Rafael Gallegos 16 de diciembre de 2022
Este
largo padecimiento de 24 años que algunos llaman “revolución”, ha pasado por
dos etapas bien definidas: una con dinero, el socialismo a realazos; y otra sin
dinero, que ha devenido en esta ruta hacia el capitalismo autocrático.
El
“socialismo a realazos” aconteció en los albores de la “revolución”. Altos
precios del petróleo y un dirigente con mucho carisma. Los gigantescos ingresos
petroleros fueron repartidos como dádivas en Venezuela y en otros países, ante
delirantes aplausos del pueblo – el mismo pueblo que hoy sufre el sueldo mínimo
más bajo de occidente –y las adulancias de algunos gobiernos extranjeros.
Aunque usted no lo crea, se llegó a repartir dinero a los pobres de Nueva York,
o a dar dólares para que los venezolanos los despilfarraran en el exterior,
mientras cumpliendo el desiderátum de destrucción made in La
Habana, acababan Pdvsa, las empresas eléctricas, las dos terceras partes de las
industrias, las instituciones y paremos de contar.
Por otra parte, la dilapidación de los ingresos petroleros contribuyó a crear una nueva oligarquía, en la que destacan los llamados bolichicos, y además dejó innumerables obras sin concluir a lo largo y ancho de Venezuela. Ruinas sin gloria.
La
segunda etapa, esta ruta actual hacia el “capitalismo autocrático”, es el
resultado del legado que Chávez le dejó a Maduro: un país desmantelado y sin
dinero, con una Pdvsa desvalijada por un largo sabotaje gerencial, cuyo hito
fue el despido de 23.000 trabajadores (a mucha honra en Gente del Petróleo y
Unapetrol).
El
desmantelamiento dejó al país sin renta, y si aunamos la destrucción de la
economía…
Lo
cierto es que esta segunda etapa de la “revolución” se caracteriza por escasez
de recursos. Cual Midas al revés la “revolución” transformó a un potencial
Qatar en un país de cuarto mundo. No hay excusa. Lesa humanidad.
Sin
dinero, al gobierno no le quedó otro camino que abjurar del socialismo, e
inaugurar esta fase de capitalismo autocrático, caracterizada por una
desesperada búsqueda de inversionistas y de divisas.
El
imperio, que como dice Rafael Poleo, existe y es malo, ha venido trabajando con
calma la decadencia de la “revolución”. Ha observado la transmutación de la
prepotencia en mendicidad. El imperio ha hecho como el árabe que se sentó en la
puerta de su casa a esperar al enemigo.
Y
ahora con la “revolución” en la inopia, el imperio le ofrece la presencia de
empresas petroleras, de esas a las que en la época de oro los “revolucionarios”
les gritaban gringo go home. Increíble, los otrora “cabezas calientes”
(Betancourt dixit), hoy celebran el regreso de los imperialistas,
con alfombras rojas, bombos y platillos. Algo así como si el nuevo lema fuera:
gringos come back… please.
¿Nuevos
mejores amigos?
¿Y
ahora?
Luego
de la invasión a Ucrania, Europa no puede seguir dependiendo del gas ruso.
Necesita nuevas fuentes de energía. Por ello Biden, el jefe de Occidente, envió
emisarios a un Maduro urgido de recursos, y muy claro en que la urgencia de
divisas sólo puede ser satisfecha con ingresos petroleros.
Se
juntaron el hambre y las ganas de comer. De allí la negociación en México.
Cambio de sanciones por democracia es la estrategia del imperio. El gobierno
aparenta – y solo aparenta- exigir que le eliminen las sanciones para otorgar
democracia, como si fuera su prerrogativa y no un mandato constitucional.
Guanteos
de la negociación.
La
realidad
El
gobierno necesita dinero urgentemente. Basta observar el alza del dólar y de
los precios. El Banco Central no puede inyectar suficientes divisas para
mantener el valor del bolívar, que por cierto ya vale la cuarta parte que hace
once meses.
De
mantenerse los niveles mensuales de devaluación e inflación se estaría
asfaltando la ruta hacia otra hiperinflación. Ya el gobierno (¿desesperación?)
parece reiniciar la fatídica ruta control de precios, escasez… las
consecuencias sociales y políticas serían impredecibles.
La
práctica ha demostrado que los “panas” rusos, iraníes, o chinos, o no pueden o
no quieren aportar divisas estabilizadoras de la economía. Sólo podrían
ofrecerlas inversiones petroleras de ExxonMobil, Shell, BP o etc., o los
préstamos de los bancos occidentales. Puro imperio.
Por
ello el gobierno está obligado a tomar medidas y “otorgar” elecciones libres,
habilitaciones, liberación de presos políticos … derechos humanos. Cambio de
sanciones por democracia. No quiere decir que lo vaya a hacer; pero no hacerlo
implicaría retornar a la escasez, la hiperinflación, el hambre, etc.
¡Ah!,
y también implicaría arreciar el autoritarismo para contener el descontento, en
un continente que lo condenaría, porque la “nueva izquierda” (el “nuevo” Lula,
Petro, Boric, Dina y otros), condenarían los déficits democráticos. Por otra
parte, Cuba y Nicaragua, están cada día más aislados.
Por
cierto, elecciones libres significan una casi segura derrota para el gobierno
en el 2024.
Democracia
o hiperinflación, he ahí el dilema. Aunque mal pague.
Tomado
de: https://noticierodigital.com/2022/12/venezuela-entre-la-democracia-y-la-hiperinflacion/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico