Orlando Viera-Blanco 19 de octubre de 2022
@ovierablanco
“Aún
no ha brotado un movimiento filosófico post racionalista, de vanguardia, donde
la libertad, la dignidad, la justicia y la vida se defiendan radicalmente,
absolutamente, por encima de cualquier orden.”
Dice
Platón: “El que ha sido educado realmente en la libertad y en el ocio es
precisamente el que tú llamas filósofo” Es pensando profundamente nuestra
condición humana, consciente e inteligente, como podremos distinguir entre el
bien y el mal, elegir lo que nos conviene y obrar por una causa realmente justa.
Los extremos embriagados de romanticismo o divinidad-en plena era de los DDHH y
racionalización de los derechos universales del hombre-comienza a ser a lo
menos primitivo, fuera de orden…
Huir de la ignorancia.
Ya lo
había advertido Aristóteles: “Los hombres comenzaron a filosofar movidos por
la admiración […] Al principio, admirados ante los fenómenos
sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose
problemas mayores, como los cambios de la Luna y los relativos al Sol y a las estrellas,
y la generación del universo”. Más reciente: DDHH, tecnología y
libertad de los modernos, que es la libertad del individuo sobre el estado. No
al revés.
Quien
“se plantea un problema, se admira y reconoce su ignorancia [humildad] Por
eso también el que ama los mitos es en cierto modo filósofo. El mito admite
elementos maravillosos”. Latinoamérica-al contrario de Europa o
Norteamérica-ha cabalgado sobre el mito del buen salvaje al
buen revolucionario, del hombre a caballo, del taita, padre del populismo
igualitario, revelador y redentor. Un mito “maravilloso” si nos
detenemos a racionalizar la sensible ignorancia que acumula y todavía no
resolvemos. Ignorancia mítica inmoladora y mutilante, donde triunfa la retórica
de la igualdad simulada que hipnotiza a las masas.
Huir
de la ignorancia, filosofar sobre el saber real y
contemporáneo, es huir del comunismo, del neofascismo, de la globalización
disfrazada de comprensión, amor y tolerancia. Huir de la ignorancia es
detenerse a pensar la trascendencia del hombre de hoy, su desafío, que es ser
un hombre radicalmente libre.
Los
antiguos filosofaron para huir de la ignorancia. Buscaban el saber en vista del
conocimiento, no por utilidad sino por felicidad. Y así lo atestigua lo
ocurrido. Pues pensar nuestra esencia humana a profundidad “comenzó cuando ya
existían casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al
ornato de la vida [Dixit Arturo Guerra]”. Es decir, pensar no sólo en la
adversidad sino en paz aun siendo felices, para no perder [la]…
La
filosofía es la única ciencia libre, un catalizador epistemológico, cognitivo,;
un saber edificante que comprende la libertad como derecho, como defensa, como
anticipación o sanadora de conflictos, como extensión de la vida misma. Sin
libertad no hay conocimiento y sin conocimiento no alcanzamos la felicidad, que
es vivir en el nihilismo, en la nada. Por eso las revoluciones étnicas,
nacionalistas, de género, de minorías o mayorías “reveladoras”, están minadas
de ignorancia porque al decir de Isaías Berlín, no respetan la libertad
negativa, la libertad del otro.
La
violencia radical.
Hanna
Arendt afirmó en su Origen del Totalitarismo que “tanto
Hitler como Stalin, formularon promesas de estabilidad para ocultar su
intención de crear un estado de inestabilidad permanente”. Fue la ideología
como arma política y no como doctrina o teoría. No pienso, luego no existo.
Sentencia
Arendt: “La propaganda nazi fue suficientemente ingeniosa como para
transformar el antisemitismo en un principio de autodefinición y eliminarlo de
las fluctuaciones de la simple opinión para ser un postulado. Usó la persuasión
de la demagogia de masas sólo como un paso preparatorio [..] Esto proporcionó a
las masas de individuos atomizados, indefinibles, inestables y fútiles [IGNORANTES
EMBRIAGADOS DE PASIÓN PAVOROSA], medios de autodefinición o identificación, que
no sólo restauraban algo del respeto propio, sino que también crearon un tipo
de falsa estabilidad que les convirtió en mejores candidatos para una
organización” Una peligrosa promesa de inclusión y poder que procura
una obediencia amoral e inhumana.
Arendt
concluía que “sólo el demonio puede ser radicalmente malo. Solo él conoce la
violencia radical porque carece de espíritu racional. No sabe, no conoce, no
procesa el bien, la piedad, la compasión por no poseer conciencia. Ignora
el bien, radicalmente. Así, el pecado del ser consciente, es que, conociendo el
bien, lo desecha por conveniencia, por miedo, perversión o por ayuno.
Hay
que leer con detenimiento las palabras de Sócrates: “Por Dios del que se
dice ordenó vivir filosofando (apología de Sócrates), y juzgar en el mundo
conforme a un mandato divino, se filosofó tanto, que hizo de esa tarea la misma
revelación». Esa es la maravilla de la filosofía. Que ha sabido revelar y
redimir sus propios imperativos, revisando su vigencia en los tiempos.
Incluso la teoría de la revelación de Dios, la palabra que se
hizo carne, no resiste hoy mandatos radicales, porque es libertad
radical.
Vivir
pensando vs. vivir teniendo….
El
mundo moderno ha sustituido el «vivir siendo por un vivir teniendo» La
razón de vivir no es ser libre para tener, sino tener para ser libre. Grave
subversión de valores, porque tener y poseer antes de ser y existir, justifica
la lógica de la defensa proletaria y la dialéctica. Una histórica invitación a
la ignorancia revolucionaria disfrazada de ilustración, de fanatismo, de la
palabra hecha libro [¿?], que aún nos emborracha [empalaga] de amor y
pretendida fraternidad.
Según
Aristóteles la posibilidad de alcanzar la felicidad es “mediante el
razonamiento reflexivo y las argumentaciones intelectuales”. Lo
sensible y lo suprasensible en conocer las esencias, los modos, las causas y
principios de los seres, y establecer la posibilidad que los principios de la
fe puedan ser erigidos por razonamiento y no por transmisión, evitando el
“hechizo endemoniado” que alimenta la violencia radical, esto es, la ideología
como arma política.
Los
autoproclamados “hijos ilustres” de la revelación divina, o racial, o popular,
o nacionalista, o de la post verdad, han causado aferrados de un romanticismo
salvador, los grandes conflictos, las guerras de la humanidad.
Aún no
ha brotado un movimiento filosófico post racionalista, de vanguardia, donde la
libertad, la dignidad, la justicia y la vida se defiendan radicalmente,
absolutamente, por encima de cualquier orden. No existe soberanía si no
somos libres. Como sentenció Arendt: Los tiranos siguen ofreciendo una
estabilidad engañosa, donde el totalitarismo lo justifica todo salvo la
intervención o “injerencia del enemigo”.
A la
luz de la cultura griega se llegaron a las grandes verdades gracias a un
pensamiento geométrico, matemático, racional, monolítico y ético. Hemos perdido
el ejercicio de filosofar en la búsqueda real de la felicidad, que no es el
poder sino la libertad radical. Hoy el reto es relanzar la libertad
como postulado absoluto, libertad que por radical, no es utilitaria, ni
imaginaria o hacedora de una falsa estabilidad, sino admiradora, reveladora, mítica
y maravillosa, por tener la noble virtud de mirarse y revisarse a sí misma,
para reconocer su propia inopia…aun en paz, para no perder la
feicidad…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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