Ángel R. Lombardi Boscán 26 de noviembre de 2021
Todo
un reto este propósito dentro del campo de las ciencias sociales porque la
historia ciencia puede ser también asumida como literatura. La historia es el
historiador junto a sus hechos: un diálogo sin fin entre el presente y el
pasado que procura una comprensión, lo más amplia posible y precisa a la vez,
que le dé sentido al comportamiento caótico de tantos acontecimientos cuya
relevancia nos invita a una reflexión pausada, sencilla y humilde.
En lo personal la historia es básicamente curiosidad y asombro. Estudiar el pasado debe ser algo motivador para ampliar conocimientos y cultura aunque bajo la premisa de lo inacabado y el predominio del olvido. Hay la historia como volumen oceánico de hechos tan dispares en lo económico, social, político, cultural, religioso y demás que debemos distinguir de la historiografía como la reflexión que hacen los autores bajo una teoría, metodología y filosofía que clasifica, ordena y explica esos hechos alcanzando una comprensión de carácter humanístico: una antropología filosófica.
Además,
la historiografía como conocimiento histórico no sólo queda ordenado por la
documentación pública o privada sino que asume las más diversas fuentes
posibles que ayudan a “leer la historia”. Lo digital, el cine, la arqueología,
una pintura o teatro antiguo, e incluso, la historia oral, son fuentes tan
relevantes como la escritura.
Las
controversias en torno a un mismo hecho o personaje relevante deben ir más allá
de la diatriba ideológica y centrarse en la pluralidad de las versiones más
serias que puedan existir para que sean contrastadas y comprendidas. Un juicio
apriorístico contradice el debate enriquecedor en torno a las muchas voces que
tiene la historia. El 12 de octubre de 1492 por ejemplo, suscita todos los años
versiones tan diferentes y tendenciosas que ha terminado por deformar un hecho
tan relevante como lo fue la primera globalización.
Para
leer la historia hay que delimitar los hechos y hacerse preguntas sobre esos
mismos hechos (hipótesis de trabajo) y para ello es clave una cronología con el
apoyo gráfico de los mapas. Tiempo y Espacio son las coordenadas en que la
aventura de la historia se desarrolla. Y no es la verdad lo que se busca
conseguir sino un conocimiento sustentado en algún tipo de evidencia documental
acompañada de una interpretación que ofrezca algún sentido teleológico. Las
capacidades profesionales y éticas del historiador son fundamentales en esta
búsqueda de un conocimiento veraz.
Hay
muchas formas de leer la historia. Lamentablemente, el imperio de las tesis o
modas intelectuales, termina por suplantar la explicación más sencilla de los
hechos bajo la creencia que el cuerpo teórico explicativo académico lo hace
científico y pertinente porque busca demostraciones ocultas y se privan de lo
más importante de todo: su disfrute. Jorge Luis Borges (1899-1986) se jactaba
de ser mejor lector que escritor y sostenía: “Bueno, esto me gusta porque es
una poesía muy bella, o porque es un cuento que sigo con interés y me olvido de
mí mismo para pensar en los personajes…”.
La
hermenéutica es una interesante propuesta de inicio: lectura y comentario de
textos sin pretender ningún tipo de demostración. La historia al servicio de
una forma de belleza para comprender el pasado y sus infinitos laberintos.
Ángel
R. Lombardi Boscán
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