Marta de la Vega 02 de octubre de 2023
En
medio de los forcejeos legales y políticos del régimen actual venezolano,
usurpador y tiránico, para hacer imposible la elección primaria propuesta por
el conjunto de las fuerzas democráticas en una dirección unitaria a fin de
escoger a quien enfrente el oficialismo en los comicios presidenciales
previstos constitucionalmente para diciembre de 2024, ha resurgido la esperanza
de que es posible lograr una transición hacia la democracia.
En un país arruinado, martirizado por las carencias y precariedades para la mayoría de la población, un grupúsculo privilegiado se ancla en la opulencia y despliega su vida y quehaceres en medio de suntuosos lujos, objetos, ropa, carros y casas exhibidos sin pudor, integrado por algunos «enchufados» y oportunistas que han sucumbido a las prebendas y el saqueo de las arcas públicas junto con altos funcionarios del gobierno de Maduro.
Hay
otros que empujan con voluntad titánica emprendimientos para vencer los efectos
de la crisis compleja, múltiple y sistémica de la economía, pese a los riesgos
enfrentados que terminan por quebrar muchas de estas iniciativas.
Por
último, muy pocos, que podríamos llamar «ricos de cuna», tratan de sobrevivir
con sus actividades comerciales y empresas productivas frente a los embates de
control y fiscalización del poder dominante en Venezuela.
La
falta de cohesión de quienes se consideran opositores hace que, para nuestro
asombro, integrantes de las cúpulas del sector privado, hagan el juego a la
dictadura y aboguen por la eliminación de sanciones que, si bien afectan en
ciertos sentidos a la población, no son la causa del éxodo de casi ocho
millones de personas ni estuvieron a la raíz de la catástrofe humanitaria
compleja que enfrenta el país y atenaza la existencia diaria de muchísimos
venezolanos. Son muy posteriores y justificadas ética, económica, social y
políticamente, con poderosos argumentos y razones que las provocaron.
Lamentablemente
la coyuntura mundial con la guerra en Ucrania a causa de la invasión del
gobierno de Putin, obsesionado por recuperar la potencia imperial rusa y aliado
cercano del gobierno de China, enfrenta hoy a los países de la Unión Europea y
a la OTAN contra el agresor a riesgo de una nueva conflagración de alcance
imprevisible por la amenaza nuclear del Kremlin y sus satélites, el más
inmediato, el dictador Lukashenko de Bielorrusia.
Por
otro lado, la deriva autoritaria y los llamados «socialismos del siglo XXI» que
se han instalado en América Latina no favorecen el respaldo de la comunidad
internacional para ejercer presión diplomática, continuar con sanciones
selectivas e individuales y brindar apoyo a los defensores de los derechos
humanos y a la sociedad civil venezolana. Se desvanece la solidaridad regional
como un factor importante en el camino de la restauración de la democracia en
Venezuela.
El
presidente de Colombia, Gustavo Petro, envuelto en gravísimos escándalos de
corrupción de sus más cercanos colaboradores que también lo salpican a él,
atiza el fuego al pedir que cesen las sanciones impuestas por la comunidad
democrática internacional a favor de la impunidad de Maduro y sus cómplices, no
solo acusados de corrupción sino de crímenes atroces y delitos de lesa
humanidad ante el tribunal de la Corte Penal Internacional de La Haya.
Lidiar
con un régimen inicuo en la situación política difícil que vivimos en Venezuela
es demasiado desafiante y desalentador. ¿Cómo enfrentar el desaliento? No ceder
a la desesperanza. Hay ejemplos de regímenes opresivos y sanguinarios que por
cambios internos o presión internacional fueron derrotados.
Pompeyo
Márquez decía que la solución a esta crisis múltiple del país iba a ser
inédita. L
a esperanza es un poderoso motor de cambio.
La
información confiable y la participación cívica son factores claves. El
autocuidado y la búsqueda de apoyo de familiares y amigos es crucial para
contrarrestar los riesgos de depresión y ansiedad por una situación prolongada
de tensiones e incertidumbre. En fin, proteger la seguridad personal dado que
estamos ante una amenaza permanente de represión política y mirar un cambio
positivo en perspectiva de largo plazo son decisivos para no desplomarse. No
hay solución fácil para un problema tan complejo como el de Venezuela.
Marta
de la Vega
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