Orlando Viera-Blanco 17 de enero de 2024
@ovierablanco
Paul
Tabori fue un psicoanalista húngaro que escribió “La Historia Natural de la
Estupidez Humana”. Para Tabori, un estúpido es una persona que no padece ninguna
afectación en su cerebro o sus capacidades mentales, es una persona normal,
pero que no razona adecuadamente por fallas imputables a la responsabilidad del
sujeto. A Papá no le gustaban algunas palabras [imbécil, bastardo, maldito,
idiota, estúpido]. Sólo las escuché decir para exigir que no las repitiera.
Pero me llamó la atención la obra de Tabori, por su profundidad y una semántica
elaborada para analizar la estupidez.
El
estúpido-alerta Tabori-no indaga, no escucha, no analiza. “Queda atrapado en las
trampas del ego-vanidad, soberbia, narcisismo o se deja vencer por vicios como
la pereza, la ira o la lujuria, incapaz de controlar emociones como el miedo o
la ansiedad, o en sentido contrario, la euforia”. En la política, la estupidez,
puede llegar a ser perversa y muy peligrosa.
Alacranes con apariencia de ardilla
En la
política ha surgido el fenómeno del alacrán. Es hincar ponzoña a sus
partidarios a sabiendas que la traición los hundirá a todos. Veremos en este
ensayo que es un acto de estupidez muy desdeñosa y servil. Porque servir de
mula para secuestrar partidos, inhabilitar o cohabitar “no se trata de una
incapacidad mental sino de una irresponsabilidad moral enteramente imputable”.
Carlo
Cipolla, en su obra “The Basic Laws of Human Stupidity” [Las leyes básicas de
la estupidez humana] dice que “la estupidez es por definición. Irracional […]
Las personas que actúan sobre una base racional tenderán siempre a subestimar
la relevancia de los estúpidos, tanto en su número como en el impacto de sus
acciones”. Así a la estupidez no damos crédito. Aquí reposa el peligro de los
estúpidos con apariencia de ardilla, laboriosos, buenos. Porque tal
irracionalidad vacía de ética es capaz de producir los más inadvertidos
trastornos en términos sociales y ciudadanos. Estos [los alacranes] que además
son asillas, sujetadores, gorgojos que parasitan con el establishment
dominante.
El
alacrán exhibe una de las características más elaboradas de la estupidez:
“ignorar las causas y consecuencias de las cosas”. Es la insensatez en pleno.
Ignorar que no significa desconocer. Ignorancia deliberada y criminal cuyos
actos de cooperación pérfida producen graves daños a la sociedad.
Ese
acto traidor de ignorar adrede, al decir del Dr. Feldmann [distinguido alumno
de Freud] es un divorcio entre el instinto y la razón, entre el pensamiento y
la intuición, que genera una negación primitiva y antihumana. Y se actua como
animales, como insectos, como alacranes, con una propensión tan maléfica que no
descarta su propia desgracia.
No es
un defecto del cerebro. Es un ego indómito
Bastará
un ligero examen para comprender que el estúpido no tiene un cerebro
defectuoso. Nos comenta Feldmann: “No es la boca del hombre la que come; es el
hombre que come con su boca. No camina la pierna; el hombre usa la pierna para
moverse. El cerebro no piensa; se piensa con el cerebro. Y el que no piensa con
el cerebro carece de mesura. ¿Qué es entonces un estúpido? El ser humano, nos
dice el Feldmann, “a quien la naturaleza ha suministrado órganos sanos, cuyo
instrumento raciocinante carece de defectos, a pesar de lo cual no sabe usarlo
correctamente. El defecto reside, por lo tanto, no en el instrumento, sino en
su usuario, el ser humano, el ego humano que utiliza y dirige el instrumento”.
Existe
un ego ‘bueno’ que si piensa. Que toma nota acertadamente de los deseos
instintivos sabiendo elegir qué hacer con ellos. El ser que domina su instinto,
lo amolda. El estúpido alacrán no controla su esencia malandrina. Lo hunde un
ego que le impide pensar. Al estúpido es fácil convertirlo en tonto útil porque
su pensamiento paralizado, inhibe sus emociones por los demás. Elimina el
instinto, aquel que impide ver la normalidad, la espiritualidad, la
discrecionalidad.
