¿Qué ocurre en una universidad cuando hay una política no escrita que conlleva el asedio y una sentencia de muerte programada? ¿O cuando la respuesta mas evidente, pero tampoco escrita, se traduce en un mandato: ¡arréglatela cómo puedas! Una respuesta que se traduce en una palabra: sobrevivencia. Eso es lo que ha hecho la Universidad de los Andes desde el año 2016.
Algunos indicadores señalan que sus autoridades, encabezadas por el rector Mario Bonucci*, han detenido la hemorragia, pero la institución sigue en terapia intensiva. Y no hay medios para que la operación que necesita pueda realizarse.
Cuesta trabajo entender el asedio que vive la universidad, en la que eminentes venezolanos hicieron sus estudios superiores, entre otros: Mario Briceño Iragorry, uno los mejores ensayistas del país; Asdrúbal Baptista, economista y abogado, con aportes fundamentales a la economía política de Venezuela, Dayana Salgado Dorta; ingeniera mecánica, integrante del Centro de Investigaciones Ames de la Nasa, en Silicon Valley, California; Caracciolo Parra Pérez, historiador, diplomático y exministro de Relaciones Exteriores; Julio César Salas, abogado, sociólogo, lingüista, etnólogo, autor de diversos estudios e investigaciones. La universidad de otros tantos venezolanos. Resulta incomprensible que la ULA se encuentre al borde del abismo.
Aun así, hay bríos, momentos de renovación, de seguir con las puertas abiertas, siempre en rebeldía. El jueves, al final de la tarde, todo era revuelo en la ciudad de Mérida. Las autoridades de la ULA convocaron a elecciones, siguiendo las pautas y el esquema que se llevó a cabo, con éxito, en la Universidad Central de Venezuela.
¿Cómo evalúa usted el estado de la educación superior en Venezuela y, concretamente, la situación de la Universidad de los Andes?
A mí juicio, nuestras universidades autónomas están en una sala de cuidados intensivos. Están muy heridas, pero existen personas, en la comunidad universitaria (profesores, estudiantes, empleados y obreros), que han entendido que la universidad es, por excelencia, el espacio donde puedes desarrollar ideas, donde puede haber pluralidad. Somos la conciencia crítica del país. Eso ha mantenido la universidad, con mucho sacrificio, de puertas abiertas. Y ese es nuestro mayor acto de rebeldía. Mantener a la ULA viva.
Son varias las causas que nos han llevado a esta situación calamitosa, como la calificó el rector de la UCAB, Arturo Peraza. ¿Qué diría usted?
Los problemas neurálgicos, efectivamente, son de distinta índole. Algunos se vienen arrastrando desde el año 2007, cuando se inició un proceso de reconducción del presupuesto universitario. ¿Reconducción que significa? Que te asignan un presupuesto igual al del año anterior, sin considerar el crecimiento natural que pudiera tener una universidad y los vaivenes de la economía del país. Vale decir, devaluación de la moneda, proceso inflacionario y contracción económica. En esas condiciones, el presupuesto empieza a ser deficitario. Diría que, en 2007, empieza una política no escrita del Ministerio de Educación Superior, que se resume en el proyecto Alma Mater, que se tradujo en la creación de cualquier cantidad de universidades oficialistas, por supuesto, donde las autoridades son nombradas a dedo por el ministro de turno. O transformación de universidades, como ocurrió con los institutos tecnológicos y los colegios universitarios. El objetivo era disminuir el peso que tenían las universidades autónomas nacionales. El argumento del gobierno era que había necesidad de territorializar la educación universitaria. Pero nosotros, siempre hemos atendido cualquier necesidad territorial del país.
¿Cuál sería la razón del accionar del gobierno?
Uno puede entender que hay una política presupuestaria no escrita, pero los hechos hablan por sí solos. No hay un presupuesto acorde con las necesidades de la universidad y tampoco hay una entrega a tiempo de los recursos asignados. ¿Qué quiero decir con esto? Normalmente usted hace una solicitud de presupuesto y ellos nos otorgan el 40 por ciento de lo solicitado. De entrada, el presupuesto es deficitario. Voy más allá: en 2023, de los recursos asignados, apenas nos entregaron el 21 por ciento. Monto destinado a gastos de funcionamiento.
