Enderson Sequera & Andrés González 23 de agosto de 2021
@endsequera y Andrés González
Desde
la publicación de su libro “Apaciguamiento: El Referéndum Revocatorio y la
consolidación de la Revolución Bolivariana” (2012), Miguel Ángel Martínez
Muecci, Dr. en Conflicto Político y Pacificación, se convirtió en una de las
fuentes más consultadas sobre los procesos de negociación en Venezuela.
Su
participación en las dos primeras entregas de “El Desafío Venezolano”, una
serie de tres libros publicados por la UCAB que abordan la compleja transición
en Venezuela, refrendaron su indispensable aporte académico a la comprensión de
la “cuestión venezolana”, como él prefiere llamarlo.
En
esta oportunidad, conversamos con el profesor Martínez Meucci, vía correo
electrónico, sobre la negociación que se desarrolla en México entre la
oposición democrática y el chavismo.
A
continuación, reproducimos la conversación. Esta fue editada por motivos de
extensión y comprensión.
En el
Memorando de Entendimiento suscrito en México, la oposición firmó como
“Plataforma Unitaria” y el chavismo como “Gobierno de la República Bolivariana
de Venezuela”. ¿Podría explicarnos el porqué de estas
denominaciones? ¿La negociación en México marca el final del gobierno interino
de Juan Guaidó?
Durante
la fase preliminar de prenegociaciones, el chavismo insistió en que sus
adversarios lo reconocieran como único gobierno en funciones y que, al mismo
tiempo, se eliminara la fórmula del “gobierno interino”.
Entiendo
que esa fue una exigencia central, y que el texto del Memorando así lo refleja.
en los términos hasta los cuales pudo ceder la oposición, la cual, no obstante,
mantiene sus reservas con respecto a tal interpretación.
Ahora
bien, lo determinante será el modo en que comiencen a comportarse, a raíz de
este texto, los distintos gobiernos extranjeros y el propio gobierno interino,
entre otros actores.
Profesor,
usted ha caracterizado al caso venezolano como un asunto de “soberanías
múltiples” donde un actor controla el territorio y otro tiene el
reconocimiento internacional de la mayor parte de Occidente, lo que
deriva en el control de activos en el extranjero. ¿Es
la negociación un mecanismo realista para resolver este conflicto?
La
soberanía múltiple es una situación en donde más de un ente organizado
tiene elementos importantes para considerarse como gobierno legítimo sobre un
territorio. El reconocimiento de Guaidó como presidente interino por
casi 60 países apuntó en esa dirección, pero el control de los instrumentos de
violencia es lo que termina siendo más determinante. En cuanto a la
negociación, el resultado de ésta no puede ser sino la expresión de una
correlación de fuerzas y voluntades previamente existentes.
Los
términos de la negociación actual evidencian una clara asimetría entre sus
partes formales, en donde el chavismo hace valer el peso de la capacidad que ha
tenido hasta ahora para ejercer la fuerza. Pero es importante tener presente
que varios actores no formalmente incluidos sí están ejerciendo un gran peso,
como por ejemplo los Estados Unidos y Cuba.
¿Cómo
llegar a un acuerdo cuando hay una asimetría de poder tan grande entre ambas
partes en la mesa y, donde solo una de ellas, el chavismo, tiene un BATNA (best
alternative to a negotiated agreement) atractivo?
Esta
asimetría se ha visto parcialmente compensada con lo que señalaba
anteriormente: el peso de actores foráneos no presentes explícitamente en la
mesa. Las sanciones foráneas y el no reconocimiento pleno a la
legitimidad de Maduro, sobre todo, son los mecanismos de presión que ayudan a
compensar de modo parcial esa asimetría. ¿Suficiente para llegar a un
acuerdo que modifique sustancialmente la situación actual? De momento, no.
Por
eso, hasta ahora, incluso los más entusiastas llaman a ser cautelosos con
respecto a las expectativas de un acuerdo positivo. Dichas expectativas se han
rebajado sustancialmente con respecto a experiencias previas, puesto que ahora
se aspira, más bien, a la creación de un clima de relativo entendimiento y al
establecimiento de un modus vivendi más o menos funcional en Venezuela.
