Alfredo Coronil Hartmann 16 de octubre de 2023
El
mundo juega a perderse en el Medio Oriente de forma muy peligrosa y se halla en
la encrucijada de enfrentar al fin (y ¿para siempre?) a Hamás, porque ese es el
deber que la historia ha impuesto y no se puede sino ser absolutamente
solidario con Israel. En el otro frente, Ucrania se restea defendiendo su
soberanía, frente a una Rusia con los insaciables apetitos de los Romanov, pero
inspirada más por Yagoda y Lavrenti Beria o cualquier otro esbirro, que por
alguna creación o interpretación ideológica-sociológica de Marx o Lenin o Leon
Trotski.
Musulmanes e israelitas ofrecen su cotidiano programa de sangre y destrucción. Los latinoamericanos –y entre ellos nosotros los venezolanos– jugamos al Carnaval esperando las dádivas del régimen o la vulgar participación en algún guiso de oprobiosa factura. Hacia donde volvamos la vista el panorama es escabroso, deletéreo, engañoso. En todo caso, nada invitante o acogedor.
Entonces,
en este arroz con mango que hemos llegado a ser, llevados de la mano por
grasosas hetairas adiposas cuajadas de Louis Vuiton o Prada o alguna otra
etiqueta, pretendemos jugar y hasta retozar con unas elecciones primarias,
cuajadas de trampas y peligros, pero que asoman al menos un destartalado
horizonte de esperanza.
Frente
al engaño, a la estafa y todas las maquinaciones del tahúr es necesario usar la
fuerza. ¿Cuál fuerza? Pues la única que tenemos, ni tanques, ni aviones, ni
aceradas fragatas, todo eso lo tiene el adversario. Nuestra fuerza es la fe del
pueblo y la razón de nuestra causa, no hay más y tendrá que bastar.
El
venezolano es un gran pueblo, no voy a repetir el rosario de heroicidades que
eslabonan nuestra historia. Acertados y también muchas veces equivocados, hemos
marchado, bien o mal dirigidos, con valor y gallardía hacia un destino
escurridizo y ágil.
No se
trata de un concurso de primas donnas, ni poses, ni bailoterapias,
esto es lo único serio por lo que debemos votar el próximo domingo.
Las
primarias del día 22 próximo marcan una fecha, un destino inescapable, un
compromiso existencial. Hay que encararlas con coraje y decisión, como lo hará
María Corina Machado de frente y con coraje, sin desplantes, pero sin
“culipandeos”. Y así debe ser la respuesta de todas las fuerzas democráticas
del país. La meta es Venezuela rescatada, depurada, exorcizada.
Alfredo
Coronil Hartmann


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