Quisiera aclarar un punto. ¿Los recursos que envía el gobierno no llegan de acuerdo al monto asignado?
El monto asignado lo recortan y tampoco se entrega en su totalidad. Para 2024 nosotros necesitamos 4 mil 400 millones de bolívares y nos asignaron apenas 763 millones. Vale decir, el 17,55 por ciento. ¿Qué es lo que ha ocurrido? A usted le pueden asignar el equivalente de 10.000 millones de dólares, pero igual va a recibir una cantidad ínfima. A esta política, que yo la llamo política de Estado no escrita, la detectamos a través de los hechos y de los años. Nos hemos concentrado en los gastos de funcionamiento, aquellos que permiten la compra de reactivos, por ejemplo, y cualquier otro instrumento porque eso nos permite hacer las cosas dentro de la universidad. Entonces, la construcción de un presupuesto de una institución pública se desdibujó. Por eso digo que no tenemos presupuesto como tal, porque lo que nos asignan no obedece a ninguna racionalidad. Ese es uno de los grandes problemas que tenemos. Por eso decimos que estamos en terapia intensiva.
¿Qué puede decir de los gastos de personal?
Esos gastos, el Ejecutivo los ha honrado siempre. Lo que te ha ofrecido te lo va a pagar hasta final de año. ¿Con qué esquema? Bueno, actualmente hay un esquema de bonificación, con el cual no estamos de acuerdo. Voy al ejemplo del rector, para no utilizar otro. El rector de la Universidad de los Andes, profesor titular, grado de doctor, con una antigüedad de 40 años, percibe lo siguiente: como profesor titular: 525 bolívares, que equivalen alrededor de 15 dólares; añada por antigüedad, que también está limitada, y el grado de doctor, otros 15 dólares. Entonces, el sueldo del rector, de una universidad como la nuestra, de 239 años, es de 30 dólares mensuales. Te puedes imaginar que, de ahí hacia abajo, los sueldos empiezan a disminuir. Es un problema grave, que produce lo que nosotros llamamos la diáspora universitaria.
¿Qué ocurre con los estudiantes?
En la Universidad de los Andes no se ofrece servicio de comedor desde el año 2018. Lo que llega alcanzaría para servir entre 20 o 30 almuerzos diarios, en una universidad, cuya matrícula está cercana a los 20 mil estudiantes. Tenemos apenas seis autobuses, de la época de Juan Vicente Gómez, creo. El último gran problema es la falta de protección social que tenemos todos los universitarios, profesores, estudiantes, empleados y obreros. Se perdió la posibilidad de tener un HCM, digamos, que funcione. Ellos dicen que existe uno, que se llama Sismeu, pero en la realidad no funciona, y menos en provincia.
¿Ustedes han evaluado la pérdida de capital humano?
Empecemos por la diáspora estudiantil. La ULA tuvo un crecimiento sostenido hasta el año 2015. Pero a partir de 2016, viene una disminución muy importante. En 2016 teníamos 43 mil estudiantes, en 2021, ese número se redujo a 15 mil. En cinco años, perdimos el 65 por ciento de la matrícula estudiantil. Al mes de junio de 2023, llevamos la matrícula a 16 mil estudiantes, lo que representa un aumento del cinco por ciento. Para el año en curso, esperamos llegar a 20 mil estudiantes. Pero ese leve incremento no se corresponde con la pérdida que tuvimos a partir de 2016. En cuanto a los docentes —siempre en el periodo analizado de cinco años— la ULA experimento una pérdida del 25 por ciento. Una cuarta parte del profesorado se fue de la universidad. Los docentes más jóvenes se fueron a buscar otros horizontes, ya sea fuera del país o al mercado interno. También se fueron los profesores que tienen formación de cuarto nivel. En ese mismo lapso perdimos el 35 por ciento de los profesores con grado de doctor.