Si
éste es el objetivo, veo bastante factibles algunos acuerdos de alcance
limitado, más que en ocasiones anteriores, pero no un acuerdo que nos lleve por
una senda sustancialmente distinta, al menos en lo que respecta a las causas
profundas de la debacle nacional.
Con
todo, es necesario mantener la mente abierta y observar el curso de los
acontecimientos, ya que factores en principio imprevistos pudieran cambiarlo
sensiblemente.
Usted
ha calificado los diálogos en Venezuela como un “círculo vicioso”. ¿Qué se
necesita para romper ese círculo? ¿Tiene el proceso de México estos elementos?
Creo
que el proceso que se hizo público en México es el más sofisticado que
se ha desarrollado hasta ahora en Venezuela, en términos técnicos y
políticos. Ahora bien, en los anteriores hemos visto que el chavismo acepta o
promueve diálogos cuando se siente bajo gran presión, pero en lo que ésta
disminuye se desvincula de la negociación; ese ciclo se ha repetido muchas
veces.
En
esta oportunidad, se evidencian aprendizajes importantes, pero me preocupa el
hecho de que la conflictividad sigue haciéndose más compleja que nuestros
esquemas de comprensión. En este sentido, creo que la mesa de México se propone
objetivos más modestos y apunta deliberadamente a un marco más estrecho, que
por esa razón puede conducir a resultados y avances parciales, pero que
difícilmente puede atender las razones profundas de la debacle nacional.
Analistas
han afirmado que este proceso en México tiene mayores probabilidades de éxito
dado que “ambas partes tienen incentivos reales” para negociar. ¿Considera
usted que existen tales incentivos? ¿Qué diferencias hay entre este proceso en
México y el anterior en Oslo-Barbados, por mencionar un solo ejemplo?
Esos
incentivos reales tienen que ver con las sanciones foráneas. Las partes
formalmente involucradas en la negociación parecen apuntar a un intercambio de
“sanciones por elecciones”, aunque lo más probable es que nadie ceda por
completo.
Veo
una “zona de acuerdo posible” en la flexibilización de las condiciones de
participación política a cambio del levantamiento de algunas sanciones, pero en
principio luce bastante más difícil llegar a un punto de elecciones
presidenciales libres a cambio de levantar todas las sanciones. Algunos ven ahí
la botella medio llena y otros la ven medio vacía.
El Dr.
Georg Eickhoff dijo que esta negociación en México superaba las capacidades
profesionales de Noruega como mediador. ¿Cree usted que Noruega es el mediador
ideal para este proceso?
Noruega
está ejerciendo hasta ahora un rol de facilitador, para ser más preciso, y lo
ha hecho siguiendo procedimientos y contactos ya desarrollados en el más
reciente proceso de paz en Colombia.
Los
escandinavos tienen amplia experiencia internacional en tareas de promoción de
la paz. Quizás mi preocupación principal gira menos en torno a la capacidad de
los noruegos y más con respecto al modo en que el chavismo se maneja en estas
lides, promoviendo negociaciones que al final no desembocan en cambios
significativos.
Expertos
opinan que la Zona de Acuerdo Posible en este proceso es el tema humanitario. ¿Qué
opina usted? ¿Ve al chavismo, que usa la pandemia como mecanismo de control
social, cediendo en el tema humanitario?
Veo al
chavismo llegando a acuerdos en algunos aspectos relacionados con el tema
humanitario, pero sin ceder cuotas de control político y social. Por lo
general, tratarán de controlar o canalizar cualquier ayuda que llegue en ese sentido,
tal como sucede en diversos países receptores de este tipo de ayuda.
¿El
establecimiento de una mesa de consultas con la sociedad civil ayudaría al
proceso de negociación?
Puede
ser un mecanismo adicional importante, pero no necesariamente decisivo. Lo
importante, en todo caso, tendrá que ver con el grado de representatividad y
organización de los actores que participen en los diálogos.
El
profesor Michael Penfold dijo que lo que se debe buscar en México es la
reinstitucionalización del país y planteó que el éxito de la negociación
dependía de “ambas partes”. ¿Cree usted que este
planteamiento es realista? ¿Se puede negociar la reinstitucionalización del
país con un actor con vocación totalitaria y señalado por crímenes de lesa
humanidad?
