WALTER MOLINA GALDI 03 de octubre de 2023
@WalterVMG
“En Venezuela hace mucho tiempo terminó la
polarización entre ‘chavistas y opositores’, ahora hay una inmensa mayoría que
necesita, desea y trabaja por un cambio urgente, y un pequeño grupo que busca
mantener el statu quo. Los segundos, sabiéndolo o no, son cómplices de la
barbarie. ¿Sanciones? No, una política clara donde hay dinero, pero no para la
gente sino para la élite”.
Durante los primeros ocho meses del 2023 (enero – agosto), han cruzado la peligrosa Selva del Darién un total de 307.000 personas. Los venezolanos son más de la mitad de esa cifra (190.000), superando por mucho el total de los que cruzaron dicha ruta durante el año 2022 (250.000) y el año 2021 (133.000). Esto significa que, en lo que va de este año, más de 23.000 venezolanos han cruzado el Darién por mes, más de 790 por día, más de 32 por hora. Es un país que se desintegra y cuya crisis de migrantes y refugiados, de acuerdo con datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, ya supera los 7,7 millones; es decir, aproximadamente el 25% de la población total del país. Es una cifra oficial, pero, claro, se queda corta. Más tomando en cuenta que países como Colombia, Perú y Brasil (vaya trío de gobiernos) no dan números actualizados hace casi un año. Es una catástrofe humanitaria sin precedentes en la región.
Los
venezolanos huyen porque las dos “patas” que sostienen al régimen chavista
siguen dañando a la enorme mayoría del país: Una Emergencia Humanitaria
Compleja diseñada desde el poder con la intención de mantener sometida y
controlada a la sociedad, y la violación de derechos humanos como política de
Estado para silenciar, dañar, atemorizar y anular a todo disidente que “se
atreva” a alzar su voz.
“El
régimen venezolano se comprometió a reducir a la mitad la deuda de otros países
miembros de la Organización de los Estados del Caribe Oriental por más de 350
millones de dólares”
La
economía no “se arregló”, como la propaganda buscó vender, y no lo hizo porque
aquella falsa recuperación fue parte de un momento en el que el régimen (muy
resiliente, hay que decirlo) necesitó aliviar la presión económica mientras
reconfiguraba sus estructuras y surcaba caminos para enfrentar las sanciones.
El valor del dólar en agosto de 2022 rondaba los 6 bolívares, un año después
superaba ya los 30 bolívares. Economistas como Asdrúbal Oliveros, de la firma
Ecoanalítica, estiman que la tasa del dólar superará los 60 bolívares a finales
de año. Si hablamos de la inflación, hay estimaciones cercanas al 250%
acumulada al terminar este 2023.
Los
venezolanos, para resumir, no tienen dinero, pero el chavismo -y sus
replicadores de narrativa- solo encuentran una palabra para esa realidad
(repito, diseñada desde el poder): sanciones. Esa excusa gastada ya ha sido
absolutamente desmontada por los números y por la increíble fuerza de la
realidad. Pero, repasemos solo un dato, ahora que Nicolás Maduro decidió
volverse un “patriota” en defensa del territorio Esequibo cuando
durante 20 años, por mandato cubano, han entregado ese territorio: Solo durante
el último año, el régimen de Nicolás Maduro ha condonado más de 600
millones de dólares de deudas que, países como San Vicente y las
Granadinas y Belice, tienen con Venezuela. Países que son parte de la Comunidad
del Caribe (CARICOM) quienes apoyan y siempre han apoyado a Guyana en la
disputa con Venezuela.
En
abril de 2022 el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph
Gonsalves, anunció que Venezuela
le había condonado la deuda de 70 millones de dólares. Y en
diciembre, el
primer ministro de Belice, John Briceño, dio a conocer que había negociado con
Venezuela una reducción de más de 250 millones de dólares en la deuda petrolera
que mantenía su país bajo el mismo acuerdo de suministro de crudo
con condiciones de pago preferencial. Además, el régimen venezolano se
comprometió a reducir a la mitad la deuda de otros países miembros de la Organización
de los Estados del Caribe Oriental (OECO) por más de 350 millones de
dólares. Y, desde luego, no se puede olvidar que, mientras hay sectores en
Venezuela sin gasolina, a Cuba le llegan -regalados- los barriles de
petróleo sin falta.
¿Sanciones?
No, una política clara donde hay dinero, pero no para la gente sino para la
élite. Una élite que sigue cometiendo crímenes de lesa humanidad, tal como
describió recientemente la Misión Internacional Independiente de
Determinación de los Hechos sobre Venezuela de la ONU en su cuarto
informe. “Se siguen cometiendo graves violaciones de los Derechos Humanos.
Estos no son hechos aislados, si no una política de represión contra la
disidencia y oposición al gobierno”, declaró Marta Valiñas, presidenta de la
Misión, frente al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
El
informe se centra en dos áreas: (i) El aparato estatal y sus
mecanismos de represión y las restricciones del espacio cívico y democrático;
y (ii) La creación de la Dirección de Acciones Estratégicas y
Tácticas (DAET), de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) como continuación de
las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES); es decir, el mismo cuerpo asesino y
torturador, pero con otro nombre.
El
informe vuelve a mencionar los crímenes cometidos por el régimen de Nicolás
Maduro: Ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones
arbitrarias, tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, incluida
violencia sexual o de género, perpetradas desde 2014.
Los
actos de tortura y malos tratos contra la integridad física de las personas que
han sido documentados por la Misión para el periodo que abarca dicho informe,
citan, comprenden los siguientes:
- Golpes (sobre todo en
la cabeza, costillas, glúteos, testículos, piernas, y dedos de las
manos y pies).
- Suspensión de las
muñecas o tobillos.
- Asfixia con bolsas en
la cabeza, a veces rociadas con insecticida.
- Ingestión de bebidas
con estupefacientes.
- Exposición toda una
noche al aire acondicionado a baja temperatura con el cuerpo desnudo
recibiendo constantemente golpes y baños de agua fría.
- Descargas eléctricas
en los testículos.
- Quemaduras de
cigarrillo.
- Quemaduras químicas en
la cara.
- Inhalación de gases
lacrimógenos.
- Privación del sueño,
luz constante las 24 horas del día y música a todo volumen.
- Reclusión en régimen
de aislamiento prolongado o en celdas de castigo.
- Violación, amenaza de
violación.
Varias
de esas torturas son las que ha recibido el estudiante de Antropología de la
Universidad Central de Venezuela (UCV), John Álvarez, quien durante más de
48 horas estuvo en desaparición forzada hasta que, se supo, había sido detenido
arbitrariamente por los grupos represores del régimen venezolano por el solo
hecho de protestar por mejores condiciones en la Universidad. Durante un mes
entero ha recibido tantas torturas que, de acuerdo con lo informado
por el abogado Joel García, perdió la visión del ojo izquierdo, tiene
inflamado el riñón izquierdo y sufrió lesiones en la pierna derecha.
La
narrativa oficial frente a la inexorable realidad
Todo
lo relatado hasta este punto, que es apenas una parte de lo que ha hecho y
sigue haciendo la tiranía en Venezuela, son motivos más que suficientes para la
denuncia constante y para el trabajo, sin descanso, en pro de una transición a
la democracia, puesto que no hay forma de mejorar la vida de los venezolanos,
condenados a la miseria y la tortura, mientras aquellos que decidieron mantener
el poder por la fuerza, sigan allí.
Uso la
palabra “debería”, porque para muchos dirigentes y opinadores que, dicen, son
“oposición”, los crímenes de lesa humanidad, el dinero regalado cuando hay
niños muriendo de hambre, la corrupción y la falta de libertad de expresión, no
existen. No lo comentan. Lo ignoran deliberadamente. Algunos, usando la
desgastada falacia
de falsa equivalencia gritan “pónganse de acuerdo”, como si la
responsabilidad fuese compartida entre oprimidos y opresores.
Esos
mismos siguen la narrativa derrotista que sale de la sala situacional
de Miraflores, donde la elección Primaria, que les ha movido el tablero,
es constantemente atacada, desde adentro y desde afuera. Piden que los
candidatos ilegalmente inhabilitados se bajen, porque al poder hay que tenerlo
contento; piden que las reglas del régimen sean acatadas sin hacerles frente;
piden que no se hable de cambiar la realidad, ni tampoco de “presión y quiebre”
porque el statu quo les conviene, de alguna manera u otra.
Piden, por tanto, que nos rindamos ante la peor calamidad que le ha ocurrido a
Venezuela en toda su historia republicana: el chavismo.
La
frase “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los
propios oprimidos” es una reflexión de la filósofa existencialista
francesa Simone de Beauvoir. Esta cita proviene de su obra “El segundo
sexo” (1949), un libro seminal que exploró las cuestiones de género y la
opresión de las mujeres en la sociedad. Beauvoir argumentó que las mujeres
habían sido históricamente oprimidas, y que su opresión era sostenida en parte
por su propia aceptación pasiva de roles y expectativas de género impuestas por
la sociedad.
En el
contexto de esta cita, Simone de Beauvoir estaba señalando que la opresión no
se sostiene únicamente debido a la fuerza bruta ejercida por los opresores,
sino que también depende de que los propios oprimidos, en este caso las
mujeres, internalicen y perpetúen las normas y valores opresivos que les son
impuestos.
Ahora,
para hacer una analogía con aquellos que se han vuelto cómplices de los
opresores, replicadores de su narrativa (y posverdad), podemos aplicar el mismo
principio. El chavismo ha sido implacable, y en su versión “madurista” ha
aplicado con absoluta dureza aquella máxima de Pablo Escobar, “plata o
plomo”, así, varios han decidido, por miedo o por cooptación, contribuir a su
propia opresión al no resistirse, al colaborar con las estructuras de
poder o al justificar las acciones de los opresores.
Lo que
no saben o no quieren entender aquellos que han decidido ser parte del aparato
de propaganda y de la estructura represiva, es que, en regímenes como el
venezolano, nadie está completamente a salvo. Pueden ir, tranquilamente, a
preguntarle esto a Tareck
El Aissami. Hoy puede servirte repetir la narrativa del poder, podrás hacer
negocios y, tal vez, conseguir diminutas cuotas de poder, pero el cuchillo
siempre estará en tu nuca, porque sin libertad y democracia lo único seguro es
que tienes un número que, tarde o temprano, te va a tocar.
En
Venezuela hace mucho tiempo terminó la polarización entre “chavistas y
opositores”, ahora hay una inmensa mayoría que necesita, desea y trabaja por un
cambio urgente, y un pequeño grupo que busca mantener el statu quo.
Los segundos, sabiéndolo o no, son cómplices de la barbarie.
WALTER
MOLINA GALDI
@WalterVMG
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