Orlando Viera-Blanco 27 de noviembre de 2021
@ovierablanco
Sí,
Glovo con ‘v’ de Venezuela. Una aplicación de servicios de entrega catalana. Resulta
que el ejército de ciclistas de este proveedor está integrado por una gran
mayoría de compatriotas. Si queremos sentir la buena vibra de lo que es nuestra
diáspora, venga a España y contemplará en cada esquina un pelotón de bicis
ataviadas de sus veloces jinetes de Caracas, Mérida o Valencia. Digno carácter
de como un bregador [venezolano] puede terminar siendo gerente o propietario de
un negocio al que alguna vez le prestó el servicio…
¡Buenos días, los panas están por llegar!
Glovo
es un servicio de encomienda que se ha ganado la preferencia de los españoles
no sólo por su puntualidad sino por el carisma y acento de sus lanceros
criollos… Mis hijas me ponen la tarea de esperar el despacho… Planto queja. Les
digo que no se cómo darles seguimiento a esos pedidos-sic-
–
“Papá no te preocupes, nosotros le hacemos “tracking”. ¡Tú baja, que el primero
llega en 4 minutos!” […] ¿El primero? ¿Cuántos vienen? ¿Qué han pedido? Me
habían dejado a solas con la angustia de esperar un ejército de desconocidos,
sin saber qué, cómo y cuándo entregarán. Con exactitud suiza llega el primero
de primero de ellos en 4 minutos.
–
Hola, soy Juan Carlos. ¿Eres Gabi? [¿Por qué me llama por el nombre de mi
esposa?]
-No
soy Gabi, soy Orlando…
– ¡Ah
vale, vale!, me responde el ciclista ataviado de casco, coderas y pasamontañas,
al tiempo que verifica su móvil.
– He
traído su primer pedido señor. El resto estará aquí en 2 minutos y el otro en
siete…De inmediato le pregunto:
–
¿Cómo así Ricardo, es que acaso no viene todo junto?…
– No
Señor. Por cierto, me llamo Juan Carlos… me corrige amablemente. Noto algo
familiar en su tono. -Mis compañeros traen el resto del encargo, me dice.
-Es
que para llegar a tiempo nos reparten el pedido. Pero no se preocupe, ya los
panas están por llegar…
¿Las
panas están por llegar? A pesar de combinar muletillas hispanas, al pronunciar
sin seseo y con esa expresión, me digo, ¡es venezolano! Comienzo a derribar mis
miedos. Si por alguna razón faltó la leche, el pan o el café, le podré decir,
¡chamo porfa ve y me repones el café y-de ñapa-pasas y te traes un paquete de
harina pan ¡que seguro consigues encontrarla!
– ¿De
dónde eres, Ricardo? Pregunto con nostalgia curiosidad….
-Soy
de Caracas, de Los Palos Grandes señor. ¡Y me llamo Juan Carlos! -sic-.
-Claro,
disculpa Ricardo…
-Juan
Carlos Señor. Como el Rey Juan Carlos I de Borbón… Tengo dos años en España… No
esperaba menos revire y urbanidad, acompañada de historia comparable, de un
caraqueño.
– La
verdad nos han tratado muy bien. España quiere mucho a sus hijos
iberoamericanos y lo demuestra en la calle o en la casa cuando levantan su puño
por ser venezolanos. A la gente le gusta nuestra actitud, nuestra forma de
responder y nuestra melodía isleña… Si va, le dije una vez a una señora
andaluza, que me contestó: “pero qué simpático y cariñoso sois, qué maravilla,
qué energía hijo mío, oleé…” Pero más le gustó cuando le dije: -No se me
emocione mi doña, ¡que el día es largo! Y contestó la doña: -Venga, no pasa
nada. ¡Si va, vale…!
Se
armó la fiesta
A las
dos y a los siete minutos, llegaron los otros dos pedidos….
-Hola,
¿Gabi?
-No es
Gabi, responde Ricardo [perdón Juan Carlos]… Gabi es su esposa, que no está,
que se ha ido, que ha salido con sus hijas y le ha dejado a cargo… En segundos
ya sabía toda mi vida, ruta y circunstancia. ¡Y la compartía!
-Ah,
chévere… responde su compañero. Al escuchar aquella expresión digo: es otro
quijote de los nuestros. -Y tú también eres venezolano? le pregunto.
-Si,
soy de La Pastora patrón. Me llamo José Miguel. Tengo casi tres años aquí. Yo
le conseguí la chamba a Juan Carlos…- ¿Quién es Juan Carlos? ¡pregunto con
recelo, para ver la reacción de mi profesor de historia…
-Ud.
de pana tiene al Alzheimer me dice Juan Carlos-sic-
José
Miguel es un poco más tímido. Merideño de Tabay. Y me dice: “Nací a las orillas
del río Chama… Ud. también luce como compatriota ¿no?”, me pregunta.
-Púes
si, de Caracas, pero vivo en Canadá…
-En
Canadá? Chucha madre, ahí si hace frío duro. Tengo un pariente allá en
Montreal. ¡Me dice que es difícil porque hay que aprender francés o morir
congelado…! ¡Pero nada, hay que echar pa’lante en español, portugués o
francés!…Llega el último pedido. Es una joven. Rápidamente se une “a la
fiesta”.
-¡!Hola!!
¿Eres Gabi?…
-No es
Gabi… es Orlando dice José Miguel, perdiendo su timidez andina. ¡Lo dejaron a
cargo, vive en Canadá, pero es de Caracas!
– Soy
de Valencia, responde… Llevo en Madrid sólo dos años. Me consiguió el trabajo
Juan Carlos.
– ¿Y
quién es Juan Carlos? Todos ríen sin que ella entienda el jaleo.
–
Chiste interno Lucía… le comenta José Miguel, con su gracia y melodía de Tabay…
–
Estudio de noche diseño de modas, continúa Lucía. En Valencia tenía un pequeño
taller de costura. Aquí hago repartos y a veces ayudo a coser para mandar
dinero a mis padres y hermanos… Llegué gracias a una señora venezolana con
quien Mamá trabajó muchos años. Una bendición… Ya una señora a quien le
despaché le gustaron mis prendas y quiere que hagamos cosas juntas…
Orgullo
patrio:
Juan
Carlos tomó su bici con carácter y dijo. ¡Plomo! Se nos hace tarde… Pero antes
un selfie con Roberto, que vive en el congelador, perdón en
Canadá.
-Me
llamo Orlando, le corrijo, como Orlando el furioso…[Risas]. Subí las bolsas.
Las revisé… ¡Faltó la leche! Bajé la aplicación de glovo, pero antes le escribí
a Ricardo (¡) En minutos llegó con la leche, el pan de canilla y la harina pan…
Nota
Bene, me escribe el quijote venezolano: ¡Me llamo Juan Carlos! Escribió con un
meme haciendo un giño…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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