El
estúpido alacrán es incapaz de expresar su propio dolor por lo que no le
importa el dolor ajeno. ¿No es estúpida la traición cuando el traidor sabe que
las consecuencias de su apostasía lo pueden llevar igual o peor que al
traicionado? La inteligencia del ser humano nos permie expresar nuestra belleza
o nuestra oscuridad, nuestras virtudes o carencias; nuestro dolor con
discreción y sin blasfemia. Incluso un malvado-no estúpido-sabe expresarse,
manipular, piensa e intuye. No priva sus emociones por lo cual encanta. El
estúpido alacrán no se atreve a expresar su propio yo, su propio sufrimiento.
Prefiere infringirlo a otros, a sus propios aliados. Es taciturno, sigiloso,
torpe, porque su aparato pensante ha cesado al punto que no sabe ni sobrevivir.
Concluye
Feldmann: “el individuo estúpido no puede ver u oír directivas impartidas por
sus propios instintos”. ¿Existe vida más peligrosa que aquella incapaz de
controlar su propio yo, comprometiendo su propia existencia? Bienvenido al
reino de la estupidez
Nuestra
moderna corona de espinas: la duda
Dietrich
Bonhoeffer fue un teólogo alemán contra el régimen nazi hasta que fue capturado
por la Gestapo, encarcelado y ejecutado en un campo de concentración en 1945.
Mientras estaba en la cárcel no dejó de escribir y sus escritos se convirtieron
en el libro, Cartas desde la Prisión.
En una
de sus cartas elaboró lo que se conoce como la Teoría de la Estupidez de
Bonhoeffer. Explica cómo habría sido posible que una población educada y culta
se hubiese dejado arrastrar por la irracionalidad y maldad, hasta el punto de
enterrar sus principios éticos y religiosos, cooperar con el mal, denunciar a
sus vecinos, apropiándose de sus bienes o participando directamente en su
encarcelamiento o ejecución. ¿Historia parecida?. Según la teoría de la
estupidez de Bonhoeffer la estupidez llega a tope cuando no basta obedecer sino
favorecer. Es el salto a la anomia que alimenta el totalitarismo, a diferencia
de la dictadura, que se fundamenta en el terror. El estúpido que sabe que
coopera con una tiranía totalitaria y aterradora, cancela sus emociones y
cancela toda desobediencia ética. Diría Kant “es la confinación de la lógica
que cede ante las máximas presiones”. ¿Cobardía?
Hannah
Arendt profundizó el estudio del totalitarismo. Cita en su estudio el caso de
Lawrence de Arabia, sus descripciones sobre el imperialismo británico, y su
visión del caso Dreyfus bajo la óptica de Marcel Proust. Para Arendt , el
sentido de diversidad de un apasionado como Lawrence, podía controlar sus
instintos, obedecer sin cooperar, porque respetaba la capacidad del pueblo
árabe de vivir en la ensoñación, en la contemplación y la admiración por la
serenidad. Lawrence sometía su ego y articulaba. No era tonto. Menos traidor.
Arendt reconoce en el diplomático, arqueólogo militar y escritor [los siete
pilares de la sabiduría] como uno de esos “Caballeros del imperio” que, a pesar
de imbuirse en la cultura beduina, no renunció ser un engranaje entre la
civilización europea y el mundo árabe.
Escribió
Lawrence: “[Los aldeanos árabes] despreciaban la duda [de occidente], nuestra
moderna corona de espinas. No comprendían nuestras dificultades metafísicas, ni
nuestra introspectiva forma de interrogarnos” André Malraux sentenció que
Lawrence pertenecía al “linaje de los sueños”. “Quizás por eso nos cuesta tanto
entender su necesidad de vivir entre la ensoñación y la realidad, el frenesí de
la guerra y la serenidad de contemplación, el entusiasmo más puro y la
desolación más profunda.” Arendt veía en esta visión soñadora, lirica,
romántica, la virtud conductora a la más elevada razón del ser humano: la
pluralidad. “Al fin y al cabo todos somos iguales, somos seres humanos, y por
lo tanto no somos iguales a otros que haya vivido, vivan vivirán”. Este sentido
humanista de la igualdad es el gran pilar de la moralidad, de la piedad, del
respeto a la vida. La estupidez no sabe de eso.