Lo escucho y me digo que la ULA permanece con las puertas abiertas porque hay un sector universitario que ve en ella un bastión de conocimiento, de análisis, de investigación, pero la pregunta es ¿Por qué no han cerrado? ¿Hasta cuándo van a aguantar? Esa política, no escrita, es lo más parecido a un asedio.
Creo que en el año 2011, el padre Luis Ugalde escribió un artículo donde compara la situación de las universidades con el asedio que soportaban los castillos medievales. Alrededor de los castillos había una fosa que los protegían de tropas enemigas. Las tropas que los defendían se retiraban al interior, cerraban la puerta de entrada y los bárbaros no podían invadir el castillo. ¿Qué hacían los bárbaros? Permanecían en sus posiciones y esperaban a que la falta de alimentos, la falta de agua, provocaran la rendición del castillo. Yo sigo pensando que esa metáfora del padre Ugalde tiene todo el sentido del mundo. No ha perdido vigencia. Pero hay otras dos explicaciones. En mi caso, que es el de muchos profesores, pues nosotros tenemos vivienda, un carro y una formación profesional. Yo soy ingeniero mecánico, abogado, tengo media carrera de contaduría pública, tengo una maestría y un doctorado. Ahora, todo eso me lo dio la Universidad de los Andes y lo menos que puedo hacer es retribuirle a la universidad. Entonces, la participación en la ULA de los profesores jubilados y jubilables es determinante.
Pero eso tiene un límite, un costo. El asedio no es algo que se pueda prolongar indefinidamente.
Estamos pagando para mantener la universidad de puertas abiertas. Ahora, ¿Cuánto puede sostenerse esta situación? No lo sabemos. Si miramos los rankings internacionales, La ULA estaba en una posición importante en América Latina, en el número 30 o 40. Actualmente, estamos en el número 80, en cuanto a visibilidad de nuestra investigación. Obviamente, esta crisis va a ir profundizándose, por más empeño, por más interés que tengamos. Tarde o temprano comenzarán a colapsar, a lo mejor por partes, a lo mejor no hay profesores para dictar un semestre y eso hará que una carrera tenga una duración no de cinco años, sino de seis o siete años, como ocurre ya en algunas facultades, por el déficit profesoral. No tenemos un horizonte claro. Lo que sí sabemos es que estamos siendo acosados.
En este contexto tan difícil, ¿Hay proyectos en el área de la extensión universitaria? ¿Han explorado esta forma de obtener ingresos?
Nosotros firmamos el año pasado un convenio con Fedecámaras. Siempre hemos mantenido vínculos institucionales con el sector productivo. Pero en provincia es mucho más difícil, porque todo el parque industrial y comercial del país está localizado, mayormente, en la zona central o en la zona occidental (Zulia). Normalmente, lo que ofrecíamos eran nuevos emprendimientos y algunas soluciones locales. Hemos cambiado de estrategia frente a esta realidad precaria que tenemos. Decidimos crear lo que yo he denominado un portafolio de interés para los empresarios y afiliarnos a Fedecámaras, como lo haría cualquier empresa privada. Empezamos con el portafolio Café. Le decimos a los productores: La ULA tiene capacidad de ofrecer capacitación, tenemos 22 centros y grupos de investigación que trabajan a todo lo largo de la cadena de valor: desde el momento en que usted decide qué variedad de café va a sembrar, pasando por un análisis de suelo, hasta la percepción sensorial que puede tener ese café en la taza. Pero también le podemos brindar servicios, por ejemplo, certificar la semilla que usted está sembrando.
¿Percepción sensorial?
Si usted está pensando en exportar café, debe tener presente que en Estados Unidos se aprecian ciertas condiciones y en Europa otras. Por ejemplo, en Europa toman muy en cuenta el tema de la ecosostenibilidad. Entonces, el café debe sembrarse bajo árboles que preserven lo que originalmente eran zonas boscosas. También podemos ofrecer servicios, un análisis de laboratorio sobre la inocuidad que pudiera tener como alimento. El resultado que emite el laboratorio (Facultad de Farmacia) constituye una certificación aprobada por el gobierno para que usted pueda tramitar el registro sanitario. Nuestro objetivo es que cuando usted vaya a comprar el producto en la bolsa del café, en el empaque se pueda leer: “esta variedad de café ha sido estudiada y analizada por la Universidad de los Andes”. Actualmente, estamos organizando El Primer Congreso Internacional del Café, pautado para el mes de marzo y estamos dictando un TSU orientado hacia el cultivo del café en Boconó y ahí gente involucrada de Trujillo, Táchira, Mérida, Lara y Portuguesa.
