Ismael Pérez Vigil 15 de junio de 2024
@Ismael_Perez
En la
medida que se acerca el 28 de julio se van afinando las estrategias… y el
nerviosismo. La campaña electoral se puede decir que avanza por los meandros
sinuosos de la política, pues oficialmente no ha comenzado y ya es un “lugar
común” decir que estamos en una campaña “atípica”, “épica”. ¿Realmente lo
estamos? No y sí, veamos.
¿Campaña
atípica?
Desde cierto punto de vista, la campaña no es “atípica” pues se parece mucho a las que hemos tenido desde hace 24 años: abusos en la utilización de los recursos del Estado; burlas, amenazas e intimidación por parte del oficialismo a sus competidores −o enemigos, como ellos usan llamar−. Por estas y otras cosas, esta campaña electoral es igual a muchas de las anteriores; ¡Que digo igual!, es peor. Es la campaña presidencial con las peores condiciones electorales, para la oposición, que hayamos tenido nunca.
Haciendo
un pequeño inventario, en está no tenemos novedades, pero si hay cosas
repetidas, solo que aplicadas simultáneamente; como por ejemplo: inhabilitación
masiva de candidatos, llegando al extremo de impedir la inscripción de algunos,
sin ninguna justificación; “judicialización” de los partidos políticos
opositores, que es una manera “elegante” de decir que se está impidiendo la
actuación de los partidos; parcialización de los organismos electorales, algo
usual, pero que ahora sin disimulo reaccionan positivamente a las demandas del
oficialismo, hasta el punto de adelantar la fecha de la elección y de adoptar
las decisiones, según denuncia reciente de un Rector, de manera individual y no
colegiada, como ordenan las leyes. Y podría seguir enumerando, aunque jamás
lograría reflejar el listado de irregularidades, triquiñuelas y abusos de una
manera completa, pero con lo mencionado creo que es suficiente para ilustrar el
punto. No es “atípica” la campaña electoral, desde este punto de vista, solo se
han exacerbado las irregularidades y los abusos.
Lo
“atípico”.
Por
otra parte, lo “atípico” está en varias cosas; no en lo “épico”, sin desconocer
el esfuerzo y la valentía que se está desplegando, si recordamos a quien
enfrenta la oposición democrática, todas las campañas han sido “épicas”; pero
qué duda cabe que esta es una campaña sin recursos, al menos para la oposición
democrática, pues el Gobierno si los tiene y hace alarde de ello, hasta
utilizar equipos militares −algo no tan visto en otras campañas− para trasladar
a su candidato; entre la falta de recursos, está el poco o mínimo acceso a
medios de comunicación, nuevamente, solo en el caso de la oposición
democrática.
Otra
característica “atípica” es que la oposición democrática tiene un candidato,
que no es el líder indiscutible de la oposición, porque el liderazgo opositor
lo encarna María Corina Machado (MCM), a quien se impidió ser la candidata; esa
situación, de una líder diferente al candidato, claramente nunca la habíamos
vivido. Como tampoco habíamos vivido una campaña paralela, con una líder con
arrastre popular, junto a otros dirigentes de partidos políticos, recorriendo
el país y buscando votos para el candidato y ese candidato, por su parte y más
pausadamente, realizando reuniones con diferentes sectores y en apariciones
esporádicas, en eventos puntuales, públicos, o en sectores populares, pero que
todos han dado de que hablar.
Una
tercera característica que resalto, para decir que no es “típica”, es que se
haya logrado mantener un acuerdo unitario −para solventar la inhabilitación de
la candidata seleccionada en masiva elección primaria− sin fracturas, sin
desacuerdos públicos importantes, en satisfactoria armonía, a pesar de haber
tenido en los últimos cuatro años significativas fisuras entre partidos y
lideres opositores; recordemos tan solo la polémica disolución del “gobierno
interino” de Juan Guaidó.
Una
clara oportunidad.
Pero
quizás la característica más “atípica” e importante de este proceso electoral,
es que es la primera vez que las encuestas de opinión y la movilización de
calle nos indican de una manera bastante contundente −para tirios y troyanos−
que hay una oportunidad, clara, de que la oposición democrática logre el
triunfo, si “juega” bien sus cartas. Y todo indica que, hasta ahora, eso es
así, que se están haciendo las cosas bien. Por lo tanto, es hora de examinar
algunos aspectos de la estrategia que deben ser afinados, que permitan asegurar
el anhelado triunfo que quiere la mayoría del país, porque es así, es la
mayoría del país que quiere el cambio político; incluso, una buena parte del
llamado oficialismo.
