Por Antonio Pérez Esclarín
La educación es la
suprema contribución al futuro de la humanidad puesto que tiene que contribuir
a prevenir la violencia, la intolerancia, la pobreza, y la ignorancia. Una
población bien educada es crucial si queremos tener democracias prósperas y
sociedades fuertes. La educación es el pasaporte a un mañana mejor. En la
actual sociedad del conocimiento, la carrera económica, cultural y geopolítica
pasa a ser una carrera entre sistemas educativos. La fortaleza de un país
radica en el grado de educación de sus ciudadanos. En consecuencia, a todos nos
conviene tener más y mejor educación y que todos los demás la tengan. La carencia
de este bien lleva a las sociedades al fracaso. De ahí que el profundo colapso
de la educación en Venezuela se traduce en subdesarrollo, violencia,
marginalidad y ruptura de la convivencia.
La educación es un derecho humano y social del que todos deben disfrutar en
igualdad de condiciones, pues el cumplimiento de este derecho va a posibilitar
el disfrute de los otros derechos esenciales. En consecuencia, el derecho a la
educación implica derecho de todos no a cualquier educación, sino a una
educación integral de calidad. Una pobre educación para los pobres reproduce la
pobreza, y en vez de contribuir a democratizar la sociedad, agudiza las
diferencias y agiganta las desigualdades. Y esto es lo que está sucediendo en
Venezuela, donde el abandono por el Estado de los servicios públicos ha
ocasionado que sólo un grupito de privilegiados y enchufados disfruten de
ellos. Las políticas estatizadoras, las soflamas contra lo privado, y las
proclamas inclusivas e igualitarias han profundizado, como nunca antes, las desigualdades
y los abismos sociales, y han reducido a la miseria a los empleados públicos.
No es posible que los salarios en el sector privado lleguen a ser hasta 70
veces los del sector público.
Si la educación es un derecho, es también un deber humano fundamental, lo que
implica que todos somos corresponsables y debemos colaborar para que este
derecho se cumpla, lo que supone que todos debemos levantar nuestras voces y
unir nuestras manos para rescatar a la educación y garantizar a los educadores
un salario que les permita vivir con dignidad y seguirse formando. La defensa
de los derechos humanos para todos se convierte en el deber de todos de
hacerlos posibles. Resulta de un gran cinismo proclamar derechos y mantener
unas condiciones de vida que impiden su realización. Mientras no pasemos de los
derechos a los hechos seguiremos aturdidos por una retórica complaciente,
estéril y empobrecedora.
El Estado, que representa el interés común y ejerce un poder conferido por la
sociedad, debe garantizar que el derecho a la educación de calidad se cumpla en
términos de equidad, lo que implica compensar las desventajas de los más pobres
para que las diferencias de origen no se conviertan en desigualdades. Es
evidente que el Estado que ha permitido el colapso de la educación pública en
todos sus niveles y ha convertido a los educadores en mendigos, está raspado en
educación. Nos toca exigirle que asuma su papel de gobernante, que deje de
culpar a los demás de su fracaso y retome su papel de educador. A su vez, nosotros
debemos estar dispuestos a apoyar toda iniciativa orientada a mejorar la
educación, pues se trata, nada más y nada menos, de salvar a Venezuela y
garantizar a todos una vida digna y en paz.
pesclarin@gmail.com
06-07-21
https://www.eluniversal.com/el-universal/100923/la-educacion-derecho-y-deber-de-todos
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