Trino Márquez 17 de febrero de 2023
@trinomarquezc
Hace
unas pocas semanas, Gerver Torres, autor de Un sueño para Venezuela,
libro que produjo un enorme impacto en el país a comienzos del siglo XXI,
publicó un artículo en La Gran Aldea titulado “Un Pacto de Puntofijo para la
oposición venezolana”. En este sugestivo trabajo, el autor señala que la
realización exitosa de las primarias pasa por un acuerdo que comprometa a los
grupos y candidatos que intervengan en esa cita, a respetar los resultados y
apoyar de forma entusiasta al triunfador, tal como ocurrió en 1958 cuando
Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, a nombre de Acción
Democrática, Copei y Unión Republicana Democrática, respectivamente,
suscribieron el histórico Pacto de Puntofijo. Fue este un acuerdo de estabilidad
y gobernabilidad que le dio una sólida plataforma política a la naciente e
insegura democracia, luego del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez. Quiero subrayar el significado de esa proposición.
El
acuerdo, o código de conducta, como también él lo llama, resulta crucial dadas
las condiciones en las que se llevarán a cabo las primarias fijadas para el 22
de octubre y, posteriormente, las elecciones nacionales para elegir al
presidente de la República.
El 23
de enero de 1958 marcó la derrota de la dictadura, luego de que un poderoso
movimiento cívico militar erosionara sus bases hasta lograr fracturarla y
finalmente derribarla. A partir de ese momento prevaleció lo que se llamó “el
espíritu del 23 de Enero”. Era este un estilo de ejercer la política en el
cual, entre los líderes, partidos y grupos democráticos, predominaba el interés
por resolver los problemas y las controversias, siempre inevitables,
dentro de un clima de concordia y unidad. Lo más importante era que las
pasiones no se desbordaran ni la ofuscación se desatara. Impulsados por este
“espíritu” se firmaron el Pacto de Puntofijo, los acuerdos obrero patronales
entre Fedecámaras y la Confederación de Trabajadores de Venezuela y el Programa
Mínimo de Gobierno, refrendado por los candidatos presidenciales en la sede del
Consejo Supremo Electoral el 6 de diciembre, víspera de los comicios del día
siguiente.
En la
actualidad no existe nada parecido al “espíritu del 23 de Enero”. Empezando
porque el régimen autoritario de Nicolás Maduro se encuentra firme, siendo
apuntalado por algunas de las dictaduras más agresivas del planeta (la china,
la rusa, la iraní, la cubana y la nicaragüense). La cohesión del régimen no
tiene, en contrapartida, la unidad monolítica de las fuerzas que lo adversan.
Al contrario, lo que se nota en este campo es una gran división. Se observa a
quienes militan o simpatizan con alguno de los numerosos grupos opositores; a
quienes, siendo críticos del régimen, no forman parte de ninguna facción ni les
atrae ninguna de ellas; y a quienes teniendo una visión diferente a la del
gobierno, no se interesan por la política, sintiendo aversión por ella.
Junto a estos grupos se hallan los “alacranes”: la “oposición” oficial. Esa que
es alentada y financiada por el propio gobierno con el fin de estimular la
confusión y crear el espejismo de que en Venezuela sí existe una democracia con
una oposición sensata y racional.
Será
en ese ambiente variopinto –en el cual aparecen outsiders inventados
de forma interesada por algunas encuestadoras o existen aspirantes negados
tozudamente a la cooperación técnica del CNE– donde se llevarán a cabo
las primarias y los comicios presidenciales.
Por
todo esto resulta tan importante –como dice Gerver Torres– que las primarias
traten de garantizar la propia gobernabilidad y continuidad de la oposición. La
unidad opositora podría esfumarse si quienes impulsan las primarias no
asumen plenamente lo que estas significan. Las primarias son unas elecciones
entre candidatos que comparten o tienen posiciones comunes sobre los asuntos
cruciales que afectan a la sociedad de la que se trate. Sus posturas
fundamentales son comunes frente a la de los adversarios. Las diferencias entre
ellos son menores a las que los separan de sus oponentes. Quienes participan en
unas primarias, por lo tanto, lo hacen bajo la convicción y el compromiso de
apoyar a quien resulte ganador, pues ese aspirante es quien, de acuerdo con los
resultados de la consulta, mejor representa las posiciones de todos ellos.
La
meta de utilizar las primarias para promover la organización y movilización de
los ciudadanos críticos –como propone Gerver– y, además, elegir el candidato
opositor y, en gran medida, el liderazgo democrático, se desvanecerá si esa
consulta, en vez de promover la conciliación, se convierte en un campo de
batalla donde se baten en duelo los egos y las vanidades personales.
Un
acuerdo de coexistencia pacífica se hace aún más perentorio porque en el
pelotón de quienes lideran las encuestas para ganar las primarias se
encuentran varios dirigentes que no pertenecen al G3, ni han recibido la venia
del gobierno. Las inhabilitaciones que pesan sobre Juan Guaidó y Henrique
Capriles solo podrán levantarse si la negociación con el gobierno se
realiza en bloque y de forma compacta.
Por el
bien de la democracia, la oposición necesita con urgencia un pacto de
coexistencia pacífica. Un código de conducta. ¿Es posible? ¿Habrá quien lo
promueva?
Trino
Márquez
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico