Julio Castillo Sagarzazu 09 de enero de 2023
@juliocasagar
Luego
de consumada la eliminación del gobierno interino y la de una nueva mayoría de
la Asamblea Nacional del 2015, es necesario abrir otro capítulo y avanzar
En la
tradición judeocristiana se da cuenta que Yahvé celebró con su pueblo varias
alianzas. La primera es la que hizo a través de Noé después del diluvio,
representada por el arcoíris que indicaba el cese de las lluvias; la segunda
con Abraham, en ofrenda a su fe ciega que casi le lleva a sacrificar a su hijo,
garantizándole que su estirpe dejaría huella imborrable; la tercera con Moisés
a quien ofreció la Tierra Prometida y a quien dejó un decálogo para que su
pueblo lo cumpliera. Al final, la Nueva Alianza, la del Nuevo testamento, la
que Jesús selló con su muerte y resurrección, ofreciendo un juicio final en el
que “se juzgará a vivos y muertos” y un “reino que no tendrá fin”.
Cada
Alianza tuvo sus protagonistas, su momento histórico, su justificación y su
misión.
Eso mismo ocurre con la historia. Los sectores sociales, las clases gobernantes y los pueblos sellan alianzas que son las responsables de cumplir una tarea histórica. En el decurso del tiempo, no obstante, van formándose, al interior de las nuevas realidades, nuevos encuentros, nuevos acuerdos, para emprender nuevas tareas y nuevas reformas.
Todas
las revoluciones y los grandes cambios políticos conocidos en la historia de la
humanidad han cumplido con esa dialéctica que les lleva a romper, a
reconstruir, para volver a romper y volver a construir. Incluso, las
revoluciones, como Saturno, suelen devorar a sus hijos y de esa guisa,
“renuevan” las direcciones de los procesos.
La
historia de Venezuela está llena de ejemplos de la construcción de alianzas que
se consolidaban para luego dar paso a nuevos reagrupamientos, para procurar
nuevos cambios. La generación de la Junta Conservadora de los Derechos de
Fernando VII llegó hasta el 5 de Julio de 1811, pero una vez comenzada la
guerra de independencia, las diferencias de concepción de la guerra, las
rivalidades internas y los distintos puntos de vista sobre la caracterización
del momento, produjeron nuevas realidades y nuevos grupos.
El
mismo Bolívar del Decreto de Guerra a muerte que provoco un “parteaguas” en el
curso del conflicto y que convirtió una guerra civil, en una guerra de
independencia; el mismo que entregó a Miranda, fusiló a Piar, el que rompió con
Santander, terminó sus días diciendo: “Si mi muerte contribuye a que cesen los
partidos y se consolide la unión, yo bajare tranquilo al sepulcro”. Dicho en
otras palabras, un gran promotor de rupturas y constructor de nuevas alianzas,
añoraba, al fin de sus días, la unidad de los colombianos.
Hoy
día, la oposición venezolana necesita construir nuevas alianzas. Luego de los
acontecimientos que llevaron a la disolución del gobierno interino y el surgimiento
de un nuevo frente `para dirigir la Asamblea Nacional, es imperativo que nuevos
encuentros reflejen las nuevas realidades.
El eje
de una nueva alianza, pareciera que debería desplazarse hacia la construcción
de una nueva dirección política opositora. Esa nueva dirección política, junto
con una visión común de país, debería ser la consecuencia de estos últimos
acontecimientos.
Pareciera
que, hoy, el mecanismo de consultarle a los venezolanos, a ese 75% de la
población que quiere un cambio político, es el más idóneo para concretar un
nuevo liderazgo y dirección de las fuerzas opositoras.
No se
trata, obviamente, de que una posición aplaste a la otra, sino que los
ciudadanos escojan quién, y con cuáles planteamientos debe liderizar esta nueva
etapa.
Julio
Castillo Sagarzazu
@juliocasagar
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