Ismael Pérez Vigil 21 de agosto de 2021
Resulta
inevitable referirse al proceso de negociación iniciado la semana pasada en México,
entre el régimen venezolano y la oposición democrática. Como quiera que, del
proceso como tal, es muy poco lo que podemos decir, me voy a referir,
básicamente, a algunas de las reacciones que ha levantado esa reunión.
Todos
los que estamos de acuerdo con la negociación ya lo hemos venido expresando por
diversas vías: redes sociales, artículos de opinión, entrevistas en los pocos
programas de radio o televisión a los que aún tenemos acceso. Algunos alaban
sin miramientos, otros apoyan remolonamente, después de hacer algunas críticas;
entre los “apoyos críticos”, aparte de algunos escépticos y desengañados por
experiencias anteriores, hay críticas −muy duras algunas− que provienen de los
que seguramente no se sienten representados por el sector opositor que negocia
o porque en lo personal piensan que ellos merecían estar incluidos en el equipo
negociador, aunque fuera como asesores. Yo me incluyo en el grupo de los que
dejamos “colar” alguna crítica, por ese complejo intelectual de que siempre hay
que criticar algo −con la “cortesía” y educación apropiada− pero, paso
rápidamente y sin ambages a incluirme entre los que apoyamos sin mayores
reservas la negociación y los negociadores.
Como
quiera que son muchos los que apoyan y es imposible leerlos, resumirlos o
nombrarlos a todos −con el peligro de dejar alguien afuera− prefiero no nombrar
a ninguno, con dos notables excepciones a las que me referiré más adelante, y
pasar de una vez a comentar algunos aspectos, no todos, de las críticas
negativas. Pero debo decir, para sorpresa de muchos, que han sido más las voces
a favor que las voces contrarias. Las críticas negativas son menos que las
positivas, solo que, como es usual, son amplificadas por el régimen y mucho más
ruidosas. A estas me referiré.
Disculpen
la frase o lugar común, pero no se había “secado la tinta” del documento en el
que pusieron sus firmas delegados y testigos y ya las redes sociales se
desangraban en insultos, criticas e improperios acerca del contenido del
documento firmado, los delegados, el país escogido y demás aspectos de lo poco
que aún se conoce de la negociación.
Las
críticas más furibundas de este sector provienen de algunos grupos, denominados
−y autodenominados− radicales y de los que podríamos llamar sus mentores o
asesores, de muy diversa procedencia y ubicación. Son muy activos en redes
sociales y muchos en el exterior; algunos son “opinadores” individuales, de los
tuiteros del “jajaja…” el insulto y la descalificación fácil, de los que se las
ingenian para cometer varios errores ortográficos en tan solo 240 caracteres, a
los que usualmente se limita su argumentación y pensamiento.
Hay
que decir que las criticas provienen de grupúsculos, de escasa influencia en la
población, pero muy influidos por ella y sobre todo por eso que se llama
“opinión pública” y las encuestas. Dispersos organizativamente, pero unidos en
torno a la idea de solo aceptar una salida del régimen aplicando una “fuerza”,
que no terminan de definir y que por supuesto están en contra de la “traidora
negociación en México” −como algunos la denominan− pues solo aceptan negociar
con el régimen, para acordar su salida y rechazan por supuesto la participación
electoral.
Los
que se oponen a la negociación −cualquier negociación, valga decir− se oponen
sobre todo a los términos concretos de la actual, especialmente al Memorándum
de Entendimiento, que es el único hecho objetivo al que pueden echar mano.
Vamos a examinar algunos de esos argumentos, algunas de las críticas −no todas−
que se han formulado.
Reconocimiento
del régimen.
Alguien
puede explicar cómo se negocia con alguien a quien no se “reconoce”; ¿Se puede
negociar con un gobierno usurpador, de facto, tirano, dictatorial sin
reconocerlo? ¿Se puede negociar con un delincuente que tiene secuestrada tu
propiedad o un familiar sin “reconocerlo” ?; más aún, ¿quién ha dicho que
reconocer significa aceptar o estar de acuerdo?