Referido
al caso Dreyfus o Eichman, Arendt se pregunta: “¿Por qué el antisemitismo
encontró base para transformarse en una doctrina social? ¿Cómo el antisemitismo
pudo convertir al judío en una figura antihumana? ¿Cómo descendimos a niveles
de barbarie tan insólitos? ¿Por qué aceptamos un crimen de tal magnitud y por
qué después toleramos que se banalizaran sus consecuencias?”. Y nosotros, ¿por
qué aceptamos vivir así?
Debemos
insistir en este punto: Nos señala Tabori: “Estúpido no es el hombre que no
comprende algo, sino el que lo comprende bastante bien, y sin embargo procede
como si no entendiera”. ¿Acaso el alacrán no sabe lo que hace, no mide las
consecuencias? Creo que lo comprenden bastante bien. «Es [la estupidez] la
inteligencia defectuosa de hombres de talento. La percepción inmadura. La
escasa capacidad de juicio. La desatención, las asociaciones torpes, la mala
memoria. La torpeza, la simplicidad. La megalomanía, la vanidad. La temeridad,
la sugestionabilidad. La egolatría. La estupidez y la edad; la estupidez y el
sexo; la estupidez y la raza; la estupidez y la profesión; la estupidez, el
medio, el fin y el poder. La estupidez en la vida económica y social; en el
arte y la literatura; en la ciencia y la política.”
La
deslealtad en el amor-por ejemplo-se repite si no se va al fondo del origen. No
es el hecho desleal en sí, sino el desprecio de no importar la tragedia. Igual
que el desamor a la patria condicionado a socialismo y muerte. Parafraseando a
Feldmann. No es el corazón el que ama u odia. Es el hombre que no usa el
corazón para amar sino para odiar. Eichman sabía perfectamente las dimensiones
de su barbarie y las consecuencias de sus actos. Lawrence por su parte, mantuvo
sus lealtades imperiales sin porner de lado el linaje de los sueños beduinos.
Contenía su ego, sus dudas, por no perder su contemplación, su serenidad.
Mientras
los estúpidos nos colocan coronas de espinas en nuestra cabeza, ellos cooperan
hasta que el celestino los desecha…como los que usan para “entender” mejor a Hamas
que el derecho de Israel de vivir en paz.
Nuestra
lucha. Cuidado con los falsos héroes
Qué
decir de la estupidez de la idolización del héroe. El fundamento de todos los
gobiernos totalitarios. Ni siquiera los alemanes experimentan amor por la
tiranía y la opresión. Pero cuando la estupidez del instinto gregario infecta y
ponzoña la política, cuando el masoquismo nacional se generaliza, surgen los
Hitler, los Mussolini, los Stalin; las páginas tétricas de Mein Kamp [Mi
lucha], siendo la verdadera la lucha desmitificar a los falsos héroes.
Durante
los últimos veinte y cinco años hemos pagado el precio del silencio, la
obediencia, la cooperación de pocos y la duda de muchos contra la destrucción.
Concluye Tabori: “la estupidez es como una luz negra, que difunde la muerte en
lugar de la vida, que esteriliza en lugar de fecundar, que destruye en lugar de
crear. Sus expresiones forman legión, prejuicios y sus síntomas son infinitos”.
Evitemos
la duda que esteriliza. Soñemos con la libertad que fecunda. Seamos iguales por
ser plurales. Como en Los pilares de la Sabiduría de Lawrence, no incurramos en
tópicos, cegueras, en interrogarnos a nosotros mismos. Démosle luz al
pensamiento, a la contemplación, a la sana intuición, que concede el don de la
serenidad, para pensar y no dejarnos arrastrar por el reino de la estupidez de
los alacranes.
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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