LUIS UGALDE 30 de septiembre de 2023
El
sacerdote jesuita y exrector de la UCAB realiza un importante llamado al
diálogo efectivo y bien orientado en el panorama político. Destaca las
consecuencias negativas que pueden surgir de un discurso opositor que se base
principalmente en el repudio excesivo y la persecución
Nadie
en su sano juicio defenderá que Venezuela va bien y que nuestro futuro deseable
viene de la mano de este “Socialismo del siglo XXI”. Por el contrario, unos y
otros deseamos el cambio. Las diferencias empiezan al definir ese cambio,
visualizar el punto de llegada y proponer caminos.
Entre los opositores que buscan el renacer de Venezuela en democracia, ninguno tiene la fuerza suficiente para derrotar al actual gobierno y conducir exitosamente la necesaria transformación y construcción del país. Por eso es imprescindible dialogar y llegar a acuerdos.
La
primera coincidencia de la mayoría venezolana está en el
rechazo a la actual situación con salarios y pensiones miserables, con
lamentables servicios de educación y salud pública, con la inversión productiva
moribunda, con los servicios de agua y luz en sobresalto y con más de siete
millones de exiliados y otros desesperados por emprender camino hacia el
doloroso destierro.
Ahora
tenemos la primaria para escoger un candidato opositor para la elección
presidencial del año que viene. Un candidato para el cambio. Incluso
el gobierno necesita un candidato para cambiar sin abandonar el poder retenido
desde hace un cuarto de siglo.
QUÉ
DIÁLOGO Y PARA QUÉ CAMBIO
El
punto de salida es la realidad que queremos cambiar y el de llegada, la
Venezuela recreada en lo político, económico y social, a partir de las
elecciones de 2024. Si nos domina el punto de partida prevalece el malestar, el
rechazo, la rabia y el deseo de castigo para los causantes. Por eso, la
primaria está marcada por el sello del rechazo y la rabia y favorece a la
candidatura que mejor encarne este repudio.
Pero a
medida que en nuestro ánimo y visión predomina el punto de llegada, la nueva
Venezuela que queremos construir, la rabia da paso a la reflexión, cálculo y
búsqueda de lo que necesitamos para lograrlo. Nos vemos obligados a
centrarnos en cómo sumar y multiplicar nuestras fuerzas y superar las enormes
carencias y obstáculos actuales para la recuperación de esta Venezuela tan
enferma que, a ratos, nos parece irrecuperable.
Aunque
todos estemos de acuerdo en la necesidad de diálogo, éste será muy
distinto si está dominado por el repudio de salida o por la búsqueda
para lograr la Venezuela necesaria con al menos una década de firme y exitosa
transformación.
Las
fuerzas electorales y políticas de la rabia son más fáciles de activar, no
requieren especialización y los aplausos son contagiosos. Lo
estamos viviendo en el panorama de las primarias. El problema está en que la
cólera que hoy desea castigo, mañana clama por soluciones inmediatas y las
fuerzas que exigen venganza no son fácilmente transformables en fuerzas de
construcción. Para lograrlo es necesario un liderazgo genial capaz de
cambiar rápidamente y desatar las conciencias y fuerzas de unos y de otros,
movilizados y aliados aportando lo mejor de sí para sumar y multiplicar. Acordar
incluso con aquellos que nos agraviaron y nos dañaron.
Si el
perseguido Mandela, luego de su triunfo en Sudáfrica, hubiera escuchado el
clamor y dado rienda suelta a la rabia para castigar a sus perseguidores y
discriminadores de ayer, no hubiéramos visto el exitoso milagro sudafricano,
solo posible con la unión de los enemigos de ayer para juntos crear un nuevo
país. Lo mismo se diga de Chile que emprendió la redemocratización garantizando
una larga permanencia del dictador Pinochet en el alto poder de la fuerza
armada. ¿Qué hubiera pasado en la democratización de España a partir de 1975 si
su agenda hubiera estado dominada por las cuentas pendientes de miles de
muertos, perseguidos y exiliados luego de la atroz guerra civil y de la
dictadura franquista? ¿Y qué hubiera pasado si tras la caída del “Muro de
Berlín” en la Alemania Oriental comunista, se hubieran concentrado primero en
arreglar las cuentas de la larga lista de los atropellos de la Stasi, policía
secreta del régimen comunista opresor?
Sin ir
más lejos, en Venezuela se produjo el milagro democrático a partir de
1958 porque AD, URD y COPEI enfrentados hasta provocar el aborto del
golpe militar en 1948 no hubieran superado una década después su mutuo
rechazo, creando alianzas, fidelidades y aprecios personales
indestructibles.
De ahí
que ahora, a menos de un mes de la Primaria opositora, unos y otros
tenemos que valorarnos por nuestra capacidad de diálogo eficaz para llegar a
acuerdos sorprendentes y una nueva dinámica constructiva. Lo contrario es
perpetuar el fracaso nacional. Este no es un reto solo para los
precandidatos, partidos y grupos electorales, sino que para el renacer
nacional es indispensable que cada quien aporte desde sus posibilidades y lugar
en la sociedad. Es el reto de la recreación de un país desde una
indiscutible ruina nacional.
Nos
urge dialogar desde ahora, superar traumas y agravios y generar confianza para
lograr una mil millonaria inversión productiva, internacional y nacional y
desatar las libertades políticas. Si no ponemos desde ahora toda
nuestra conciencia y nuestras fuerzas en activar ese espíritu de acuerdo entre
distintos, pasando por encima de los agravios, a Venezuela le espera un
doloroso futuro y seguirá vaciándose por sus fronteras.
LUIS
UGALDE
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