LUIS UGALDE 12 de enero de 2024
El
jesuita y exrector de la UCAB reflexiona sobre el camino a seguir para lograr
el cambio que anhelan los venezolanos en 2024. «Al fracaso reinante, que nos
despoja en la quiebra, lo derrotaremos unidos con el gran Acuerdo de Salvación
Nacional, guiados por la Constitución», apunta en su primer artículo de opinión
del año
Hace 60 años, en agosto de 1963, Martin Luther King reveló la fuerza transformadora de los sueños cargados de verdades humanas fundamentales. En una marcha multitudinaria en Washington contra las cadenas seculares de la discriminación racista, el líder negro liberador invitó a compartir su sueño y convertirlo en una fuerza espiritual indetenible: I have a dream, “Yo tengo un sueño, sueño que mis cuatro hijos vivan un día en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel”. Ese sueño, portador de la más radical verdad, prendió el fuego inapagable en millones decididos a afirmar su humanidad sin fronteras y construir el mundo soñado.
Con el
nacimiento del año nuevo, en cada venezolano despierta un sueño. Tal
vez no nos atrevemos a volar con él, pero soñamos un 2024 de CAMBIO.
Cambio de la muerte que arrastra Venezuela a la vida que necesitamos y podemos.
No importa el color político, los venezolanos más diversos y
enfrentados amanecemos unidos en el silencioso clamor por el cambio.
No
dudo de la buena fe de muchos que hace un cuarto de siglo sacudieron la
política reinante, porque querían que Venezuela se abriera a quienes sufrían la
exclusión. Pero luego de 25 años de “revolucionario” disfrute y manoseo
del poder, es terrible el resultado: Destruido el servicio público de
salud, maltratada la educación pública en todos los niveles, con millones de
niños con solo dos días de clase a la semana y educadores que no reciben
sino 10% de lo necesario para vivir y con más de la mitad de
los centros educativos en condiciones físicas lamentables. Miles de empresas
cerradas y en fuga por el irresponsable “exprópiese”, otras
arrebatadas por el Estado y no pocas en quiebra.
En 8
años, el producto interno bruto perdió el 70% y la hambreadora inflación
venezolana alcanzó en el 2023 el primer puesto mundial.
Millones de desempleados y subempleados rebuscando para sobrevivir y 7 millones
de venezolanos obligados a buscar su vida en países extraños, porque aquí no
hay lugar para ellos. La Venezuela, antes considerada “rica”, está en la
indigencia con el salario mínimo más bajo de toda América Latina, con el debate
público silenciado por imposición del monopolio excluyente del partido
“socialista”, con persecución y presos políticos y la libertad de los medios de
comunicación social secuestrada por la sola y única verdad oficial. Hasta
la gasolina, el agua y la luz se nos esconden…
No voy
a seguir con esta letanía de desastres, pues tengo la convicción de que los
venezolanos, militares y civiles, conocemos y sufrimos este cuadro de destrucción
catastrófico que solo se da en las peores postguerras. Por eso
todos queremos CAMBIO. Nadie (ni de un lado ni de otro) se resigna a que
sus hijos queden condenados a la “no vida” actual. Todos tenemos un
sueño de nueva vida, aunque nos parezca casi irrealizable.
Al
comienzo del año lo importante y necesario es descubrir que ese sueño mío es de
todos y que treinta millones de venezolanos estamos unidos en el mismo
sueño. La oportunidad y el reto de este año es hacerlo realidad, pasando
de “yo tengo un sueño” a “nosotros tenemos un sueño”.
Este
año 2024 es privilegiado para la vida política y para el CAMBIO que toda
Venezuela necesita y anhela. Basta con que tomemos en
serio la Constitución (unos y otros, los que la hicieron y los que se
opusieron) y que renazcan liderazgos políticos renovados y centrados en el
único y difícil reto: el Cambio Democrático. Millones de
venezolanos nos encontramos en la encrucijada electoral, esperanzados y
dispuestos a hacer valer el voto unido en la candidatura de cambio, como
expresión de la voluntad soberana de su sufrimiento.
Elecciones
libres y competitivas y, al mismo tiempo, acuerdos por encima
de las locuras vividas en las últimas tres décadas en las que nos excluimos
unos a otros. Nosotros tenemos un sueño. Este paso del “yo” al
“nosotros” es la clave del resurgir nacional y es lo que tenemos que defender
los civiles y los militares, por encima de pequeñeces partidistas que nos han
traído a la ruina.
No es
solo un buen deseo, es la esperanza y la responsabilidad común
luego de escoger entre la muerte continuada y la vida que rebrota con
vigor. Al fracaso reinante, que nos despoja en la quiebra, lo
derrotaremos unidos con el gran Acuerdo de Salvación Nacional, guiados por la
Constitución.
Ya
destacan liderazgos que son novedosos en la medida en que su
propuesta de cambio está centrada en el dolor de millones de víctimas, hoy
carentes de educación, empleo, ingreso, salud, libertades, democracia… Esa
es la condición indispensable para que el Acuerdo de Salvación Nacional tenga
raíces fuertes en toda la población. Quienes dirijan esta novedad y este
CAMBIO encarnan la esperanza inclusiva y activarán en toda la población las
energías necesarias para la reconstrucción. Este sueño de todos los
venezolanos necesita también una gran solidaridad mundial, para la muy ardua
tarea de renovación nacional, a partir de las actuales ruinas.
En
esta dirección tenemos que ir unidos todos los demócratas para la elección
presidencial de 2024 y todas las otras renovaciones
político-electorales que están previstas en la Constitución. Si tomamos
en serio este sueño de Año Nuevo, se convertirá en una fuerza indetenible para
rescatar y reconstruir el país.
LUIS
UGALDE
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