Por Hugo Prieto
El Gobierno le puso
fecha a la tercera reconversión monetaria (1 de octubre de 2021), pero esta vez
ha evitado llamarla como tal. Otro episodio de la neolengua para disfrazar
el deseo y las intenciones como parte de la realidad. A partir de la fecha
señalada, la conoceremos como la «nueva expresión monetaria». Dice el refrán:
«el mismo musiú con diferente cachimbo». Tampoco en Cuba quieren
hablar del «período especial», a pesar de que el apagón de este año desbordó
las calles en una protesta inédita.
De la hiperinflación,
que crece a velocidades astronómicas, versa esta entrevista con Sary Levy*. En
su fase inicial, el consumo y las importaciones dinamizaron la economía que, no
obstante, empezó a decrecer años tras años hasta caer 75 por ciento en apenas
un lustro. Lo que veremos en esta segunda fase -una vez que se imponga de
manera autoritaria y arbitraria el Estado comunal- será la ausencia de estado
de derecho. No habrá estímulo a la inversión privada. Autoritarismo y
eficiencia no van de la mano. No tenemos que mirar a la Unión Soviética. Basta
con vernos en el espejo. Negociar con la espada de Damocles al cuello no tiene
mucho sentido.
En los años 90, Ruth de
Krivoy, expresidenta del Banco Central de Venezuela, advirtió sobre los riesgos
que se corrían si no éramos capaces de luchar contra la inflación. A estas
alturas, ese señalamiento es una realidad incuestionable. El chavismo superó lo
que ya era un fenómeno inquietante y la hiperinflación llegó para quedarse.
¿Nos acostumbramos a vivir así?
Las dinámicas
inflacionarias -y, a partir de 2017, hiperinflacionarias-, nos acompañan de
forma constante. Y está afectando, profundamente, el nivel de vida de la
población. Ese año se dispararon las alarmas, pero el malestar de los
ciudadanos no encuentra eco en las políticas públicas. En el caso venezolano,
la inflación se ha convertido en un fenómeno estructural. Las expectativas de
inflación, una y otra vez, retroalimentan ese proceso. Algo que muy pocas veces
se señala es ¿cómo se afecta el derecho de propiedad del trabajador? Quienes
devengan un ingreso fijo (el grueso de la población) resultan los más
afectados. ¿Por qué? Porque las dinámicas comerciales permiten ajustar los
precios, pero en ningún caso los salarios se ajustan a esa misma velocidad. Si
bien la inflación es una variable que podemos cuantificar en términos
macroeconómicos, rara vez la vemos desde el punto de vista de los derechos de
propiedad.
Sí, incluso desde el
punto de vista social.
La espiral
inflacionaria no impacta de igual forma a quien tiene un activo que al que no
lo tiene. O al que tiene un ingreso variable que al que tiene un ingreso fijo.
Se genera entonces una disparidad -una brecha social- porque no todos resultan
afectados por igual. La masa laboral, por ejemplo, no recibe bonificaciones por
el aumento de precios de un producto, pero un vendedor sí puede ver un aumento
de sus ingresos producto de sus comisiones.
El Gobierno anunció una
nueva reconversión monetaria, la tercera en 20 años. ¿Qué efecto tiene esto en
las cuentas nacionales? ¿Se maquillan los resultados del ejercicio fiscal?
Se suele decir: «Si
usted quiere sustentar algo, ponga un número, y si quiere negarlo, ponga el
mismo número». No cabe duda de que un número muy abultado oculta el valor
nominal del mismo, puesto que el valor en economía crece por cantidad. Usted
puede producir la misma cantidad o menos a un mayor precio y el valor final es
más abultado. Pero existen mecanismos para llegar a la realidad, para eso se
hacen los ajustes por precios, para eso se deflactan las cosas. Vamos para una
tercera reconversión, pero la población está sumamente clara en el impacto y en
el daño que esto tiene para sus ingresos. En esto tiene una gran
responsabilidad el Banco Central de Venezuela, porque ha obviado sus objetivos
primarios. Uno de ellos es defender el valor interno y externo de nuestra
moneda. El valor interno se golpea a través de la inflación y el valor externo
a través de la depreciación monetaria. Actualmente, ambos corren a unas
velocidades incalculables.
Lo increíble es que, en
medio de la hiperinflación, el ahorro desapareció. ¿Cómo puede sobrevivir una
sociedad sin el ahorro?
