Julio Castillo Sagarzazu 17 de octubre de 2023
@juliocasagar
Una
vez más, debemos comenzar esta nota con una cita de Sun Tzu: “El arte de la
guerra se basa en el engaño y la confusión del enemigo”. El horroroso y
sanguinario ataque terrorista de Hamás a territorio israelí sorprendió al que
hasta hoy se consideraba poseedor de los mejores servicios de inteligencia
militar en el mundo.
¿Es
que acaso la inteligencia judía no estaba al tanto? Pues diversas fuentes dicen
que sí, pero ocurrió algo que, mutatis mutandi, ocurrió a los europeos con
Hitler. Pensaban que los preparativos para una guerra eran solo eso:
preparativos, porque la potencia militar de sus adversarios le inhibirían de
realizar las operaciones en las escalas en que, tanto Hitler en aquella época
como Hamás en esta, terminaron haciéndolo.
Cuando Hitler hizo su primer movimiento militar: el despliegue en la Renania en 1936, en abierta violación del Tratado de Versalles, todos los líderes de las democracias europeas pensaron que era “echando vaina”, que nunca se atrevería a pasar de allí, porque no tenía capacidad militar de hacer algo de mayor envergadura.
Luego
se supo que las fuentes de inteligencia de Francia e Inglaterra estaban al
tanto de que el Führer había ordenado la movilización en contra de la opinión
del Alto Mando alemán y que la situación fue tan tensa que hubo la posibilidad
real de un golpe de Estado. Hitler, cuyas SS aún no pasaban de ser una guardia
pretoriana, llegó a un acuerdo con los mandos de la Wehrmacht y les ofreció
que, si un solo batallón francés se movilizaba, retiraría a sus tropas.
Eso
nunca ocurrió. Europa paralizada por la indecisión, con un liderazgo débil que
pensaba más “en las próximas elecciones, que, en las próximas generaciones”, no
hizo nada. Hitler reforzó su popularidad y los militares debieron reconocer su
liderazgo indiscutible.
Y
pensar que una sola orden a un batallón francés habría evitado probablemente la
peor tragedia de la historia de la humanidad.
Los
alemanes continuaron armándose ante la mirada indolente de la Europa
democrática que seguía pensando (o le convenia pensar) que Hitler jamás se
movería, más allá de lo “tolerable”.
Pasó
el tiempo y cuando ya se hizo evidente que su ejército era lo suficientemente
grande para amenazar la paz, resuelven Daladier y Chamberlain reunirse con él
en Múnich para regalarle los Sudetes Checoslovacos sin que los checoslovacos
fueran ni siquiera invitados a la reunión. Con eso, pensaban que calmarían el
expansionismo alemán. El video de Chamberlain agitando su papelito y diciendo
que habían conquistado 200 años de paz para Europa está en YouTube, como un
monumento a la ingenuidad y a la debilidad. La respuesta de Churchill fue lapidaria:
“Tendrán la humillación y tendrán también la guerra”.
El
arte de engañar de Hitler (que luego también engañó a Stalin) y el arte de
autoengañarse fue evidente. Hitler había logrado uno de sus más importantes
triunfos: que creyeran en su palabra.
Todas
estas cosas es bueno recordarlas hoy que se anuncia la reanudación de las
negociaciones en México, como un mecanismo para rubricar lo que teóricamente ya
Maduro y la Casa Blanca han acordado.
¿Hay
que oponerse a una negociación? Pero por supuesto que no (Churchill, por
ejemplo, nunca se opuso a negociar con Hitler, se opuso al vergonzoso e ingenuo
Tratado de Múnich).
Como
en aquel entonces, lo que hay que ver es cuál es el contenido de las
negociaciones. ¿Cómo quedará establecido el seguimiento de ellas? Y, sobre
todo, qué tratamiento se dará a algo muy importante: ¿cómo se reflejará en la
negociación y su seguimiento el ineludible hecho de las elecciones primarias de
la oposición?
Como
es notorio, María Corina Machado luce como la ganadora de las primarias e
igualmente aparece liderando la voluntad popular para las elecciones nacionales
contra el chavismo.
¿Cómo
soslayar este hecho? Es evidente que el ataque “endógeno” y “exógeno” a las
primarias tiene que ver con un plan para aminorar su influencia en esta
perspectiva, pero lo cierto del caso es que la fuerza legitimadora que ella
tendrá (lo cual es una condición sine qua non para una negociación ganadora)
deberá ser reconocida. Una de las condiciones para negociar exitosamente es
tener fuerza y hoy en Venezuela es ella quien es la titular de tal condición.
¿Habrá
alguna conciencia de esta nueva realidad en las negociaciones? ¿Están claros
quienes hoy negocian que deberá haber una nueva mirada y nuevos actores en la
continuación o administración de los acuerdos?
¿Participará
la comunidad internacional como garante de los acuerdos? ¿Las conclusiones que
la misión de la Comunidad Europea estableció para que unas elecciones en
Venezuela pudieran considerarse libres se tomarán en cuenta? ¿Habrá algún
mecanismo (no de “amigos” de Venezuela, sino de países con interés en que esto
se resuelva) para que los acuerdos se cumplan?
Es
cierto que hay elementos de debilidad en el gobierno: el fracaso en obtener
financiamiento fresco en China, su baja popularidad, el cambio de la
geopolítica electoral de la región, pero nada de eso puede hacernos caer en la
ingenuidad de engañarnos o dejarnos engañar.
Por
ahora, lo que tenemos a nuestro alcance, los venezolanos de a pie, es dar la
inmensa batalla para que las primarias sean exitosas y se legitime un liderazgo
que replantee la política unitaria y la estrategia que debe llevarnos a vencer
en las elecciones de 2024.
El 22
será clave. No nos engañemos ni nos dejemos engañar.
Julio
Castillo Sagarzazu
@juliocasagar
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