WALTER MOLINA GALDI 06 de mayo de 2024
Allí
están las imágenes conmovedoras, poderosas. Barinas, Yaracuy, Portuguesa,
Falcón, Zulia. María Corina con el afiche de Edmundo, los testimonios de cada
habitante y los comanditos cuyos nombres muestran el deseo más grande del
venezolano hoy: “nos volveremos a reunir, familia”
¿Recuerdan el ‘período especial’ venezolano? Ese que comenzó en el año 2014 cuando las colas para conseguir una lata de atún eran eternas, donde las panaderías no tenían pan, las farmacias no tenían medicinas, los apagones comenzaron a ser más frecuentes e inició el éxodo masivo que hoy se ha convertido en la crisis de migrantes y refugiados más grande del mundo. Sí, seguramente lo recuerdan porque, salvo una diminuta élite venezolana (en su mayoría compuesta por la boliburguesía roja y sus testaferros), todos tenemos marcadas las cicatrices que dejó la necesidad de comer mango y yuca como método de supervivencia o tener que elegir entre comprar la pastilla para la tensión o un paquete de harina para hacer arepa.
Inicio
recordando esos tiempos (que no han terminado sino que se han transformado por
la resiliencia del régimen) porque justamente allí comenzó a gestarse ese
sentimiento generalizado, fuerte e histórico de cambio en Venezuela. Allí, sí,
en medio del dolor, la
angustia y la rabia. En las protestas que dejaron decenas de muertos, en el
llanto de la separación de las familias, en la impotencia de la madre que era
obligada a darle una “bebida a base de leche”, que no pasó ningún control de
calidad, a su hijo; mientras el sujeto devenido en
diplomático encargado de los CLAP se hacía millonario con empresas
fantasmas.
Digo
que allí se gestó este sentimiento porque el venezolano, en su inmensa mayoría,
fue entendiendo poco a poco que no se trataba de un “mal gobierno”, como
todavía hoy algunos insisten, sino de un pequeño pero poderoso grupo que diseñó
una Emergencia Humanitaria Compleja para poder someter a la mayoría de la
población. Es decir, los venezolanos saben, perfectamente, que cada uno de sus
males, los físicos, los mentales y los emocionales, tiene un origen único: el
chavismo.
Durante
todo ese tiempo hubo alguien que mantuvo exactamente esa explicación, alguien
que mencionaba vehementemente que la única solución a los problemas era salir
de ese grupo en el poder. Por eso hablaba de democracia y libertad cuando
muchos otros comenzaron a pedir una jaula
pero un poco más grande, demostrando que no solo habían dejado de
entender a la sociedad, sino que nunca entendieron lo que enfrentaban –quienes
lo enfrentaban. Esa persona, obviamente, es María Corina Machado.
Machado,
quien desde luego ha cometido errores (pero ha aprendido de ellos), ha
mantenido un discurso claro y coherente. Y aunque en su momento aquello fue
bastante ignorado y hasta burlado (con cierto tono machista, hay que mencionar)
por dirigentes políticos y líderes de opinión, cada vez fue más escuchado en la
sociedad abandonada por un régimen que solo se dedicó a golpearla y por
aquellos que decidieron hablarse entre ellos mismos y, casualmente, ser los
únicos invitados de las televisoras y las emisoras radiales arropadas por la
censura y la autocensura.
Mientras
el statu quo se alejaba más y más de la gente, la propuesta de
cambio llegaba a más sectores. No en “el este de Caracas”, sino en los cuatro
puntos cardinales del país y más allá de las fronteras. No era el “micromundo
de Twitter” sino la realidad de cada pueblo en Venezuela, tal y como ha
quedado expresado desde Mecocal, pasando por Coro, hasta Guanarito.
Es así
como llegó la elección
Primaria. Ese 22 de octubre no solo descolocó a un régimen que, hasta ese
día, tenía dos décadas marcando la agenda, sino también a quienes auguraban con
ínfulas de grandeza (y, digamos, con bastante deseo también) que eso sería un
desastre, que no participaría nadie, que sin el Consejo Nacional Electoral eso
no funcionaría y un largo etcétera. Fue su primera gran equivocación. No
escucharon el murmullo de la sociedad, no entendieron el sentimiento. No la
vieron.
