Miguel Henrique Otero 30 de abril de 2023
@miguelhotero
El
régimen ilegal, ilegítimo, fraudulento y sistemático violador de los derechos
humanos encabezado por Nicolás Maduro, ha anunciado —23 de abril— cuáles son
sus condiciones para continuar con la Mesa de Diálogo en México, lo que
significa que ha sembrado de nuevas e imposibles exigencias el camino que
debería conducir a la convocatoria de elecciones. Si estos reclamos sin
fundamento son algo más que bizarros gestos propagandísticos y, en efecto,
tienen las desquiciadas pretensiones que enumeraré en el siguiente párrafo, hay
que entender que el régimen ha instalado la bomba de tiempo que hará estallar,
en cualquier momento, la posibilidad de elecciones en Venezuela, en 2024, a la
que tantos gobiernos están apostando.
Dice la cartilla de exigencias: uno, que se suspenda el proceso de investigación en la Corte Penal Internacional. Dos, que sean levantadas “todas” las sanciones, lo que en realidad quiere decir, aquellas que afectan a los delincuentes del régimen. Tres, que le “devuelvan” en lo inmediato el dinero y el oro retenido en instituciones internacionales (como sabemos, la desesperación se debe, en esta coyuntura, a que el desfalco liderado por Tareck el Aissami ha dejado al gobierno en una precaria situación financiera). Cuatro, que se conceda la libertad al estafador Alex Saab, uno de los principales socios del régimen, preso en Estados Unidos. Me detendré, en este artículo, solo en la primera de las aspiraciones, la más absurda y extrema de todas: que la Corte Penal Internacional paralice las investigaciones en curso por crímenes de lesa humanidad.
En el
Estatuto de Roma, el instrumento legal que formalizó la creación de la Corte
Penal Internacional, hay un artículo —número 16— que establece que solo el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas puede pedir la suspensión temporal de un
proceso, por un lapso de 12 meses. Si se intentase alargar la suspensión,
tendría que volver a realizar el mismo procedimiento. ¿Y qué tendría que
ocurrir para que el mencionado Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
—insólitamente, ahora presidido por Vassily A. Nebenzia, representante de
Rusia, país invasor de Ucrania, cuyas fuerzas militares han cometido
innumerables y abominables crímenes de guerra—, qué tendría que ocurrir,
repito, para que el Consejo ordene paralizar un proceso de la Corte Penal
Internacional?
Tendría
que invocarse el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, de forma
particular, el argumento de que la estabilidad o la paz, a gran escala, podría
ponerse en peligro, a consecuencia de la continuación del proceso. En el caso
venezolano sería tan descabellado como esto: detener la acción que tiene como
objetivo investigar y castigar crímenes de lesa humanidad —persecución
política, secuestros, desplazamientos forzados, desapariciones igualmente
forzadas, detenciones irregulares, violaciones del debido proceso, tortura
física y psicológica, extorsión y acoso a los familiares de los presos
políticos, asesinatos, violencia sexual y una extensa lista de abusos
sistemáticos y recurrentes del régimen de Maduro en contra de ciudadanos
indefensos—, abusos que continúan cometiéndose. Esto es medular: se trata de
crímenes que no han dejado de producirse, que no se castigan, que no se
reconocen y que el régimen ejecuta en estatuto de total impunidad. ¿Detener la
acción que podría impedir que estos hechos continúen cometiéndose?
A lo
anterior hay que añadir todavía razones procesales y morales más poderosas, que
no podrían ser desconocidas, y que fueron ampliamente expuestas por Karim Khan,
fiscal de la Corte Penal Internacional, quien el 30 de marzo publicó el
documento “La situación de la República Bolivariana de Venezuela 1”, en el que
responde a los argumentos del régimen encabezado por Nicolás Maduro, y ratifica
que hay “una base razonable para creer que se han cometido crímenes de lesa
humanidad en Venezuela, que son graves y demandan enjuiciamiento”.
En su
respuesta, el fiscal Khan no solo ratifica la competencia que su despacho tiene
para conocer el caso venezolano, sino que se refiere, en concreto, a la etapa
que se inició en abril de 2017 —y que se ha proyectado hasta nuestro tiempo—,
donde miles de activistas de la oposición política han sido perseguidos y
puestos en prisión sin fundamento legal; de esos miles, una parte ha sido
sometida a torturas, tratos degradantes, abusos físicos y psicológicos,
incluyendo la violación sexual. Esta frase, copiada del informe, no deja lugar
a dudas: “Las víctimas fueron presuntamente sometidas a actos de violencia,
incluyendo palizas, asfixia, casi ahogamientos y descargas eléctricas que
resultaron en graves daños a su bienestar mental y físico”.
Tan
relevantes como lo anterior, como tanto se ha insistido, es que estos casos no
constituyen hechos aislados, accidentales, fallos puntuales cometidos por los
organismos policiales y militares. De lo que estamos hablando, y así lo
entiende la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, es de hechos
planificados, programados, sistematizados, recurrentes, alentados o aprobados
por la cúpula del régimen, por los integrantes del gobierno. Hay que recordar e
insistir en que estos ataques se han hecho en contra de personas indefensas,
desarmadas e inocentes, y añadir que, en la ejecución de los mismos, se han
utilizado fuerzas y recursos desproporcionados, no solo contra los detenidos,
sino también en contra de familias —niños, menores de edad, adultos mayores—,
vecinos, miembros de la comunidad, abogados defensores y profesionales de los
medios de comunicación.
¿Hay
que añadir algo más? ¿Es necesario acaso? Y aunque es más que suficiente,
todavía debo anotar aquí que la Fiscalía de la Corte Penal Internacional sabe
que el régimen no ha dado demostración alguna de arrepentimiento; no ha
expresado consideración hacia las víctimas, ni intención de cambiar sus
políticas, ni de castigar a los culpables, no de iniciar procesos judiciales,
ni de establecer políticas de reparación a las víctimas y a sus familiares.
Nada. Peor que eso: Cabello convoca a un grupo de los torturadores a su
programa, los elogia, los muestra a cámara, los invita a ratificar su lealtad a
los principios del régimen: un modo de advertir a la población venezolana que
continuarán torturando.
Miguel
Henrique Otero
@miguelhotero
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