Para
complementar este punto sobre el “reconocimiento” voy a hacer la excepción, que
mencioné más arriba, de citar dos artículos de notable interés, que resumen
mejor el tema que cualquier cosa que yo pueda añadir. El Dr. Ramon Duque
Corredor, bien conocido por todos, ha escrito varias cosas, pero especialmente
hay un artículo que ha “corrido” profusamente por las redes, de largo título,
que recomiendo leer: “No existe ningún reconocimiento a Maduro en el Memorando
de Entendimiento suscrito en México el 13 de agosto de 2021”, publicado en La
Patilla el 18 de agosto de 2021. (https://bit.ly/3mjmxJT,
los que estén en Venezuela seguramente necesitaran un VPN para leerlo)
Pero
la frase de oro, la que mejor define esta situación, de manera contundente, es:
““No negociamos con quién queremos sino con quienes tienen poder de ejecutar
decisiones que nos afectan…”; es decir, no se trata del simplismo de “negociar
con quien toma el teléfono en Miraflores”, como algunos tratan de desacreditar
la negociación, se trata de hacerlo, con quien tiene la fuerza y ejerce el
poder de facto y de afectar nuestras vidas. La frase, de oro, la tomo de un
extraordinario escrito –“Como funciona la mediación” − de la Dra. Nelly Cuenca,
cuyo escrito se ha difundido también por las redes, que no lo he podido
encontrar publicado, pero que invito a todos a que lo busquen. Remata la Dra.
Cuenca, de manera magistral: “Resulta obvio que Nicolás Maduro, que no lo
buscamos para padrino de nuestros hijos y, más allá de si es legítimo para los
chavistas o ilegítimo para la oposición, lo cierto es que tiene poder de
decisión en la fuerza armada, tsj, ministerio público, contraloría, recursos
públicos, etc.” Creo que no hay que argumentar más en torno a este tema del
“reconocimiento”, que algunos han pretendido esgrimir como crítica para
deslegitimar la negociación.
La
fuerza del régimen
La
última semana de mayo de este año, en un video que recorrió profusamente las
redes, el presidente del régimen puso sus condiciones para sentarse a negociar
en México; entre otras, estaban estas tres fundamentales: 1) El levantamiento
inmediato de todas las sanciones y medidas coercitivas, unilaterales, contra
Venezuela; 2) El reconocimiento pleno de la Asamblea Nacional legitima y de los
poderes establecidos; y 3) La devolución de las cuentas bancarias a las
instituciones y de los activos a PDVSA, el BCV y otras. Nada de eso ha ocurrido
y sin embargo sus representantes están sentados en la denostada y denigrada por
algunos, mesa de negociación. Y además aceptaron varias condiciones, muy
importantes, de la oposición, a las que me referiré más adelante.
En un
artículo de hace dos semanas (https://bit.ly/3jBbLM4)
insistí en el tema de la fuerza y debilidad de los negociadores, señalando que
el régimen no es tan fuerte como parece o que la oposición no está tan
debilitada y que se haya firmado ese Memorándum, así lo demuestra; si el
régimen fuera tan fuerte, ¿Por qué accedería a negociar? Con intensificar la
represión y mantener la fuerza, que sin duda la tiene, le bastaría, para
controlar al país y mantenerse en el poder, no necesita hacer concesiones a un
rival considerablemente más débil. Dada la “supuesta” fortaleza del régimen;
¿Qué lo lleva a aceptar esas condiciones y esa negociación? ¿Son las sanciones?
¿Es la presión internacional? ¿Es el resquebrajamiento del bloque de poder? ¿Es
una mezcla de todo eso? Es importante profundizar en ese aspecto, para no
cometer errores en la estrategia opositora y sobre todo para avanzar en el
aspecto en el que la oposición sigue en deuda: la presión interna que debe
desplegar, en favor de cualquier opción, participar o abstenerse, negociar o no
hacerlo.
Legitimación.
En la
filosofía del vaso medio lleno y el vaso medio vacío, yo soy de los que lo ve
medio lleno y entonces me parece muy bueno que el régimen venezolano, el
gobierno de facto de Venezuela, el gobierno autoritario, la dictadura, o como
la quieran llamar, haya firmado un documento, frente a testigos
internacionales, en el cual reconoce, en paridad de igualdad a la oposición
venezolana, y no cualquiera, a la oposición del llamado gobierno interino; y
reconoce además que su régimen carece de algunos elementos fundamentales, que
comprometen su gobernabilidad y legitimidad.