Luego,
cuando 2.3 millones de venezolanos sacudieron el escenario político, tampoco
quisieron abrir los ojos y comenzaron desde ese mismo día a restarle
importancia a lo que fue un hito de nuestra historia reciente. Eso sí, aunque
poco y nada hicieron para llamar a votar en la Primaria, sí entraron dócilmente
al juego de Nicolás Maduro recordando que existe el Esequibo, que es
nuestro, y que había que defenderlo. Así que hicieron campaña por un referéndum
que, ¡oh, sorpresa!, fue una chapuza más. Algunos, como para mostrar que llevan
a Venezuela tatuada en el corazón (o para mostrar que hicieron la tarea, quién
sabe), hasta se tomaron fotos sonrientes con ese mar de… soledad, porque no fue
absolutamente nadie, más que ellos, a los centros electorales. Una vez más
quedó retratado el statu quo y, una vez más, no la vieron.
Así
comenzó el 2024, y este grupo que fue bautizado por el periodista Oscar Medina
como “lojanalistas”decidió volver a la narrativa de siempre, donde
buscan igualar en responsabilidades a la víctima y a los victimarios, y a
sugerir que pedir democracia y justicia es ser “radical” y que si el chavismo
comete desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas, asesinatos y
corrupción, es porque los opositores estamos “llenos de odio”. No es porque son
violadores de derechos humanos y corruptos, no, es porque “no les dejamos otra
opción”.
En ese
mismo tono, y porque el nombre compuesto “María-Corina” les produce más
animadversión que los sonidos de las torturas en El
Helicoide (que nunca mencionan), aseguraron desde el brindis de
año nuevo que Machado llamaría a la abstención. Pero, como no la ven, no
entendieron que la ruta electoral de la que tanto hablaban ya la estaba
transitando la ganadora de la Primaria y con ella todos los dirigentes que
genuinamente están comprometidos con lograr un cambio. Así, entonces, no solo
no llamó a la abstención, sino que decidió nombrar a una “sucesora” para el
tarjetón electoral, la profesora Corina Yoris. Fue
“el plan B” que tanto pidieron. Pero no les gustó. ¿Qué les gustará entonces?
Como
hay ciertas coincidencias entre este grupo errante y el chavismo, a la élite
gobernante tampoco le gustó el nombre de la individuo de número en la Academia
de la Lengua Venezolana, así que a última hora, para “salvar” la tarjeta de
la MUD, se inscribió al diplomático Edmundo
González Urrutiay, más adelante, la propia Machado sugirió que fuese él
quien, al final, asumiera la histórica responsabilidad de, mediante elecciones
(que no son un fin sino un medio) comenzar a escribir el punto y final de la
época más oscura de la historia venezolana.
Es
decir, María Corina no “declinó” una, sino dos veces. ¿Pero cómo, si me
dijeron que su ego le importaba más que el país? De nuevo, no la vieron.
Ya con
el candidato definido (y todo el paquete de campaña hecho espontáneamente por
la gente; desde piezas musicales hasta memes y eslóganes), se retomaron las
giras. En la calle, como nunca jamás se debe dejar de hacer. Y allí están las
imágenes conmovedoras, poderosas. Barinas, Yaracuy, Portuguesa, Falcón, Zulia. María
Corina con el afiche de Edmundo, los testimonios de cada habitante y los
comanditos cuyos nombres muestran el deseo más grande del venezolano hoy: “nos
volveremos a reunir, familia”.
Hay
quienes en su desespero por no entender nada, o precisamente por entenderlo y
no gustarle, hablan de “secuestro” de la campaña. Es curioso, porque
secuestrados están Carlos Julio Rojas, Óscar Castañeda, Luis Camacaro, Juan
Freites, Guillermo López, Ámbar Márquez, Víctor Castillo, Rocío San Miguel y un
largo etcétera. Varios de ellos, precisamente, por hacer campaña. Una campaña
que no ha parado ni va a parar porque el miedo a que la barbarie siga en el
poder es mayor a las amenazas de esos bárbaros.
No hay
convocatorias por medios abiertos ni tarimas grandes porque no están permitidas
por el poder, la líder habla desde un camión con un megáfono, pero allí está la
gente, allí le grita y le pide que guíe esta lucha por la democracia. Sí,
hablan de democracia, de libertad. No quieren que les expliquen lo que ellos ya
saben y padecen desde hace años, quieren que haya cambio. No en 2030, lo
quieren hoy. Y esas imágenes dan la vuelta en toda Venezuela, y en el mundo.
Por redes sociales, por WhatsApp, por el boca a boca de esa sociedad maltratada
y abandonada que decidió escuchar a quien durante mucho tiempo fue la única que
los escuchó, porque para entender a quienes vas a liderar debes oír y debes
ver. Ah, sí, María la ve. Y mientras tanto, con la molestia que les causa
cada acto apoteósico en medio de un terrorismo de Estado que la gente decidió
enfrentar, “lojanalistas”, bueno… no la ven, ni la quieren
ver.
WALTER
MOLINA GALDI
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