La pregunta es:
¿desapareció el ahorro o lo mataron? En realidad, lo mataron. Tú no puedes
pretender que un ciudadano ahorre en bolívares, cuando sabe que cada bolívar
guardado tiene menos valor al día siguiente. Por lo tanto, sería una acción
incoherente, incorrecta, ahorrar en Venezuela. O por lo menos ahorrar en moneda
nacional. ¿Qué significa la muerte del ahorro? Significa que cada vez se cuenta
menos con recursos propios de la sociedad para apalancar la inversión. Ahí está
la contraparte, tan profunda y negativa. No tienes fondos para una inversión o
para dinamizar una economía, porque ahorro e inversión son dos caras de una
misma moneda. Quiero señalar una cosa muy importante. A comienzos de este siglo
empezamos a notar que (de las variables más importante de la economía) se le
dio más énfasis al consumo que a la inversión. La inversión tiene un componente
muy importante, porque extiende el horizonte temporal de la sociedad: si vas a
ser inversionista, dejas de ser cortoplacista. Tienes que tener visión de largo
plazo. Esa es la característica de la inversión. Su respuesta favorable la
vemos en el mediano y largo plazo. Ayuda a ponderar los pro y los contra de una
forma mucho más sosegada.
El boom del consumo nos llevó a la desinversión, incluso en la industria petrolera. Ahora vemos a un país con las reservas de crudo más grandes del planeta, pero que apenas produce 500.000 barriles de petróleo al día. El chavismo mató a PDVSA, la gallinita de los huevos de oro.
Absolutamente. Pero
quisiera matizar ese comentario. Desde fines del siglo XX, la economía mundial
apuntaba a un cambio en el patrón energético. Lo que no imaginamos es que
Venezuela llegaría (en la segunda década de este siglo) a tener una industria
petrolera quebrada y a importar gasolina. Sabíamos, y lo discutimos muchas
veces, que PDVSA debería dejar de ser una empresa petrolera para convertirse en
una empresa energética y así posicionarse en el cambio tecnológico y energético
que se avizoraba. Pero nunca pensamos que fuera a partir de su muerte o de su
colapso. Entonces, tanto PDVSA como muchas otras empresas del país fueron
desmanteladas. En esa política de destrucción y extractivista a la que se entró
muy rápidamente a partir de ese modelo que es el socialismo del siglo XXI.
PDVSA es solo un ejemplo de lo que ocurre cuando un país, una organización, no
mira a largo plazo y no sabe invertir. Y pone de manifiesto el cortoplacismo,
la falta de inversión, de mantenimiento, de evaluación del entorno y de
proyección en el tiempo. Todo eso la mató.
Más que poner énfasis
en las políticas que hacen falta para remediar la inflación, lo que despierta
la curiosidad es ¿por qué han transcurrido cinco años y no se ha hecho nada?
¿Quién es el gran beneficiario de la hiperinflación y de su efecto político?
Sí, la inflación es una
enfermedad cuyo tratamiento se conoce. Y el tratamiento, por doloroso que sea,
lo han aplicado en muchos países. En una visión integral tenemos que decir que
la inflación, en su fase inicial, pudiera beneficiar a los gobiernos, porque
ellos son los que emiten la moneda y pagan con ella, mientras que el ciudadano
se ve obligado a aceptar ese pago, aunque valga menos. Entonces, inicialmente,
los procesos inflacionarios pueden beneficiar las cuentas públicas. Pero cuando
la inflación se vuelve recurrente, las expectativas de una economía en franco
deterioro superan los beneficios que pudieran recibir los gobiernos. Y cuando
la espiral se vuelve hiperinflacionaria, a nadie beneficia. Llega un momento en
que ese activo poderosísimo con la que cuentan los gobiernos (la moneda), que
en buena medida permite gestionar el contrato social, también lo pierde. A tal
punto (y este es el caso de Venezuela) que la población sustituye el bolívar
por la divisa estadounidense. La economía reclama su cauce y lleva a los
actores a sustituir una moneda inservible por otra que refleje el valor de una
transacción, sea comercial o financiera. Pero dada la destrucción que hemos
vivido (el tamaño de la economía es el 15 por ciento de lo que era hace cinco
años), nos obliga a hacernos una pregunta: ¿qué país queremos? ¿Qué visión de
futuro vamos a tener?
Quisiera insistir en la
segunda parte de la pregunta. ¿A quién beneficia la inflación?
Más que hablar de a
quién beneficia, creo que lo más importante es tener un Gobierno que escuche y
respete la voz de los ciudadanos, que exigimos miradas liberales con respecto a
los derechos consagrados en la Constitución y en la promoción de oportunidades.
Y no la imposición de medidas a través de la planificación centralizada. Hemos
planteado una mirada de la sociedad muy distinta. De forma tal que esa visión
del Gobierno no se repita. Esto nos obliga a ver las cosas de forma muy
distinta y a preguntarnos ¿qué tipo de Estado -no ya de gobierno- queremos los
ciudadanos para que las dinámicas económicas me permitan satisfacer mis necesidades?
El petróleo encapsuló
el conflicto que (en todos los países) hay entre el Estado y la sociedad.
Quizás, en este momento, ese conflicto se vuelve más virulento, más visible. La
contradicción entre distintas visiones, digamos, entre priorizar el consumo o
la inversión, por ejemplo, o sobre la necesidad de llegar a un acuerdo, como lo
ha manifestado el sector privado. ¿Esos debates no deberían llevarse a la
esfera pública? ¿A la plaza y luego a la Asamblea Nacional? De lo contrario,
como sucedió en Cuba, será un dictador quien le garantice la tasa de retorno a
un inversionista que arriesgue en Venezuela.