Asegurar
el triunfo implica, naturalmente, conseguir los votos; convirtiendo la enorme e
indiscutible popularidad de algunos lideres, como por ejemplo María Corina
Machado, en votos para Edmundo González Urrutia. Sin duda, ese debe ser un
primer logro de la campaña electoral, la que se desarrolla recorriendo el país,
en concentraciones masivas; y la más sosegada de las reuniones entre el
candidato y diferentes sectores y actores populares.
Evitar
la abstención y educación electoral.
Hace
días afirme −ver Organización Electoral, https://bit.ly/3Vbfpzf− que es una falsa
discusión esa de si la elección se gana con movilizaciones y concentraciones u
organización de militantes y simpatizantes en las mesas electorales el 28J,
pues todas esas acciones son necesarias y el triunfo es el resultado de la
combinación virtuosa de todas ellas.
Pero
para conseguir los votos de esa victoria, hace falta además otras dos cosas;
una, tener la clara conciencia de que hay que evitar el morbo de la abstención,
que sin quitar la responsabilidad que en ella tiene el desencanto popular y el
hartazgo de políticas −y lideres− que no han solucionado los problemas del
país, en buena medida es también causada por el pesimismo y la cantidad de
preconcepciones y “mitos” políticos y electorales que pueblan la mente de los
venezolanos y que se han estimulado por años, con falsas informaciones y medias
verdades.
Lo que
nos lleva a la segunda cosa que hay que hacer; además de la campaña electoral
de movilización, de entusiasmo, y la tarea organizativa de seleccionar
“testigos” para todas las mesas y organizar los equipos que los apoyarán, es
necesaria una tarea educativa electoral, que vaya más allá de enseñar a votar y
de capacitar al personal electoral; una tarea educativa que llegue a desalojar
los “mitos” y pre concepciones que pueblan la cabeza de los electores
venezolanos, de todos, incluidos los aparentemente más cultos e instruidos.
Partidos
y lideres tienen en eso de librarnos de preconcepciones y “mitos” una
responsabilidad muy importante; pero, todos podemos contribuir a esa tarea,
desde lo individual y no solo desde lo colectivo; cada quien aportando en el
medio en el que se desenvuelve y en la medida de sus posibilidades y las cosas
que mejor sabe hacer. No es el caso de hacer un listado o de tratar de agotar
todos los temas en una sola sentada, pero es cosa de comenzar con algunos de
ellos.
Preconcepciones.
Veamos
hoy las preconcepciones. Y solo a manera de ejemplo, una de ellas es la que en
días pasados afloró en redes sociales y grupos de electores con la discusión
acerca de si se estaba logrando el objetivo de ubicar testigos electorales en
todas las mesas de votación; sobre todo en aquellos centros de votación en
donde funcionarán una o dos “mesas electorales”, porque se supone que en ellos
el gobierno tiene mejor acceso y obtiene mejores resultados.
Probablemente
eso último es cierto y no vamos a repetir la discusión ni los argumentos, sobre
todo porque el más importante es que aún no sabemos −al menos oficialmente−
cuales serán, ni cuantos centros de votación estarán bajo esa condición y mucho
menos de cuantos electores estamos hablando. Pero, lo importante es tener claro
que en efecto la prioridad y el objetivo debe ser llegar a todos los lugares
que sea posible; desde los más fáciles en los cuales se tiene pleno acceso y en
donde históricamente la oposición ha ganado −que los debe asegurar, porque es
probablemente allí en donde se garantiza el triunfo−; pero también debe llegar
a esos lugares que llamamos remotos, inhóspitos, hostiles, dependencias
militares, cárceles, barrios peligrosos, etcétera.
Y esto
por dos razones importantes; una, porque allí la oposición también ha tenido
votos, que también hay que preservar; y la segunda y más importante, es porque
en esos lugares, peligrosos o difíciles seguramente han cambiado las cosas, las
tendencias políticas, desde última elección presidencial, que fue hace once
años. Pero esta discusión, queda en suspenso, espero que por poco tiempo, hasta
que el CNE dé a conocer la llamada “tablamesa” y sepamos exactamente de cuantas
mesas, centros de votación y electores estamos hablando.
Conclusión.
Con
ese ejemplo de “preconcepciones”, dejemos para otra oportunidad el tema de los
mitos electorales a despejar, sobre todo dos de ellos, el secreto del voto y la
vulnerabilidad o poca seguridad del sistema automatizado de votación.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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