Nuevamente,
aquí se puede ver la botella medio vacía o medio llena. Se entiende que la idea
es reinstitucionalizar en un sentido democrático, pero eso pasaría por el hecho
de que el chavismo acepte renunciar a las reglas del juego que lo mantienen en
el poder.
Puede
hacerlo en términos parciales, siempre y cuando no afecten su permanencia en el
poder, pero de momento parece difícil que acepten algo más. ¿Es posible
lograrlo? La posibilidad existe, por supuesto, pero otra cosa son las
probabilidades. La institucionalidad que se plantea el chavismo, por ejemplo,
pasa más bien por un Estado comunal.
La
profesora Colette Capriles dijo que ha llegado el momento de reconocer que la
teoría de cambio de la oposición era errónea. ¿Qué opina
usted de esta afirmación? ¿El problema fue la teoría de cambio de la oposición
o la resiliencia de un régimen autoritario que se impuso, incluso, a esa
teoría?
Si
asumimos que lo que ha sucedido en la práctica es consecuencia de teorías (algo
que no tengo del todo claro), creo que todas las teorías puestas en práctica
han fracasado hasta ahora.
Lo
normal es que nada, en el ámbito de la acción, siga lo que se sugiere en un
modelo teórico. El concepto de “niebla en la guerra” de Clausewitz alude un
poco a eso: la realidad no suele seguir lo previsto en el plan previo.
En
este sentido, algo que para mí, hasta ahora, ha sido fundamental en el chavismo
es su disposición a aferrarse al poder por todos los medios. Si
estás dispuesto a pagar todos los precios (o a hacérselos pagar a otros) para
seguir en el poder, pues necesariamente serás un oponente difícil de batir.
Rusia
y Países Bajos se muestran como los acompañantes de este proceso. En recientes
artículos para El Líbero, usted ha insistido en la necesidad de que las
democracias de la región tengan una estrategia regional de cara al proceso. ¿Qué
actores del continente considera que deben involucrarse más a fondo en la
negociación? ¿Qué podrían aportar?
Estamos
a punto de cumplir 20 años de la firma de la Carta Democrática Interamericana
de la OEA, un compromiso hemisférico por mantener al continente libre de
dictaduras. La única excepción al momento de ser firmada era Cuba.
Creo
que los principios están ahí; lo que no hay es la misma voluntad de
comprometerse con ellos, lo cual no deja de ser comprensible: las democracias
no suelen ser beligerantes o frontales en sus posiciones de política exterior,
y por lo general favorecen la estabilidad. Esto suele favorecer a los estados
autocráticos.
En el
caso actual de Venezuela, creo que hay una importante participación regional,
pero centrada ahora en la estabilización, dados los recientes cambios
políticos. Hay países como Estados Unidos, Colombia y Cuba que son
determinantes para la realidad venezolana, y creo que de forma indirecta están
vinculados al proceso negociador. Quizás deberían estarlo de modo más
explícito.
Estados
Unidos, Canadá y la UE emitieron un comunicado conjunto valorando positivamente
la negociación. En este, dijeron que las elecciones regionales eran un hito en
el camino hacia las elecciones libres. ¿Cómo interpreta usted esta declaración?
Como
la manifestación de un deseo de normalización democrática a la cual se sienten
abocados. Estamos claros que ese es el objetivo, y dado que otras vías no han
funcionado, actualmente se vuelve a intentar la negociación.
¿En
México se está negociando también la libertad de Cuba? ¿O se necesita alcanzar
primero la libertad de Cuba para negociar la libertad de Venezuela?
Diversos
teóricos de revoluciones y transiciones han llamado la atención sobre el
“efecto cascada” que suele producirse en este sentido. No creo que sea posible
hablar de causalidad en tales casos, pero es frecuente que algunos procesos de
cambio político se produzcan por oleada internacional. Tiendo a pensar que la
suerte de ambos países está fuertemente relacionada desde hace varios años.
Usted
ha insistido en las características autoritarias y totalitarias del chavismo.
