NAKY SOTO 08 de junio de 2023
@Naky
Desde Lula hasta políticos venezolanos
asumen que toda la estrategia por el poder se basa en narrativas y versiones
parciales de la realidad. Vamos a mostrar dónde se equivocan y cuánto poder
tienen los ciudadanos cuando saben contrastar lo que se cuenta con lo que
ocurre.
El
presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, intentó relanzar la
semana pasada a la Unasur, una alianza regional que vuelva a proyectarlo como
un líder capaz de lograr acuerdos y cambios. Es notable ‘pero’ su ejercicio de
diplomacia residió en el trato diferenciado que le otorgó a Nicolás, como si no
se tratara de una persona investigada por la comisión de crímenes de lesa
humanidad bajo su mandato, condición que aceptó el día que firmó el acuerdo de cooperación con el fiscal de
la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Kahn, en marzo de
2022. Un año después, Nicolás acusó a Kahn de “usar la justicia con fines
políticos”, y aseguró que presentó ante la CPI “un sólido documento que
desvirtúa todas las falacias de la agresión mediática«, una mención que le da
coherencia a las recientes palabras de Lula. Los poderosos creen que su versión
es la única sobre la mesa.
“No
hay narrativa que desmienta la miseria. Somos un país distinto, con otras
demandas”
El régimen como medio
Para
blanquear la imagen de Nicolás y reinsertarlo en la escena internacional, Lula
dijo el lunes 29 de mayo que no existe el autoritarismo en Venezuela, que eso se trata de una
“narrativa que han construido”, indicando luego a su homenajeado que: “Ustedes
tienen como medios deconstruir esa narrativa”. En contraprestación, y a pesar
de los diarios y prolongados cortes del servicio de electricidad que se
sufren en Venezuela, Nicolás le ofreció energía a Brasil. Es probable que Lula
no previera la reacción negativa que sus complicidades con Nicolás generaron en
el resto de sus invitados, pero las violaciones a los derechos humanos en Venezuela son
inocultables, e incluso si quisieran minimizarlas, la emergencia humanitaria y
la migración masiva son un par de indicadores que han golpeado duramente a la
región. Las víctimas caminan por el continente. Tanto el presidente de Uruguay, Luis
Lacalle Pou, como el presidente de Chile, Gabriel
Boric, contrariaron las palabras de Lula sobre el autoritarismo y la
violación de los DD.HH. en Venezuela. Pocas horas después, unos escoltas de
Nicolás agredieron a periodistas en Brasil. Si eso ocurre
con cámaras encendidas en el extranjero, cualquiera puede deducir qué ocurre en
su país en medio de la censura.
Las
palabras de Lula
La
misma semana del desagrado generalizado que causó el esfuerzo de Lula a favor
de Nicolás, el candidato Henrique Capriles repitió ante el Atlantic
Council una idea similar en torno a los relatos al pedirle a EE.UU. (como si
estuviese celebrando una videollamada con Joe Biden y no con un think
tank), salir
«de una retórica que no da para más» para “mover el tablero” político
en Venezuela. El medio digital Monitoreamos citó estas palabras en un tuit que
logró más de 533.000 vistas. El candidato decidió responder desde su
cuenta personal en Twitter a las 3:48am del 31 de mayo acusando al medio de
tergiversar sus palabras y además lo comparó con Venezolana de Televisión. VTV
es el principal canal de propaganda del Estado, desde su pantalla se ataca a
personas y organizaciones que se consideran disidentes políticos. Es tan grave
la falsa equivalencia como la reacción desproporcionada ante una cita
periodística acompañada de un video en el que puede verificarse que dijo lo que
citan. Pudo criticar el tratamiento de su declaración y en consecuencia pedir
un derecho a réplica, pudo haberse explicado mejor en lugar de usar metáforas
fallidas, pero prefirió agredir a un medio libre.
Opinar
no es agredir
Critiqué
la similitud de los términos utilizados por Lula y
Capriles, narrativa y retórica, que a la par se cotejan con el sempiterno
argumento de Nicolás sobre “la agresión mediática”, porque no es coherente
demandar a Estados Unidos la dinamización de un tablero trancado porque así lo
ha querido el chavismo, bajo las condiciones de sumisión que están exigiendo, y
porque no hay forma de probar que ese incentivo promoverá algún cambio en el patrón
de ejercicio de poder. En Venezuela el abuso es continuo y aligerar presiones
internacionales no garantiza que dejen de abusar. En la negociación, las dos
partes no tienen igual poder, mucho menos si la oposición está fracturada en
fracciones que han cedido ante las exigencias de Miraflores. Las cosas se hacen
como ellos quieran, cuando ellos quieran y hasta que ellos quieran. Por
escribir eso, fui agredida por simpatizantes y empleados, pero voy a insistir:
la libertad de expresión nos habilita para hablar de lo que queramos, incluso
en un sistema cercenado por la censura. Pero eso sí: si tienes que explicar a
decenas de cuentas en redes “lo que quiso decir” tu candidato, el error lo
cometió él, no quien lo interpretó.
“Los
ciudadanos tenemos el derecho a ser beligerantes, a oponernos a la mediocridad
y a demandar transparencia”
¿Qué
les pasa?
