María de los Ángeles Graterol 05 de noviembre de 2022
La data oficial sobre la
muerte de menores migrantes venezolanos en tránsito dista mucho de la realidad
contada por los que hacen la ruta. Los connacionales que atraviesan el Darién,
por ejemplo, reportan ver los cuerpos de familias completas en medio de los 130
kilómetros del paso fronterizo. A lo vasto del territorio y a las condiciones
extremas de la zona selvática se le atribuye, en parte, que en la mayoría de
los casos los restos de quienes no resisten esas exigencias físicas nunca
puedan ser recuperados. «Oficialmente sabemos de dos casos (de niños
venezolanos muertos); pero extraoficialmente son más. El estimado es entre
cuatro a 10 niños venezolanos fallecidos en 2022, dice a TalCual el coordinador del
Servicio de Migración de Fe y Alegría Panamá, Elías Andrés Cornejo
Nueve
niños y adolescentes migrantes venezolanos en tránsito han muerto en las
Américas entre enero y octubre de 2022. La edad promedio de las víctimas es de
siete años y medio, siendo el niño Yaelvys Santoyo el menor, con 16 meses de
edad. Recibió un disparo de un funcionario de la Guardia Costera de Trinidad y
Tobago en medio de la oscuridad que camuflaba la lancha en la que su madre
intenba llegar a la isla, junto con su otra hija de dos años, quien,
afortunadamente, salió ilesa.
«La cabecita le quedó explotada. La vi en mis manos», dijo Darielvis Sarabia, la mamá de Yaelvys.
Esa
fue una de las dos muertes violentas de menores migrantes venezolanos ocurridas
en lo que va de año, de acuerdo con un registro propio levantado por TalCual a
partir de los reportes hechos en los medios digitales de comunicación. Otros
dos fallecimientos fueron en accidentes de tránsito, cuatro más por ahogamiento
y uno por falta de oxígeno por las condiciones de altura en el altiplano que
conecta a Bolivia con Perú.
Seis de los infantes venezolanos muertos eran varones. El resto era niñas.
Cuatro
de esos fallecimientos se registraron en el la selva del Darién, el peligroso
paso entre Colombia y Panamá que en 2021 cruzaron casi 19.000 niños y niñas
migrantes de múltiples nacionalidades, en su mayoría de Venezuela.
Este
año, los venezolanos han representado 70% de la población migrante total
(158.000 personas) que ha hecho esa ruta.
Esas
cuatro muertes de menores de Venezuela por la selva panameña no entraron en el
último informe de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM)
sobre Tendencias Recientes de Migración en la región, que
documentó 56 muertes y desapariciones de migrantes en el Tapón del
Darién, pues la más reciente actualización incluye cifras de los hechos
ocurridos entre enero de 2021 y abril de 2022. 30% de los muertos era niños, es
decir 17 de ellos.
Datos
más recientes del Proyecto
de Migrantes Desaparecidos, del Centro de Análisis de Datos
Mundiales sobre la Migración (también de la OIM) dan cuenta de 32 muertes y
desaparecidos solo en 2022 en el Darién. 10 serían menores de edad, pero no se
especifican las nacionalidades. De hecho, la mayoría de los cuerpos siguen sin
ser identificados, lo cual es un problema que afecta a todas las víctimas, sin
importar el grupo etario u origen.
La
iniciativa apunta a que la falta de servicios básicos como agua potable y
atención médica durante el camino conducen a una situación de extrema
vulnerabilidad para los infantes. «Los riesgos asociados con las
características de la carretera ponen a los niños en particular riesgo de
diarrea, enfermedades respiratorias y deshidratación», agregan.
En
toda la región, durante los primeros cuatro meses de 2022, se reportaron 279
muertes y desapariciones de migrantes en travesías migratorias. Para el mismo
período de 2021 hubo 356.
Aunque
gran parte de los datos sobre fallecidos y desaparecidos aún no están
desglosados por sexo, los datos disponibles cubren el 60% de los casos
reportados para 2021 y 2022. El 22% eran mujeres y el 78% hombres. El 5% de las
víctimas eran niños y niñas menores de 18 años.
