“Los venezolanos aprendimos que hemos de depender fundamentalmente de nosotros mismos, de nuestro trabajo y emprendimiento; que tenemos que diversificar nuestras fuentes de riqueza. Eso no quiere decir que el petróleo no vaya a cumplir en un futuro un papel importante en nuestra economía, y ojalá podamos recuperar y expandir su producción sustancialmente, pero tendremos la oportunidad de hacerlo bajo una relación distinta con él y con el Estado”.
No hacen falta ni un dato estadístico, una fotografía o un testimonio más para describir la escala épica de la tragedia venezolana. Dicho, comprobado y sufrido esto, una pregunta pertinente es la de qué hacemos con esa tragedia además de, obviamente, tratar de terminarla, cuanto antes mejor. ¿Habrá algún partido o beneficio que sacarle a lo que nos ha ocurrido, cuando ello cese e incluso antes? Porque de las peores cosas que nos puede pasar después de sufrir una calamidad tan terrible es que no saquemos nada de ella, como lecciones y aprendizajes, que a veces valen mucho.
Hay numerosos ejemplos de individuos y naciones que le han sacado ventaja a cataclismos de algún tipo y ellos pueden servirnos de referencia para levantar nuestro espíritu y pensar en lo que podemos intentar hacer a partir de nuestra tragedia. La peste negra que devastó Europa en el siglo XIV, matando alrededor del 50% de su población, sembró las semillas del renacimiento europeo; un período de grandes transformaciones científicas, sociales y culturales. El espectacular resurgimiento de Japón después de la Segunda Guerra Mundial; y de Corea del Sur luego de la ruinosa guerra de la península coreana son otros ejemplos. Mas recientemente tenemos lo acontecido con el COVID-19 que afectó al mundo entero. Descubrimientos e innovaciones en los más disímiles campos de la organización laboral, de la medicina, de las telecomunicaciones le han seguido. A escala individual, se cuentan las historias de quienes experimentaron distintos tipos de crecimiento y desarrollo personal como consecuencia de la pandemia; descubrieron otras prioridades en su vida como la importancia de la conexión con familiares y amigos.
En el caso de Venezuela avizoro cuatro dimensiones en las que pudiéramos sacarle algún provecho a nuestra tragedia:
- Tierra arrasada. De nuevo, nadie quiere estar o sentirse nunca en situación de tierra arrasada. Pero si a uno le llega a ocurrir eso, tal vez lo mejor es pensarse a sí mismo como un arquitecto. Porque si algo le atrae a un arquitecto es un espacio vacío en el cual puede plasmar su visión ideal de cualquiera nuevo proyecto. Esto es, sin las restricciones que impone lo ya existente. Por eso ésta es la oportunidad de pensar y tratar de construir el mejor país que podamos imaginarnos y en ese sentido es tiempo de ser radicales en nuestras propuestas, sin tener que hacer excesivas concesiones a lo que fuimos.
- Una sociedad post petrolera, menos rentista. El petróleo nos aportó muchos beneficios, pero también nos marcó negativamente en algunos sentidos, especialmente por el control que el Estado ha tenido sobre este recurso. Ello determinó su absoluta prevalencia sobre el ciudadano y la sociedad en general. Con la quiebra del Estado y la devastación por parte del régimen de la riqueza petrolera, esa situación cambió radicalmente. Los venezolanos aprendimos que hemos de depender fundamentalmente de nosotros mismos, de nuestro trabajo y emprendimiento; que tenemos que diversificar nuestras fuentes de riqueza. Eso no quiere decir que el petróleo no vaya a cumplir en un futuro un papel importante en nuestra economía, y ojalá podamos recuperar y expandir su producción sustancialmente, pero tendremos la oportunidad de hacerlo bajo una relación distinta con él y con el Estado.
- Redescubrimiento y universalización del venezolano. En muchos sentidos, los venezolanos nos hemos redescubierto a nosotros mismos. Hemos aprendido sobre nuestras capacidades y habilidades que ni nos imaginábamos. Hemos dejado atrás narrativas que nos presentaban como gente floja, por ejemplo. Hoy sabemos de nuestra gran resiliencia individual y colectiva, de nuestro espíritu emprendedor, de nuestro valor. Los venezolanos tenemos hoy más razones para sentirnos orgullosos de nosotros mismos. Sobre ese venezolano en el cual nos hemos ido convirtiendo tenemos que seguir trabajando. Uno de los desarrollos más interesantes que estamos experimentando es el de nuestra universalización. La emigración masiva, sea la ya realizada por unos o la contemplada por otros, nos ha obligado a ello. El venezolano de hoy sabe más del mundo, ha aprendido otras lenguas, otras habilidades y conocido otras culturas. Nos podemos pintar hoy como resilientes, emprendedores y universales.
- Desengañarnos del populismo y del socialismo. Este ha sido un aprendizaje extremadamente costoso pero útil para la construcción de una sociedad libre y próspera. Debemos asegurarnos de que ese aprendizaje se extienda y profundice, que todos lleguemos a entender, hasta en sus más mínimas consecuencias y detalles, lo que es el socialismo y lo que todas sus variantes implica. Es por cierto una lección que debemos ofrecerle al mundo. Tal vez deberíamos posicionarnos internacionalmente como un museo del desastre socialista e invitar al planeta entero a que lo visite, para que conozca de manera directa aquello en lo que se puede convertir un país si persigue ese engañoso espejismo.
¿Ve usted amigo lector alguna otra ventaja que le podamos sacar a nuestra inmensa tragedia cuando esta termine o incluso antes? De nuevo, decir que le vamos a sacar partido a la tragedia no quiere decir que al final nos convenía que ella ocurriese.
https://lagranaldea.com/10/03/que-partido-podriamos-sacarle-a-nuestra-tragedia/
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