Por Gregorio Salazar
En los días previos a las
elecciones legislativas del 2015 asistimos a la presentación de los resultados
de una encuesta realizada por una de las firmas más reconocidas del país, cuyo
expositor después de detallar cifras regionales más o menos auspiciosas para la
oposición, hizo la siguiente afirmación: “Eso sí, olvídense de la mayoría
calificada. Eso no lo logró ni Chávez en su mejor momento”.
Una barrida electoral de
esas dimensiones no aparecía, efectivamente, en el radar de las encuestadoras.
Sin embargo, el 6 de diciembre los venezolanos volcaron en las urnas todo su
descontento, todo el rechazo generado por los padecimientos acumulados en un
país arruinado y desabastecido por tres lustros de desgobierno.
Fue así como la población le
entregó a la oposición unida la mayor cuota de poder institucional que es
posible ejercer en el parlamento: los dos tercios de la votación. El resultado
nunca fue aceptado por el régimen, que etiquetó su apabullante derrota como
“una emboscada de la burguesía, la ultraderecha y el imperialismo”.
Es verdad que logró anular
la decisión del pueblo (después del cambio ya no era el manoseado “soberano” de
los inicios del chavismo) mediante artimañas ilegales y abusos de poder
ejecutados con la mayor impudicia.
Y luego suplantar de un todo
la AN legítima con una “constituyente” electa sólo por ellos y, no obstante,
“supraconstitucional y plenipotenciaria”, que se disolvió a los tres años con
el saldo en cero para la República.
Es cierto que seis años después de esos resultados la diáspora, que algunos estiman en seis millones de personas, ha permitido aliviar en algo por la vía de las remesas la situación de familias que siguen aquí. Y es notorio que el abandono in extremis de la congelación de precios y del control cambiario se tradujeron en la reaparición de productos de primera necesidad y un descenso aunque leve de la inflación. Pero en nada ha cambiado el caos en el que está sumida Venezuela.
Por el contrario, la
precariedad económica y social de los venezolanos se sigue profundizando, como
lo confirmó una vez más la encuesta Encovi 2021. Son los trágicos niveles de
pobreza, el colapso de los servicios públicos, la creciente imposibilidad de
acceso a la educación en todos sus niveles, la caída de la situación
nutricional, entre otras calamidades, lo que hace más evidente el fracaso del
modelo ideológico importado de Cuba por el chavismo.
Para este régimen
ineludiblemente culpable, por acción y omisión, de la desastrosa situación
nacional cada evento electoral constituye la más temida de las amenazas. A
menos que se reserve para sí un ventajismo brutal y que sus adversarios
incurran en un nivel de dispersión tal que no puedan capitalizar un rechazo al
régimen que hoy supera el 85 % de la población. Lo primero lo ejecuta el
oficialismo y de lo segundo hay rasgos muy de bulto. Pero, aun así, no
está cerrada la posibilidad de un avance opositor muy importante en las
elecciones regionales del 21 de noviembre.
Con todos los estropicios
causados por el chavismo en el sistema electoral, con todo el dominio
institucional, con su ventajismo económico, mediático, logístico y operacional
el régimen de Maduro sabe que en la medida que los venezolanos recuperen su fe
en el voto y luchen para ejercerlo con libertad sus días en el poder estarán en
contados.
Por eso mismo es que las
elecciones regionales, con todos los obstáculos, deben ser asumidas como el
punto de arrancada de un proceso que debe abrir las compuertas para venideros
procesos electorales, revocatorio o presidenciales. Avanzar en la conquista de
garantías y dejarlas clavadas para nuevos procesos.
Cuántas veces se habló en el
pasado de “la última oportunidad de la democracia” y sin embargo ni la
dirigencia ni la población imaginaron que lo que estaba en juego era evitar la
deriva de Venezuela hacia una nueva dictadura que hoy reina sobre un país
arruinado, saqueado, ocupado por fuerzas extranjeras y en general cada vez más
inviable.
Con la impudicia ya
conocida, el régimen ha hablado del “punto de no retorno de la revolución”.
Dicho de otras palabras cuando la participación democrática de los venezolanos
ya no pueda desmontar un sistema que los sojuzga y los condena a condiciones de
vida abyectas y sin derechos de ningún orden. Las elecciones pueden impulsar un
proceso de decantación política que evite semejante tragedia.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario
general del SNTP.
10-10-21
https://talcualdigital.com/votar-contra-la-destruccion-por-gregorio-salazar/
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