«Hacer
que la migración sea segura debe ser una prioridad en la región, teniendo en
cuenta que los datos apuntan a un mayor número de muertes registradas y
desapariciones de personas entre los hombres y para proteger en particular a
los niños y niñas», reseña un boletín de la OIM.
De subregistros y niños no acompañados
«Los
informes anecdóticos indican que gran cantidad de personas migrantes fallecen
en el Tapón del Darién y sus restos nunca son recuperados, por lo que las
cifras presentadas probablemente reflejan solo una pequeña fracción del
verdadero número de vidas perdidas. Esto es debido a los desafíos que implica
la recopilación de estos datos», afirma la OIM.
No
obstante, con lo poco que se sabe, se ve que este año las estadísticas son aún
más desalentadoras, y no solo en referencia a los niños fallecidos.
Hasta
el primer semestre de 2022, 168 migrantes menores de edad atravesaron el Tapón
del Darién sin el acompañamiento de sus padres, de acuerdo con datos de la
Defensoría del Pueblo de Panamá. De esos, oficialmente, al menos 12 son de
origen venezolano.
Según
el coordinador del Servicio de Migración de Fe y Alegría Panamá, Elías Andrés Cornejo,
el subregistro, sin embargo, tanto de infantes que llegan solos como el de
aquellos que fallecen en el trayecto es entre cinco y siete veces mayor que la
data oficial.
«Oficialmente
sabemos de dos casos (de niños venezolanos muertos). Pero extraoficialmente son
más. El estimado es entre cuatro a 10 niños venezolanos fallecidos en
2022. No es un dato publicado, pero puede ser checado objetivamente. El
punto es que como es algo delicado, ellos (el gobierno de Panamá) manejan
con más cuidado la información y tratan de ser más meticulosos al momento de
decirlo en los informes, porque tienen que hacer el trazamiento del ADN, el
reconocimiento, etc, lo cual es más complejo», explicó Cornejo en
conversación con TalCual desde un punto de
atención migratoria en la selva del Darién.
La
data que levanta la organización a la que él representa proviene de reportes
que dan los migrantes cuando llegan a los campamentos de migración. Cuando las
autoridades sueltan algunos datos, el personal de Fe y Alegría que lleva los
registros ve las fechas y va comparando la información que da ese migrante y la
oficial.
«Nos
comentan ya cuando han pasado la selva: Me encontré tres, cuatro niños
muertos, era una familia«. Para él, el problema para verificar
esas muertes y tener registros actualizados es «la variabilidad de las fuentes
y, sobre todo, el constante cambio de datos, que también afecta un poco la
eficiencia del trabajo de los organismos», creando cruces de información que
pudiesen ser contraproducentes.
«La
selva se traga a los niños muertos migrantes venezolanos. La contabilización es
muy difícil precisamente por eso. Es tan vasto el territorio que no hay
cobertura total sobre esas situaciones», siguió Cornejo.
Sobre
los niños que llegan solos, sin ningún pariente que les acompañe, dijo Cornejo
que contabilizados por las autoridades son 12, pero que pueden ser hasta 80.
Esa es la información que han obtenido tras atender a los propios infantes que
llegan al albergue que tiene instalado Fe y Alegría a la salida del Darién por
Panamá.
Cornejo
comentó que esos casos los lleva la Secretaría Nacional de la Infancia, la
Niñez y la Adolescencia de ese país. Los niños venezolanos no acompañados,
aquellos que incluso pierden a sus padres en el camino, son enviados a
las Aldeas
Infantiles SOS, que son terrenos con casas de cuidado en las que viven
mientras se tramita el contacto con las familias.
En el
mejor de los escenarios el niño puede regresar con sus parientes en un lapso de
tres meses, señaló, pero no es el común denominador.
