Julio Castillo Sagarzazu 09 de julio de 2024
Dicen
que cuando Santa Teresa oraba, sonreía. Interrogada por sus hermanas
religiosas, sobre el por qué. La doctora de la iglesia respondía: “Es que
ustedes oran para pedir, yo oro para agradecer.”
En
efecto, es absolutamente distinta la actitud de quien pide y la actitud de
quien da.
La
campaña electoral de nuestro país, ha entrado en una suerte de dimensión
ignota, desconocida que tiene que ver con el cambio subjetivo, espiritual y
social del venezolano y con esa antinomia de la actitud del “dar” y el “pedir”
Hace apenas pocos años, las campañas electorales eran el escenario para que nuestros compatriotas más humildes supieran que se acercarían los candidatos a ofrecer, a dar, a prometer. La gente se preparaba con su lista de los Reyes Magos. Los candidatos sabían que debían prepararse para ofrecer villas y castillos; a llevarse la mano al bolsillo para resolver algún pequeño problema e indicarle a algún activista (cuaderno en mano) que iba anotando problemas, promesas y casos que se le iban planteando en los contactos directos. Aquellos cuadernos eran una verdaderas bitácoras y libros negros de la demagogia, el paternalismo y también, de la falta de respeto con la gente.
Esta
práctica llegó al paroxismo con los programas llamados “sociales” del gobierno
que fomentaron la dadiva, la mano tendida y la recompensa a cambio de lealtades
políticas. El “non plus ultra” de esta conducta, la vimos en las pasadas
elecciones para gobernador en Barinas: Las colas de gandolas de
electrodomésticos; las caravanas de gobernadores de cada estado a quienes fue
encargado la “asistencia” de los municipios, pintaron un escenario esperpéntico
de hasta donde se podía llegar, en este terreno.
Pues
bien, quien podía llegar a creer que todo esto iba a cambiar de la noche a la
mañana. ¿Quién podía imaginar que nuestros compatriotas iban a pasar por encima
de esta inveterada costumbre y a ponerse a la orden de un cambio político y a
“pedir” solamente libertad?
“Nunca mas una mujer venezolana tendrá que bajar la cabeza para recibir una
bolsa de comida” dijo en un acto María Corina Machado. Con esa frase estaba
interpretando el momento y, además, indicando que el camino de la dignidad, era
comprensible para nuestras grandes mayorías.
En ese momento tuvimos que escuchar las palabras de algunos que decían que
aquello era menospreciar a la gente que necesitaba la bolsa de comida, que se
les estaba faltando el respeto.
La
vida nos ha dado la inmensa sorpresa de que la gente no solo entendió el
mensaje, sino que entendió que la dignidad y la libertad, con todo lo abstracto
que parezcan, podían pesar más que cualquier necesidad material.
Este
solo hecho ya es una revolución en el imaginario popular y nos ha demostrado
que esta mutación en la conciencia colectiva puede ocurrir cuando una gran
fuerza espiritual te anima y, sobre todo, cuando un liderazgo te ofrece
confianza, da el ejemplo y le pone el pellejo a sus ideas y a su compromiso.
Con
este fenómeno han desaparecido también muchos otros paradigmas: Que hay que
tener el apoyo de la gente con dinero; de los medios de comunicación y de los
poderes facticos. Los ríos de gente que acompañan a MCM y que votaran por
Edmundo González, son los de la gente de a pie. Los pequeños comerciantes, “Las
Hernández” de Corozo Pando que han sufrido en sus carnes la sevicia del poder,
han demostrado que sus apoyos valen más que todo el dinero de los donantes
tradicionales.
Todo
parece indicar que la “tendencia irreversible” es el voto por el cambio del 28.
No hay que ser adivino para intuir que sobrará la gente que se dispondrá a dar
mas que a pedir. El enorme voluntariado para defender los votos está
entusiasmado y listo.
El
compromiso de todos se convertirá en la noche del 28 y el 29 en alegría
desbordada en las calles.
Ojalá
que el gobierno tome nota de esta realidad, ojalá entiendan lo rudo que será
gobernar a un país al que se contraría su voluntad y que está esperanzado y sin
miedo.
Como
Santa Teresa, Venezuela sonreirá y estará dispuesta a agradecer que el cambio
finalmente ha llegado.
Julio
Castillo Sagarzazu
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