Isabel Pereira Pizani 12 de julio de 2022
@isapereirap
Quizás
uno de los aspectos menos conocidos por los sectores que se adhieren al
pensamiento marxista es la fuerza que comúnmente emplean para abolir las
instituciones que preceden su enquistamiento en el poder.
De una
forma metódica podemos observar en las etapas de imposición de estos regímenes
de raíz ideológica marxista como son derribadas una a una las distintas
instancias de la red institucional prevista para garantizar derechos y deberes
en cualquier sociedad.
Generalmente se comienza por ataques a la propiedad, condenada como expresión del dominio de las clases de propietarios. Sin ninguna consideración filosófica o histórica, se olvida que la propiedad privada salva la sociedad del salvajismo, de la destrucción que significaba acceder a un bien en manos de otros indefectiblemente por medio de la guerra, destrucción o dominación casi absoluta.
El
estado marxista se reserva el poder dar y el de quitar o mejor dicho expropiar
como bien sabemos los venezolanos. En orden siguen los ataques a la libertad de
pensar, opinar, escribir, comunicarse. Tal como ha señalado un representante
del actual régimen, al intentar justificar la práctica del bloqueo a los
ciudadanos, en palabras corrientes, la eliminación de la posibilidad de leer,
conocer, acceder a fuentes de información y conocimiento que expongan
interpretaciones distintas a las que ofrece autoritariamente el gobierno.
La
premisa es “No se puede decir lo que se nos parezca” en otras palabras solo
puedes decir lo que te ordenan o permiten decir. Una muestra más clara de
abolición de la libertad del individuo es imposible encontrar. Sólo puedes
decir lo que te permitiremos decir.
Tenemos
claro que en esta sucesión de etapas destructivas una de las mas fuertes es la
que se dirige a demoler el papel protector de la familia. En el Manifiesto
Comunista la familia es condenada sin disimulo “La burguesía ha
arrancado el velo sentimental a las relaciones de familia reduciéndolas a meras
relaciones de dinero.”
Como
vemos en la información que nos llega continuamente de Rusia, la existencia
masiva de orfanatos para educar y cuidar a los infantes de ese país es algo
extendido y poderoso, respaldado por leyes que bajo el disfraz de protección a
la infancia arrebatan a los niños de sus familias, cortan la relación entre
ellos e imponen la tutoría obligatoria, represiva del estado en la educación de
la infancia.
Los
que crecen en orfanatos en la práctica se convierten en seres humanos que
desconocen lo que significa el amor entre padres e hijos y entre hermanos. Su
mente se enfría al convertirse en un dispositivo que recibe instrucciones de
sus superiores.
En
estos tiempos lo podemos observar a través de la actuación del ejercito ruso en
Ucrania. Pueden dispararles a niños, mujeres embarazadas, ancianos, personas
desvalidas. Sólo procesan en sus mentes las ordenes que reciben de sus
superiores, de sus jefes. No hay un mínimo relámpago de conciencia que impida
que esta tropa adopte una actitud humana de compasión hacia el otro.
En las
sociedades donde el socialismo marxista ha tomado el corazón de la gente, la
familia tiende a desaparecer como lo sabremos con mas claridad en un futuro
próximo. Es un hecho que se oculta pero que inevitablemente sale a la luz.
En
estos predios latinoamericanos donde el marxismo/socialismo tiene a reaparecer
bajo el disfraz de defensa de los débiles y de los más pobres, la familia como
institución base de la sociedad corre el peligro de ser sustituida por algún
departamento u órgano estatista de carácter social de forma casi mecánica. El
Estado penetra en cada fase de la convivencia humana para cambiar la relación
familiar por obediencia, sumisión, silencio y resignación.
Esto
solo se sabe cuándo se ha consumado la permanencia en el poder de los régimen
comunistas que materializan la creencia de la familia como la perversa fuente
de la propiedad privada y la división del trabajo, instituciones que Marx y
Engels equiparaban con la alienación y la explotación, los grandes enemigos de
la liberación de la humanidad, según su visión ideológica.
Una
tarea cuya competencia caería en las manos de un Estado que actuaría de forma
totalitaria suprimiendo todas las instituciones que se oponen al poder central
y único del Estado comunista.
Cuando
en países como Argentina, México, Chile, Colombia las grandes masas eligen
gobiernos procomunistas están sembrando las semillas de la destrucción de la
familia, la institución cuyo único y fundamental fin es garantizar el respeto,
el amor y la protección de cada uno de sus miembros en la salud, en la
enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.
Isabel
Pereira Pizani
@isapereirap
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