A
muchos les molesta que en el memorándum de entendimiento se diga que el régimen
vaya a obtener el levantamiento de las sanciones y la restauración de derecho a
activos, que en este momento no tiene. Lo que no dicen, los que así piensan, es
que a cambio de eso vamos a negociar: 1. Un cronograma electoral con
observadores internacionales; 2. plenos derechos políticos para todos, que
implica limpiar las cárceles de presos políticos; 3. que no haya inhabilitados,
ni personas ni partidos; 4. que quien ejerce la violencia en el país, que es el
régimen como todos sabemos, renuncie a ella y se comprometa a reparar a las
víctimas de la violencia ejercida; y 5. que se dé protección social al pueblo
venezolano y a la economía nacional, que permita atenuar la pobreza y miseria,
sin servicios públicos, en los que viven millones de venezolanos.
Y todo
lo anterior, en el contexto del respeto a la Constitución y el estado de
derecho y bajo una condición muy importante, que no se ha resaltado
suficientemente: Garantías; bajo garantías de implementación, garantías de
seguimiento y garantías de verificación de lo acordado, que ya procurarán los
negociadores que sea con garantes internacionales, a los que no se les olvide,
como se les olvidó a los del acuerdo que se firmó bajo el manto de la OEA de
César Gaviria, en el año 2003. No sé a Uds. pero a mí no me parece un mal
negocio haber firmado ese Memorándum de Entendimiento.
Ganar
tiempo.
Este
es un argumento que muchos esgrimen y al cual me he referido otras veces.
Siempre se dice que, con la negociación, o las elecciones, o lo que sea, lo
único que se logra es que el oficialismo salga fortalecido y “gane tiempo”,
para mantener el poder; y yo siempre me pregunto ¿Quién los estaba apurando?
¿Quién los estaba empujando fuera del poder? ¿Quién amenaza al régimen tan
seriamente con desalojarlo del poder, como para que esté interesado en “ganar
tiempo”? ¿Qué hubiera pasado si no firman la semana pasada? ¿Está semana
alguien los sacaría del poder? ¿Quién? Creo que cometemos un error en ese
análisis; lo he dicho otras veces, pensar que “ganar tiempo” es el objetivo del
régimen, es alimentar la fantasía del fin inmanente e inminente, en la que
hemos caído varias veces. El régimen tiene todo el tiempo que necesita, nadie
lo está apurando, nadie −que represente una amenaza real− lo está empujando
para que se vaya. No nos engañemos, si hay algo que le sobra al régimen es
tiempo.
Somos
nosotros, en la oposición, los que tenemos que recuperar el tiempo que hemos
desperdiciado en disputas internas y estériles, por el poder en la oposición,
por el liderazgo, descabezando inmisericordemente a cuanto líder aparece y
levanta la cabeza. Antes hablé de la supuesta fuerza del régimen, pero no
mencioné nuestra debilidad, de la que he hablado en otras ocasiones. Creo que
ambas partes acudimos a México debilitados, pero sin duda, somos nosotros la
parte más débil; apenas podemos mostrar los números de algunas encuestas, pero
que no se reflejan en un sólido apoyo interno y en capacidad de movilización.
Concluyo
este examen, pero dejo para otro momento, para otro artículo, la referencia al
divertido argumento de la “cohabitación” y paso a formular alguna conclusión y
advertencia.
Conclusión
y advertencia.
Dije
al principio que no haría ninguna crítica al proceso negociador, con las que ya
han hecho otros, unos de buena fe y otros de mala fe, es suficiente; pero, si
creo que es sano hacer una advertencia: No podemos lucir exultantes o
jubilosos, pero mucho menos generar falsas expectativas. No va a ser una
negociación corta, ni fácil. No se van a resolver en ella los problemas del
país. No estamos a punto de tomar el poder. De ella seguramente no surgirá la
renuncia del presidente y todo su tren de gobierno. No confundamos la retórica
política y las aspiraciones con la realidad.
La
negociación lo que si puede es ayudar a fortalecer a la oposición, en
consecuencia, debilitar al régimen y pavimentar un camino de esperanza, el que
comencemos simultáneamente con un proceso de consulta y movilización interna,
empezando por los activistas de partidos políticos e integrantes de los grupos
de la sociedad civil, que continúen con el proceso de movilización y motivación
de la población opositora, y de todo el país, señalando que si hay una
esperanza para la superación de este régimen de oprobio.
Ismael
Pérez Vigil
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