América Latina siempre ha estado bajo la lupa de organismos internacionales en modo permanente, en materia de desigualdad social, precariedad laboral, empleo y desempleo y diferentes niveles de pobreza.
En ese contexto se trata de la región del mundo que registra la mayor desigualdad de ingresos como lo indica el informe sobre desarrollo humano 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), divulgado en diciembre de ese año. Para 2019 el 10% más rico en América Latina concentra una porción de los ingresos mayor que en cualquier otra región (37%), indicó el informe. Y viceversa: el 40% más pobre recibe la menor parte (13%).
Entretanto, para 2022 en América Latina y el Caribe, el 50% más pobre de la población se lleva 10% de los ingresos, mientras el 10% más rico recibe 55%. En términos de riqueza, la concentración es mucho mayor: el 10% más rico acumula 77% de la riqueza y el 50% más pobre solo 1%.
Observemos cuáles son las formas de explotación laboral, de trabajo forzoso o de trabajo esclavo que se registran en la región. Cuando hablamos de estas denominaciones señalamos que se refiere a situaciones en las cuales personas están forzadas a trabajar mediante el uso de violencia o intimidación, o por medios más sutiles como una deuda manipulada, retención de documentos de identidad o amenazas de denuncia ante las autoridades de inmigración:
- Promesa laboral. Explotación laboral.
- Explotación laboral forzada. Trabajo sexual forzoso/forzado.
- Explotación sexual. Trata de personas.
- Trata de blancas. Economía informal.
- Trabajo forzoso en América Latina y el Caribe
- La inmigración incontrolada.
En su primer documento relativo al tema, el Convenio sobre el trabajo forzoso, 1930 (núm. 29), la OIT define el trabajo forzoso a los efectos del derecho internacional como «todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente» (artículo 2, 1).
Ahora bien, la diferencia entre trabajo forzoso y las formas modernas de esclavitud señala que el trabajo forzoso es el desempeñado por una persona de manera involuntaria bajo amenaza. Por su parte, en las formas modernas de esclavitud, aparecen condiciones infrahumanas de trabajo, pero no ciertos elementos que definen al trabajo forzoso.
Así también, la explotación laboral es causada por factores económicos, sociales y legales, y a menudo se describe como una forma de «esclavitud moderna». Los trabajadores en agricultura intensiva, minería, industria de la confección y empleo informal son particularmente vulnerables a la explotación laboral.
La información disponible sobre eliminación del trabajo forzoso muestra que los avances logrados en la región de América Latina y el Caribe no son todavía suficientes. Según datos de la OIT, en la región hay alrededor de 2 millones de personas sometidas a trabajo forzoso.
Sin embargo, han sido desarrollados importantes esfuerzos que deben ser apoyados y promovidos. Es destacable el caso de Brasil, donde hay una amplia estrategia para enfrentar el trabajo forzoso. También se han dado pasos en el Estado Plurinacional de Bolivia, Paraguay y Perú.
A nivel internacional el trabajo forzoso constituye una grave violación de los derechos humanos y de los derechos fundamentales en el trabajo. El informe sobre «Ganancias y pobreza: aspectos económicos del Trabajo Forzoso (2014)» dice que a nivel mundial el trabajo forzoso genera ganancias por unos 150.000 millones de dólares, de los cuales la mayor parte, 99 000 millones de dólares, provienen de la explotación sexual comercial.
Por lo expuesto a fin de promover políticas que erradiquen el trabajo forzoso debemos abordar el estado del empleo en América Latina. Cuyas cifras indican que la tasa de desempleo se redujo en 2022 a 7,2% en América Latina y el Caribe, luego de haber alcanzado un 8% en 2019, el año previo a la pandemia de COVID-19.
Dichas cifran resaltan que Latinoamérica es un mercado laboral complejo al indicarlo la directora regional de la OIT para América Latina y el Caribe, Claudia Coenjaerts, indicó que el problema más urgente para la región es el de la calidad del empleo y los insuficientes ingresos.
Esta funcionaria indicó que, en este escenario económico, “el problema laboral más urgente para la región es el de la calidad del empleo y los insuficientes ingresos laborales y totales generados por los trabajadores y sus familias”.
El informe destaca que la tasa de informalidad regional ya llegó a 50%, como era antes de la pandemia, aunque en algunos países es mucho mayor. “La realidad es que una de cada dos personas trabajan en la informalidad, que suele estar acompañada de inestabilidad laboral, bajos ingresos, sin protección social”.
Este cuadro desalentador agrega un elemento como lo es los bajos salarios según estimaciones de la OIT “los trabajadores informales tienen entre 3 y 4 veces más probabilidades de ser pobres que los trabajadores formales, a la vez que explican entre 70% y 90% de la pobreza laboral total”.
Además, el informe advierte que los ingresos reales de personas trabajadoras en la región están siendo afectados por una tasa de inflación regional que se habría ubicado por encima del 8% en 2022 y que causó una pérdida del poder adquisitivo de los salarios medios y los salarios mínimos.
Esta difícil condición laboral determina que los gobiernos impulsen políticas para ofrecer garantías de ingresos para quienes están más afectados por la pérdida del poder adquisitivo, en lo posible en vinculación con políticas activas para acceder al mercado laboral.
“Si queremos avanzar hacía una región con mayor justicia social y menor desigualdad, será necesario adoptar medidas contundentes para generar más y mejores empleos” puntualiza el estudio Panorama Laboral 2023 para América Latina y el Caribe.
En torno al tema es fundamental incluir el efecto de la inmigración en la región, destacando el volumen de la diáspora venezolana cuyas cifras han alcanzado para
América Latina y el Caribe una cantidad cercana a los 6.5 millones de personas, los cuales laboran en su mayoría en condiciones de precariedad laboral, de discriminación y de exclusión del trabajo formal, que determinan políticas de regulación laboral para este inmenso contingente humano por parte de los gobiernos de la región.
Otro caso destacado sobre la explotación laboral en la región es el de los médicos cubanos, quienes en condiciones de esclavitud laboran bajo convenios infrahumanos para estados de la región en beneficio del régimen cubano.
En otro contexto debemos destacar la situación de los trabajadores venezolanos, cuya situación será analizada esta semana del 4 al 14/03 en la 350 sesión del Consejo de Administración de la OIT en pleno desarrollo en Ginebra donde el expediente Venezuela será revisado en torno a los resultados de la Comisión de Encuesta, en torno a la aplicación de los convenios 26 salario mínimo, 87 libertad sindical y 144 consulta tripartita. Cuya desaplicación ha determinado que la población laboral de todo un país se encuentra en condiciones de explotación y de precariedad laboral absoluta.
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