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jueves, 1 de septiembre de 2022

Un pueblo crucificado por un régimen criminal / Froilán Barrios @froilanbarriosf

 

La reciente desbandada del bolívar digital frente al dólar era la crónica de una muerte anunciada por los expertos en la materia, que habían pronosticado el despeñadero del nuevo signo monetario ante el optimismo de los voceros del régimen, que se ufanaban de una Venezuela renacida donde todo se arregló tras la imagen de un paraíso tropical.

Tanto fue el jolgorio que hasta el propio Maduro reclamó para sí el Premio Nobel de Economía, algo inédito para un mandatario analfabeta en la materia, capaz de leer el periódico al revés como lo hacía el Benemérito Gómez al invocar el privilegio de ser presidente de la república. Ni más ni menos fue lo presenciado durante las impenitentes cadenas del extinto Hugo Chávez y en las insoportables actuales.

Ha sido tanta la inclemencia del régimen contra la población postrada, que esta se ha visto obligada a salir en estampida para escapar de los desmanes de la peor gestión que haya vivido la nación durante su historia republicana, cuyos efectos son comparables a los de un ejército invasor, aun cuando el enemigo en nuestro caso no es ninguna armada extranjera, por el contrario, es el gobierno nacional y resto de poderes públicos.

En realidad, el Estado fallido que padecemos no deja resquicio alguno. Si los sindicatos acuden al TSJ para solicitar la nulidad del infame instructivo Onapre, este sentencia con una precisión ontológica “la inexistencia” de la desafortunada normativa, que ha esquilmado en tiempo real los salarios de millones de trabajadores en el sector público, rematando la faena de paso al calificar por temerarios a los accionantes.

En el mismo tenor los diputados de la truculenta Asamblea Nacional electa en 2020 se suman al coro defensor de “un gobierno que no tiene plata”, para luego pronunciarse la inquisidora agencia Conatel con el fin de prevenir a los medios de comunicación de limitar la invitación solo a opinadores favorables a la versión maniquea de un “país en ascenso”.

Cuando se escriba alguna vez la historia de la maldad en Latinoamérica, capítulo Venezuela, tendremos un tomo aparte que relate los suplicios de un pueblo sometido durante décadas mediante la destrucción planificada de su condición de vida, a partir de un discurso oficialista manipulador de la miseria humana.

El pueblo venezolano ha sido víctima de una serie de operaciones monetarias, cuyos resultados han culminado en desastres monumentales que han pulverizado el salario y las esperanzas de trabajo decente, signado por el derroche de un barril petrolero que alcanzó en la primera década del siglo XXI los 110 dólares y no se tradujo en bienestar para la población.

La disminución de los tres ceros en 2008 con el cambio de signo monetario del bolívar a la ilusión del bolívar fuerte fue el primer golpe que arrasó con salarios y bienes. Ese experimento se mantuvo hasta septiembre de 2018 con el cambio del bolívar fuerte al bolívar soberano con efectos más letales aún, al ver reducidas a cenizas prestaciones sociales, salarios, jubilaciones, en fin, el desmantelamiento de todo género de beneficios socioeconómicos labrados durante el siglo XX en las convenciones colectivas.

Luego asestaron el tercer golpe en octubre de 2021 con otra “creativa idea” para justificar la ruina producida por la política monetaria anterior, con la creación del bolívar digital hoy en ciernes, como antesala de la catástrofe que se avecina con un bolívar que en tan solo meses se ha devaluado brutalmente frente al dólar. Inició con el dólar a 4,30 bs y hoy sobrepasa los 8 bolívares, proyectando que para diciembre puede sobrepasar los 12 bolívares.

Ante tamaño despelote al tirano no le queda otra que desatar una razzia contra el dólar criminal, obligando a los comerciantes de todo nivel a tasar los productos con base en el cambio oficial. Los responsabilizó incluso de la inflación, como si el termómetro fuera el culpable de la fiebre, cuando esta es producto de las leyes del mercado que la ignorancia económica pretende declarar “inexistente”.

Lo tragicómico del asunto es que para los áulicos del chavismo el único culpable es el “malvado imperio”, entre tanto, del lado gubernamental no hay un solo señalado por tanto disparate y robo del salario de la población activa. Como consecuencia, de un lado mueren miles y del otro el boato, la burla y la sorna de un régimen criminal que se cree dueño del país como si fuera un botín de guerra.

https://www.elnacional.com/opinion/un-pueblo-crucificado-por-un-regimen-criminal/

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