La democracia se soporta sobre una máxima fundamental: un ciudadano debe ser equivalente a un voto. A esto se reduce el ámbito del derecho en materia de soberanía y sufragio popular. Todos debemos ser iguales ante la ley por lo tanto, cada individuo tiene derecho de expresar su opinión electoral válida con el mismo peso que pueda tener cualquier otro individuo. Y aunque esta máxima se haya violado y se viole en muchos lugares del mundo, incluyendo aquellos donde la democracia es el signo característico del sistema político, por algunos personajes que «compran» o «preñan» las urnas de votos adicionales, éstas han sido las excepciones a la regla.
Pero, porcentual e históricamente hablando, el ejercicio del voto es un acto mucho más emotivo que racional. Las electores se dejan llevar por sus emociones y por las tendencias de opinión pública. En las últimas décadas con la aparición de las redes sociales y las nuevas tecnologías de la comunicación, el principio de un elector igual a un voto ha sido sustituido por un ejército de bots operados desde laboratorios de información y desinformación que han incidido extraordinariamente en la mente del elector con profundos impactos electorales. Ya lo hemos venido observando en los cambios culturales asociados al ejercicio de la política.
Pero ahora, este fenómeno va mucho más allá, porque ha llegado para quedarse la denominada inteligencia artificial (IA). Aunque Italia y otros gobiernos del mundo estén manifestando su preocupación acerca de los impactos que esta tecnología pueda tener, ya es prácticamente imposible detenerla. La inteligencia artificial va a poner los algoritmos al servicio de las campañas electorales con una magnitud sin precedentes en la historia humana. La IA va a elegir presidentes y va a cambiar muchas cosas que se pierden de vista en el estatus actual de la civilización global.
Ya varios líderes políticos y empresariales han venido alertando sobre el avance de la IA como un peligro latente para la humanidad. Joe Biden expresó sus temores sobre el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) para los usuarios y la seguridad nacional durante una reunión del Consejo de Asesores sobre Ciencia y Tecnología del Presidente (PCAST, por sus siglas en inglés). Y, paradójicamente, Isaac Asimov en 1955, publicó su relato Sufragio Universal. Allí describe cómo la primera democracia electrónica utiliza el computador más avanzado del mundo (Multivac) para decidir el voto de toda una nación, con la intervención de un único votante humano. Adelantándose a un fenómeno que puede tener repercusiones demasiado peligrosas. Algunos la han denominado la «bomba atómica de los algoritmos» para dimensionar el alcance que esto podría tener en los años venideros en toda la política y geopolítica mundial.
Hemos visto ya en vivo y directo la utilización de la tecnología en campañas electorales y procesos de votación. Hasta ahora, han sido los humanos los que han llevado la batuta porque manejan la programación de las máquinas, pero ¿podrá seguir siendo esto así en el futuro? La IA puede ofrecer posibilidades casi hasta el infinito, mientras sea programada las amenazas serán humanas pero cuando se pueda programar a sí misma, quizás pudiéramos llegar a lo esbozado por Asimov acerca de la máquina Multivac que votaría por todos. Este tema será una constante en los próximos años, sin duda alguna. ¿Qué tan lejos podrá llegar la IA? ¿Y nosotros con ella? Los profetas de la tecnología deberán respondernos pronto.
https://efectococuyo.com/opinion/la-inteligencia-artificial-en-la-politica/
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