La muestra más reciente la vimos en cómo trata el PSUV a sus cuadros en sus
propias primarias. En un contexto como este, ¿tiene sentido
la estrategia de ir a unas elecciones regionales, con la amenaza del Estado
Comunal posándose sobre nuestros hombros, para retomar la iniciativa política?
A
menudo no se trata tanto del “qué” como del “cómo”. Volviendo a la relación
entre teoría y práctica, no siempre se trata de que las teorías y estrategias
sean o no incorrectas, sino que a veces están o no las personas y los factores
que las hacen posibles y eficaces. A veces puedes haber hecho lo mejor posible,
y que esto resulte insuficiente. Tanto la abstención como la participación
deben ser empleadas en un sentido estratégico cuando se está en frente de una
dictadura.
En
este sentido, mi principal reticencia con la participación en esta oportunidad
tiene que ver con que si uno decide participar en cualquier tipo de elección,
bajo cualquier tipo de condiciones, sin denunciar fraudes ni movilizar una
reacción popular ante ellos, no se está trabajando para un cambio sino para el
statu quo.
No
veo, aún, a una oposición en condiciones de participar satisfactoriamente, si
consideramos las arbitrarias reglas del juego, la desunión opositora y el
escepticismo ciudadano.
Si no
se logra nada en México, ¿cree usted que la comunidad internacional tirará la
toalla con respecto al caso Venezuela? ¿Pasaremos a formar parte de esa lista
donde está Siria, Cuba, Corea del Norte, y ahora Afganistán, como países sin
solución?
Los
países no se evaporan; permanecen en el mismo sitio, y sus problemas seguirán
afectando a los vecinos. En algunos textos recientes prefiero hablar de “la
cuestión venezolana” y no de “crisis” porque la situación de nuestro país
parece estar convirtiéndose en un problema ya crónico.
Creo
que es fundamental documentar, analizar y mostrar el modo en que la cuestión
venezolana afecta a la región para que el interés regional por una solución con
apoyo multilateral no decaiga. Pero, de todos modos, el curso de los
acontecimientos será, primordialmente, la consecuencia de lo que hagamos los
venezolanos.
De
fracasar las negociaciones en México, ¿qué curso de acción cree que debería
seguir la oposición venezolana para buscar propiciar una transición a la
democracia? ¿Revocatorio en 2022? ¿Presidencial en 2024? ¿El exilio?
Creo
que era Von Moltke quien decía que la mejor estrategia era ser el más
fuerte. Y Arendt definía el poder como “la capacidad de actuar
concertadamente”. Pienso que en Venezuela nos toca pensar y trabajar para crear
poder, un poder capaz de resistir a los embates de la debacle que ha propiciado
el chavismo.
Algunos
sienten que el poder se construye con votos, otros con marchas, otros con
negociaciones, etc. Y por supuesto hay quien, como Mao, considera que es lo que
sale de la boca de un cañón.
Lo
fundamental, en términos de poder incidir sobre la realidad, está en la
capacidad de aglutinar a una parte suficientemente grande de la población en
torno a los mismos objetivos, coordinando así la capacidad de escapar a la
obediencia del régimen autoritario.
La
victoria del autoritarismo en Venezuela ha estado en saber atomizar a sus
ciudadanos, complicando severamente su capacidad para
actuar concertadamente, o lo que es lo mismo, para impedirles ser poderosos.
Miguel
Ángel Martínez Meucci. Profesor de Estudios Políticos
en la Universidad Austral de Chile. Politólogo (UCV). PhD en Conflictos
Políticos y Pacificación de la Universidad Complutense de Madrid.
Especialista
en Teoría Política, Conflictos y Cambios Políticos (Revoluciones, Causas de
Guerra, Transiciones). Ha sido asesor de la oposición venezolana en momentos
como la Mesa de Negociación y Acuerdos entre diciembre de 2002 y mayo de 2003.
Se
desempeñó como analista de Súmate entre junio de 2003 y diciembre de 2006.
Autor de “Apaciguamiento: El Referéndum Revocatorio y la consolidación de la
Revolución Bolivariana” (2012)”.
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