San Josemaría 08 de mayo de 2021
@sJosemaria
¡Cómo
sería la mirada alegre de Jesús!: la misma que brillaría en los ojos de su
Madre, que no puede contener su alegría –«Magnificat anima mea Dominum!» –y su
alma glorifica al Señor, desde que lo lleva dentro de sí y a su lado. ¡Oh, Madre!:
que sea la nuestra, como la tuya, la alegría de estar con Él y de tenerlo.
(Surco, 95)
Nuestra
fe no es una carga, ni una limitación. ¡Qué pobre idea de la verdad cristiana
manifestaría quien razonase así! Al decidirnos por Dios, no perdemos nada, lo
ganamos todo: quien a costa de su alma conserva su vida, la perderá; y quien
perdiere su vida por amor mío, la volverá a hallar (Mt X, 39.).
Hemos
sacado la carta que gana, el primer premio. Cuando algo nos impida ver esto con
claridad, examinemos el interior de nuestra alma: quizá exista poca fe, poco
trato personal con Dios, poca vida de oración. Hemos de rogar al Señor –a
través de su Madre y Madre nuestra– que nos aumente su amor, que nos conceda
probar la dulzura de su presencia; porque sólo cuando se ama se llega a la
libertad más plena: la de no querer abandonar nunca, por toda la eternidad, el
objeto de nuestros amores. (Amigos de Dios, 38)
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/dailytext/magnificat-anima-mea-dominum/
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