Marta de la Vega 04 de julio de 2023
La
posibilidad de que el régimen de Maduro en Venezuela sea derrotado y que el
país vuelva a ser democrático depende de varios factores y no se puede predecir
con certeza el resultado. El respaldo de gobiernos como los de Rusia, China,
Cuba, Irán, Siria y Turquía, para citar a los más sobresalientes representantes
del bloque antioccidental y supuestos enemigos de Estados Unidos, además de
proyectos de cooperación firmados con estos regímenes autocráticos y hasta con
Corea del Norte, la mayor parte de las veces sin respeto de la Constitución, ha
brindado apoyo político, económico, militar y diplomático al régimen
dictatorial madurista y así ha contribuido a su sostenibilidad.
También ha convertido Venezuela en un peón de ajedrez, a la vez territorio tomado por grupos narcocriminales y terroristas extranjeros y campo de guerra o cabeza de puente en el escenario geopolítico mundial de los enfrentamientos entre las grandes potencias por expandir sus zonas de influencia en América Latina.
En
este horizonte, no es fácil quebrar la inercia de vocación totalitaria de la
camarilla militar civil que domina todas las instituciones y que encabeza
Maduro para permanecer en el poder, aunque sea un mandato usurpado cuyos
métodos brutales de represión revelan una dictadura espantosa. Tampoco es
asequible una dinámica reivindicadora y de resistencia con el 96% de la
población en condiciones de pobreza que lucha a duras penas por sobrevivir en
una crisis humanitaria compleja que se alarga por varios años sin cambios
significativos en el horizonte. Esto, pese a los esfuerzos de organizaciones no
gubernamentales y agencias multilaterales supranacionales para combatir sus
secuelas más graves.
Sin
embargo, es importante tener en cuenta que las dinámicas políticas y sociales
pueden cambiar y los regímenes autoritarios no son inquebrantables.
Históricamente hay ejemplos de países que han logrado transiciones democráticas
incluso cuando estaban respaldados por potencias antidemocráticas.
Para
que ocurra un cambio hacia la democracia en Venezuela, aunque ha habido durante
muchos años manifestaciones ciudadanas que no obtuvieron los resultados
esperados, sigue siendo crucial la movilización de la sociedad civil.
El
camino electoral, pese a dificultades y obstáculos, es una oportunidad de
aglutinar fuerzas y cambiar de manera tangible la correlación entre el
conglomerado chavista y las fuerzas democráticas. La unidad de diversos
sectores políticos es otro factor clave, así como la presión interna y externa
y el apoyo internacional.
La
decisión inconstitucional y arbitraria de la contraloría madurista, nula de
toda nulidad siguiendo los artículos 49 de la Constitución y 19.4 de la Ley
Orgánica de Procedimientos Administrativos, como sostuvo Román Duque Corredor, al inhabilitar a María Corina Machado por quince años más, es un crimen
de lesa humanidad por artículos 7.1.h y 7.2 del Estatuto de Roma. Si
el funcionario Amoroso no la revoca, de acuerdo con el artículo 83 de la LOPA, es
corresponsable de tal delito. Solo una sentencia firme en un juicio penal
puede inhabilitar políticamente a un ciudadano (artículo 42 de la
Constitución).
El comunicado de la Comisión Nacional de Primaria ante
este fraude inaceptable, es muestra valiente de precisión jurídica y
desobediencia civil: «Tales sanciones no son un obstáculo para la participación
en la Primaria, como ha sostenido reiteradamente esa Comisión». La maniobra
impulsada por el «alacrán» Brito puede resultar un boomerang.
En
este sentido, la decisión tomada por la Corte Penal Internacional de proseguir
las investigaciones por crímenes de lesa humanidad en Venezuela es muy
importante. No solo es el reconocimiento a las víctimas de los atroces delitos
perpetrados de forma sistemática como política de Estado sino el
desenmascaramiento de la hipocresía madurista. Hasta el más alto nivel en la
cadena de mando hay deliberada responsabilidad de los funcionarios de Maduro,
incluso él, y no únicamente verdugos de bajo rango o quienes ejecutaron
directamente los crímenes de lesa humanidad, que no prescriben jamás.
No
basta este avance para mostrar al mundo civilizado la magnitud del horror a que
han sido sometidos sospechosos, disidentes o críticos de la estructura criminal
mafiosa que ha tomado por asalto el Estado y sus instituciones y ha saqueado el
tesoro nacional convertido en botín de hampones disfrazados de políticos o
servidores públicos. La consolidación de una coalición amplia y diversa que
comparta una visión democrática y esté dispuesta a trabajar en conjunto es
fundamental.
Marta
de la Vega
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