlan la producción, roban o se apropian de los bienes de cualquiera
-terrenos, viviendas, vehículos, lanchas, generadores eléctricos, muebles,
vestidos, alimentos y más-.
La acción
militar de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana -FANB- contra uno de esos
grupos -me refiero a los enfrentamientos del 21 de marzo y días posteriores-,
no tiene como objetivo la defensa del territorio venezolano -establecida en el
artículo 15 de la Constitución Nacional-, sino la de tomar parte en un
conflicto entre narcoguerrillas, para favorecer a las bandas de Iván Márquez y
Jesús Santrich, que exigen que el grupo de Gentil Duarte sea expulsado del
territorio que les fue concedido por Maduro.
Para
cumplir con sus obligaciones hacia Márquez y Santrich, uniformados del régimen
asesinaron a cuatro miembros de la familia Ramírez Remolina. A continuación
falsearon una escena y los acusaron de pertenecer a la guerrilla. Como
consecuencia de bombardeos y batallas, varios miles de habitantes de La
Victoria, población ubicada del lado venezolano, cruzaron el río Arauca para
buscar refugio en la población de Arauquita, en Colombia. Esta nueva crisis de
refugiados -4 mil 700 censados por las autoridades de Colombia-, que ha causado
la movilización y asistencia de las instituciones de ese país, no ha sido
respondida con las elementales demostraciones de gratitud que corresponderían,
sino con infamantes acusaciones al presidente Iván Duque y a Colombia, como si esos
casi cinco mil compatriotas, casi la mitad niños, no existieran.
Pero
los horrores son todavía más. Para cumplir con Márquez y Santrich ocho soldados
venezolanos han perdido la vida -hasta el 6 de abril- y un número no aclarado
fueron heridos. Para cumplir se ha convertido la región en un conglomerado de
pistas de aterrizaje para narco vuelos; detienen, torturan y ejecutan a quienes
se resisten; establecen rutas de contrabando; crean redes de prostitución de
menores; roban reses y otras mercancías; extorsionan y cobran vacunas de forma
indiscriminada; acogen a miembros de Cartel de Sinaloa y a otros delincuentes
que huyen de las autoridades de varios países; reclutan a niños y a
adolescentes a la fuerza y los incorporan a sus mafias; saquean las viviendas
de quienes han huido a Colombia, e incluso, han quemado algunas de ellas; hacen
proselitismo a favor de Maduro; rodean sus campamentos de minas antipersonas;
detienen y roban a los periodistas que viajan a la zona a realizar su trabajo;
actúan como señores omnipotentes, con derechos sobre el territorio venezolano y
las vidas de cientos de miles de habitantes. La reciente declaración de la
vicepresidenta de Colombia, Marta Lucía Ramírez, en la que denuncia los
evidentes vínculos del régimen con las narcoguerrillas, subraya que la
situación de Apure excede el marco nacional y adquiere las proporciones de una
real amenaza regional.
Esto
debe quedar claro: está ocurriendo una acción, en lo militar y policial,
desproporcionada en contra de civiles indefensos. Una vez más el régimen
aplasta a miles de familias inocentes. La solidaridad con el pueblo de Apure es
urgente, como urgente es la denuncia, en todo escenario posible, de este
gravísimo capítulo de violación de los Derechos Humanos por parte del régimen de
Nicolás Maduro.
Leopoldo
López
@leopoldolopez
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