¿Qué otros productos siguen como parte de este cambio de estrategia?
El cacao, por el incremento de la producción de ese rubro en los andes venezolanos. Después pasaremos a un portafolio maíz, a un portafolio metalmecánico. Estos proyectos entran dentro del área de extensión de la universidad y generan recursos, porque los diplomados los cobramos, las asesorías las cobramos, así como los servicios. Esos recursos sirven para que los profesores, los empleados y obreros tengan un ingreso adicional. Pero lo más importante es que el laboratorio también tenga ingresos que le permitan comprar reactivos, insumos y equipos. En ese laboratorio conviven estudiantes de pregrado y postgrado. Es decir, el área de extensión impacta positivamente en la docencia en la universidad.
¿Estos programas podrían financiar la sostenibilidad de la universidad?
No. Es imposible. Pero sirven, parcialmente, para resolver el problema de algunas áreas. En la Facultad de Arte, por ejemplo, en la que tenemos diseño, danza, teatro, hemos creado un diplomado en Diseño de Moda, que ha sido bastante exitoso. Eso le está generando unos recursos a la Facultad de Arte, pero esos recursos alcanzan para cubrir los gastos de mantenimiento Y no para financiar una nómina salarial. Es la política no escrita que dice: “tú arréglatela como puedas”. Lo que se traduce, simplemente, en una situación de supervivencia. Nosotros estamos sobreviviendo a esta crisis, con la esperanza de que esto cambie, con la esperanza que tiene el país de que esto logre cambiar.
No conocemos los ingresos que obtiene el Ejecutivo por distintas vías, lo único que podemos decir es que el país perdió el 70 por ciento de su PIB, en el mismo lapso que usted ha analizado (2026—2021). En caso de que se produzca el cambio que el país quiere, la realidad que ha descrito será parte de la agenda de las nuevas autoridades.
La racionalidad está indicando que esta realidad no va a cambiar, aunque se produzca el cambio político. Pero yo soy de los que aboga por una rendición de cuentas, como lo hace la Universidad de los Andes cada tres meses ante la OPSU y el Ministerio de Educación Superior. En enero, rendí cuentas de lo que hicimos el año anterior, es lo que acabo de hacer públicamente. Transparencia Venezuela que tuvo acceso al presupuesto nacional habla de la existencia de 5,5 millones de empleados públicos. En Estados Unidos, que tiene 335 millones de habitantes, tiene menos de un millón de empleados públicos. Y cuando escarbamos en los datos que muestra Transparencia Venezuela, encontramos que hay 1,5 millones de empleados públicos que corresponde a educación, salud y otros servicios públicos y cuatro millones de personas que trabajan en todo el aparato de seguridad del Estado. A mí me cuesta creer que en Venezuela hay cuatro millones entre soldados, policías y milicianos. Yo creo que esas son las cosas que nosotros debemos sincerar. Si hay una racionalización del uso del dinero y se da prioridad a los sectores importantes del país: salud, educación, justicia, seguridad, yo estoy seguro de que las condiciones presupuestarias y las condiciones de trabajo van a mejorar, a lo mejor no a los niveles que teníamos antes de la llegada del socialismo del siglo XXI, pero seguramente vamos a ver la luz al final del túnel.
*Profesor titular de la Facultad de Ingeniería. Ingeniero Mecánico y Abogado. Maestría en Gerencia y Planificación. Doctorado en Planificación de la Educación. Ha publicado artículos en revistas Nacionales e Internacionales en el área de Sistemas y artículos de opinión en Planificación de la Educación Superior. Rector de la Universidad de los Andes.
https://prodavinci.com/mario-bonucci-rector-de-la-ula-no-tenemos-un-horizonte-claro/
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