Me gustaría hacer unas
precisiones, porque a veces las olvidamos. Hablamos del Estado e invocamos al
Gobierno o hablamos del Gobierno e invocamos al Estado. Pero son dos cosas
diferentes. Una es el Estado, en el que estamos incluidos todos los venezolanos
y otra es el Gobierno, cuyo mandato temporal es administrar y aplicar
políticas, desde el Estado, para satisfacer las necesidades de sus ciudadanos.
Lamentablemente, la autonomía que brindó el petróleo al Estado venezolano le
permitió a los gobiernos actuar muy por encima de las voces de los ciudadanos.
Entonces, era el ciudadano el que servía al Gobierno y no al revés. Esa
distorsión profunda, que se fue generando a lo largo del tiempo, creó lo que
hemos dado en llamar «el petro Estado». Siempre digo que el peor daño que hizo
fue el clientelismo y pervertir la convivencia. Pero además de eso, hay que
separar la acción de la ideología de un gobierno. En el modelo del socialismo
del siglo XXI, podemos ver cómo, en los años del boom (2004-2009), Venezuela
seguía creciendo, pero cada vez menos. ¿Por qué? Porque aumentaron los niveles
de incertidumbre y, por tanto, la inversión se retraía (en este período también
podemos ver cómo los números engañan). Todo esto estaba oculto bajo el impacto
del boom petrolero. Obviamente fue así. Ahí el consumo movilizaba la economía,
pero la inversión no se concretaba. El país cae en una fase profunda de
decrecimiento a partir de 2013. Yo digo esto porque ese modelo del socialismo
del siglo XXI ahora está teniendo un giro muy particular, que es el Estado
comunal.
¿Un giro que nos
llevaría a dónde?
Se va a imponer una
organización político-territorial totalmente distinta, que, además, plantea una
toma de decisiones muy diferente a la que hemos conocido durante todo el siglo
XX, e inclusive en estas dos últimas décadas. Mi preocupación apunta al hecho
de que vamos a una negociación -que yo impulsaría siempre-, pero que no toma en
cuenta la amenaza que supone esta espada de Damocles. Vamos a un proceso
electoral y, a su vez, a un Estado comunal que dejará vaciados de poder a
quienes resulten electos. Se va a negociaciones desde el sector privado, sin
entender el impacto que tendrá el Estado comunal sobre el estado de derecho,
que es indispensable para reducir la incertidumbre y promover la inversión. En
este momento, el país presenta un conjunto de fuerzas ortogonales (cuyo efecto
es nulo) y, por lo tanto, tú vas por un lado en el discurso y por el otro
estableces políticas contrarias a lo que has dicho. Yo creo que los procesos de
negociación y de diálogo son perfectamente válidos, pero con todas las cartas
sobre la mesa. El Estado comunal está como escondido bajo la alfombra y es
determinante, porque es lo que le quiere imponer el régimen a la sociedad.
No solo entramos en una
nueva fase del modelo del socialismo del siglo XXI, sino en una profundización
del control autoritario.
Lo que plantea el
Estado comunal es determinante. No considerarlo es, simplemente, actuar de
espaldas a la realidad. Es más, yo podría decir que el Estado comunal es un
Estado comunista, al que le cambiaron el nombre en el siglo XXI.
El Gobierno podría
mirarse en el espejo del modelo chino. Un régimen autoritario con una economía
de mercado. Un híbrido que funcionó en el Chile de Pinochet y en los llamados
tigres asiáticos.
A mí me preocupa el
señalamiento que haces en pareja. ¿Solo los gobiernos autoritarios pueden
obtener buenos resultados? Puedes tener un gobierno autoritario eficiente y
otro no, así como puedes tener una democracia eficiente y otra no. Los buenos
resultados (en esos países) no se debieron a que fueran gobiernos autoritarios,
sino a que favorecieron (en economía) al libre mercado o a que entendieron
claramente lo que significaba el proceso educativo (caso Singapur), por solo
señalar dos elementos. Entonces, no mezclemos autoritarismo con buenos
resultados. Si a ver vamos, ahí tienes el caso de la Unión Soviética, un modelo
autoritario ineficiente hasta el punto que quebró. No es el autoritarismo el
que le da valor a un país, al contrario, eso le resta.
*Economista. Doctorado
en Estudios de Desarrollo. Maestría en Economía Internacional. Presidenta de la
Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela. Profesora titular de la
UCV. Exdecana de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Becaria
Fullbright en la Universidad de Boston. Profesora visitante en la Universidad
de Massachusetts. Responsable del Cálculo y Análisis del Índice Internacional
de Derechos de Propiedad (PRA, Washington, DC).
08-08-21
https://prodavinci.com/sary-levy-desaparecio-el-ahorro-o-lo-mataron/
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