Ibsen Martínez 06 de noviembre de 2023
Cada
partido de la oposición venezolana participó en las primarias confiado en que
el prorrateo de votos no diese ventaja significativa a la ganadora y así poder
atarla en corto.
Ganar
las elecciones primarias de la oposición con tan abrumadora mayoría como la
lograda por María Corina Machado ha hecho risibles las fórmulas
condescendientes y el tono admonitorio, patriarcal, con que solían referirse a
ella los caciques de la oposición venezolana y sus analistas “independientes”.
La muestra demográfica consultada es enorme y la unanimidad del fallo en favor de Machado revelan la inanidad,¡y la ruindad!, de una delirante combinatoria de escenarios electorales que durante meses entretuvo frenéticamente a los sicofantes de Maduro, eternos invitados a fementidos programas de opinión de la radio y televisión privadas de este país con censura previa. El argumento predilecto era un sofisma en torno a la inhabilitación que, violando la Constitución, pesa sobre Machado.
Esta
privación de los derechos políticos de Machado emana de un aguachirle
emponzoñado que el régimen repartió y dio a beber a sus competidores.
“Seamos
realistas”, argumentaban estos, “para competir con Maduro el candidato opositor
debe estar legalmente habilitado. María Corina va a ganar la primaria como
Secretariat ganó el derby Belmont Stakes de 1973: con 17 cuerpos de ventaja
sobre el pelotón. Pero está inhabilitada.
Maduro,
por otra parte, es un dictador comme il faut y por nada en el mundo levantará
la inhabilitación de Maria Corina”.
La
propuesta de los espíritus “realistas” fue diseñar un protocolo que arbitrara
la sustitución de María Corina por un subrogado suyo, alguien que fuese potable
para Maduro. Si este hiciese todavía reparos al sustituto y lo inhabilitase
arbitrariamente, el impugnado abdicaría en favor de otro miserable y así,
sucesivamente, hasta dar con el pobre diablo que hiciese de comparsa del
dictador en un vergonzoso tongo electoral.
Esta
socarrona martingala ya había funcionado en las elecciones regionales de 2022 y
se basaba en el endoso automático y por iteración de los votos de un
inhabilitado en la cuenta de un potable. La premisa es dar por legítima la
arbitrariedad de la inhabilitación, una y otra vez, sin enfrascarse en una
inconducente retahíla de impugnaciones, hasta derrotarla por cansancio.
Este
feble “antídoto” contra la tiranía de Maduro parece salido de una novela de
dictadores sudamericanos como Tirano Banderas pero, créase o no, es todavía la
única estrategia electoral de la oposición.
Cada
partido de la oposición participó en las primarias confiado en que el prorrateo
de votos no diese ventaja significativa a la favorita de las encuestas. Aunque
Machado ganase la primaria, razonaban, necesitaría negociar el apoyo de los
demás partidos que, coaligados, podrían siempre atarla en corto, en obsequio de
Maduro. Sin la “maquinaría” de Acción Democrática, de Nuevo Tiempo y Primero
Justicia, María Corina no podría dar pelea a Maduro con posibilidades de éxito.
Hubo momentos en que el adversario pareció no ser Maduro sino Machado.
Lo anterior
da pábulo a la sospecha de que la Acción Democrática del mefistofélico doctor
Ramos Allup, junto con Primero Justicia —la formación de Henrique Capriles y
Julio Borges— y Nuevo Tiempo, partido del gobernador del Estado Zulia, Manuel
Rosales, señalado por muchos de ser connivente con el régimen, no son en el
momento actual, quiéranlo o no, más que partidos peleles de Maduro. Sea como
fuere, toda sabiduría convencional sobre la oposición venezolana saltó por los
aires el pasado 22 de octubre.
Entre
las consecuencias no previstas de las primarias está la revelación, sin
atenuantes ya, de la nula capacidad de movilización de las “maquinarias”
partidistas: estas no van más allá de producir vídeos de la calle mayor de una
población de provincia, repleta de extras acarreados. Su creatividad no supera
aún los eslóganes electorales de los viejos partidos durante el último tercio
del siglo XX. Los candidatos de las primarias trotaban gesticulando como lo
haría Carlos Andrés Pérez.
Por
otra parte, nadie en Venezuela encarna hoy mejor la disyuntiva existencial
latinoamericana entre democracia y tiranía que la díada de opuestos que hacen
María Corina Machado y Nicolás Maduro.
La
independencia, el desembarazo de Machado para actuar ante, por ejemplo, los
acuerdos de México, se ve subrayada por el hecho de que los partidos comisarios
de la oposición en esas negociaciones son los mismos que Machado acaba de
derrotar holgadamente en las primarias. Mal de su grado, son ellos los primeros
llamados a hacer cumplir la providencia, expresa en los acuerdos, de levantar
la inhabilitación de Machado.
Estados
Unidos condiciona la flexibilización de sus sanciones a que Maduro, hundido en
el sótano de todas las encuestas y con serios problemas en la cuenta corriente,
se abra a unas elecciones que, de ser limpias, perdería irremediablemente el
año que viene ante una mujer partidaria del mercado y de privatizar Petróleos
de Venezuela.
El
socialismo del siglo XXI hizo del petróleo, nacionalizado hace cincuenta años,
su emblema y su motor. Hoy, Venezuela ha visto saquear la empresa pública que
fue su orgullo.
Irónicamente,
quizá no haya promesa electoral más poderosa que ofrecerla en venta.
Nada
de esto era previsible a comienzos de este año. Pero según van las cosas, se le
ha hecho demasiado tarde a Maduro para zafarse de la fatalidad electoral que la
intrépida, y hasta hace poco, ninguneada perseverancia de María Corina Machado
ha logrado imprimir al actual trecho de nuestra historia.
Ibsen Martínez
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