El
activista recomendó a los padres ponerles placas a los niños con sus nombres,
datos de familiares y números de teléfonos, etc, para poder rastrearlos, en
caso de que se pierdan, o reubicarlos si quedan huérfanos por la pérdida de
madre o padre en el Darién. Eso sí, la placa debe estar en un lugar poco
visible del cuerpo, de manera que los grupos delincuenciales que operan en el
paso fronterizo no obtengan la información y posteriormente chantajeen con eso
a familiares en sus lugares de origen.
¿Qué
pasa por la frontera colombiana del Darién?
Si de
parte de Panamá hay pocos datos respecto a la niñez migrante venezolana, del
lado colombiano es aún peor, afirmó María Clara Robayo,
investigadora en asuntos migratorios del Observatorio
de Venezuela de la Universidad del Rosario.
«Hay
una proporción importante de menores de edad en situación de tránsito. Hacerle
rastreo a esa diáspora en tránsito ha sido una debilidad que hay acá. Colombia
no tiene una política de acompañamiento a esta población, por eso es difícil
identificar los casos y que haya datos uniformes de cada lado de la frontera. Y
no es un mito. La institucionalidad está al tanto, no cuantitativamente, pero
sí de los casos que se presentan», señaló respecto a los niños que hacen solos
el trayecto.
Finalizando
la gestión del expresidente Iván Duque —quien tomó la decisión de aprobar
protección migratoria para los venezolanos a través del Estatuto de Protección
Temporal que les permite regularizarse—, según información de un funcionario de
Gerencia de Frontera con el que Robayo conversó, se intentó dar acompañamiento
a los grupos de venezolanos en barcas pequeñas, para evitar que fueran por el
Tapón del Darién, pero fue la administración panameña la que se negó a hacer
este tratamiento.
Datos
proporcionados por la Defensoría del Pueblo colombiana en septiembre de este
año dan cuenta de que 1.200 niños, niñas y adolescentes de nacionalidad
venezolana están bajo protección del Instituto de Bienestar Familiar. El ente
pedía «encontrar una salida institucional» de forma urgente para que esos
menores no permanezcan indefinidamente en hogares de paso o centros de
protección, y así acelerar su proceso de reunificación familiar que, de acuerdo
con Robayo, es lo que debe priorizarse en medio de esos trámites. Esto porque
justamente muchos de los niños que llegan a Colombia lo hacen porque
van a buscar a algún familiar, allí o en cualquier otro país de la
región.
La
legislación no ha avanzado lo suficiente para dar una respuesta rápida. Ha
habido grandes dificultades para contactar a los familiares en Venezuela de los
1.200 niños que están bajo el tutelaje; además, no hay una reglamentación que
permita la adopción de esos menores. Tampoco pueden ser acogidos en un seno
familiar.
«Hay
un proyecto de ley que quedó al final de 2021 que daría la posiblidad de
adoptar niños venezolanos en Colombia, pero es muy complejo porque las
relaciones bilaterales estuvieron interrumpidas y los dos Estados no pudieron
compartir información, lo cual dificultó mucho este tema de protección a la
niñez. Pero el tema es muy difícil. Ha habido casos en los que esta información
se ha compartido por ayuda de algunos periodistas que generan cadenas de
búsqueda de algunos familiares, sobre todo abuelas que están en Venezuela, pero
muy difícil con las personas o familias rotas que interrumpen su capacidad de
comunicación, y cuando hablamos de un menor de edad, muchísimo más».
Para
Robayo, parte de la complejidad para darle solución al problema de los niños no
acompañados es que ellos se cuidan de no ser descubiertos por las autoridades,
lo cual dificulta (aún más) que se generen protocolos de protección.
«Deben
instalarse centros de hidratación, acompañamiento con medios de transporte
aptos, más institucionalización. Y eso no va a ser suficiente. Gran parte de
esos niños que hoy migran —también de padres cubanos o haitianos— que iniciaron
procesos migratorios desde hace diez años, no encontraron políticas de
integración que los hayan arraigado a estos países. Por eso han tenido que
buscar un nuevo destino , que en este caso es EEUU. Les estamos fallando a los
adolescentes, a los niños. Debería haber una corresponsabilidad», puntualizó.
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