La
mañana del 1º de junio, Capriles repitió la agresión como ‘método de defensa’,
esta vez contra la
abogada y escritora Thays Peñalver, lamentando que escribiese sobre una
supuesta tergiversación de su declaración. Le recordó que tiene el derecho a
decir lo que quiera, pero sometiendo tal derecho a lo que él estima que es
verdad. Esto además se inscribe en una secuencia de ataques entre opositores,
tal que: hace una semana la presidenta de Primero Justicia (PJ), María Beatriz
Martínez, comparó a Yon Goicochea con Diosdado Cabello; Capriles
comparó a un Monitoreamos con VTV, y también este viernes Goicoechea comparó a PJ con el chavismo, una práctica que los
lesiona a todos ellos, pero también a los votantes y a la elección primaria.
El
riesgo de la continuidad
Las
falsas equivalencias con el régimen son gravísimas. Es un argumento pobre que
va demostrando en público, en redes, que la oposición carece de canales de
comunicación interna para dirimir sus conflictos. Entiendo que la oposición ha
pasado por todo tipo de vejámenes y persecuciones. Somos testigos y víctimas de
la inversión sostenida del régimen por quebrarlos, separarlos y convertirlos en
sus peores versiones, y eso sirve para darle contexto a la poca civilidad con
la que han enfrentado públicamente sus diferencias y rencores. Pero hay que
estar alertas. Nuestro baremo ‘opositor’ hoy también incluye ofertas de políticos
prêt-à-porter (a la medida del poder), ambos ladistas (los que reparten la
culpa de la crisis entre el régimen y la oposición), y los alacranes, los que
traicionaron abiertamente a la causa democrática. Ya es demasiado ruido como
para verlos fracturarse más. La legitimidad que pudiera obtener la persona que
resulte electa en la primaria (si acaso ocurre la elección), depende de los
acuerdos que logren los partidos opositores que quedan. Si no construyen
acuerdos, no importará celebrar una primaria ni quién la gane, porque es obvio
que no contará con el franco apoyo del resto, facilitándole así la continuidad
en el poder a un régimen nefasto.
Las
expectativas
Sin
medios masivos libres no es posible reconvertir a ciudadanos decepcionados en
fieles seguidores de las líneas maestras que decida un político. Tiene que
aprender sobre los nuevos espacios digitales en los que la gente se está
informando. A diferencia de los antiguos medios, las redes permiten a los
ciudadanos enterarse de lo que pasa, pero también abren el compás para opinar,
discrepar e interpelar. Cada persona teje su red y allí se incide sin
imposiciones. Lo político dejó de ser unidireccional y la relación
con el poder y la opinión también, por eso es un error demandar la disciplina
cívica que no demuestran cuando se agreden. Si además esperan disciplina sin
críticas, mientras pagan publicidad en redes para ser más visibles, entonces
quieren a los ciudadanos que los acompañaron en 2012 y 2013. Pero así,
estáticos en el tiempo. Como si no hubiese pasado nada. Dejan por fuera a las
víctimas de 2014 y a los que fueron asesinados, heridos y arrestados en 2017.
Borran a los golpeados por la crisis económica, los rotos por la migración y
los que perdieron la democracia. No hay narrativa que desmienta la miseria.
Somos un país distinto, con otras demandas.
2024
es ya
Quieren
lo que no construyen, porque no están tendiendo puentes con una circunstancia
distinta, marcada por la pobreza, la desigualdad, la decepción y la
desesperanza. Porque no hay una oferta que puedan hacer hoy que no hayan hecho
antes, para incumplirla y luego no rendir cuentas. La existencia de la crítica
en redes no la van a resolver usando el mismo razonamiento y las formas de
quienes reprimen para imponer silencios. Eso es absurdo. Si no le dan contexto
a lo que vivimos, si no son capaces de ponerse de acuerdo, sólo nos demostrarán
que en su imaginario la democracia es accesoria y que los millones de
venezolanos urgidos de cambios estructurales no están en su razón para
concursar y tratar de ganar.
Porque
sí
Los
ciudadanos tenemos el derecho a ser beligerantes, a oponernos a la mediocridad
y a demandar transparencia. Este régimen es calificado como una dictadura
porque existen estándares para denominarlo así, revisen los datos
sistematizados por la Misión de Determinación de los Hechos y la CPI. Una dictadura no se acaba por un cambio de relato,
un reenfoque o una limpieza reputacional, cuando sigue sin haber separación de
poderes ni Estado de Derecho. Los crímenes de lesa humanidad lamentablemente se
miden en vidas, vidas que nos arrancaron, vidas que huyeron, vidas marcadas,
vidas truncadas… ¿y quienes aspiran al poder se van a esforzar por lastimarse
en lugar de construir acuerdos?, ¿así pretenden crear el clima para celebrar
una primaria que legitime a una persona como representante de todos los
factores de la oposición que queda?, ¿o es que no quieren que se celebre la
primaria y esperan imponer a alguien por “consenso” aunque se estén desguazando
en redes sociales?
Hablen
claro, ya saben, por
la narrativa.
NAKY
SOTO
@Naky
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