Vladimiro Mujica 17 de julio de 2024
Es muy
difícil entender el fervor popular, el entusiasmo a corazón abierto, los
escudos de motorizados y la presencia de gente del pueblo en todos y cada uno
de los actos públicos alrededor de María Corina Machado (MCM) en las calles de
toda Venezuela, sin llegar a una conclusión de profunda significación política:
MCM está recibiendo el apoyo no solamente del pueblo tradicionalmente opositor
a Chávez y Maduro, sino también el del chavismo disidente, y no únicamente de
los grupos intelectuales que originalmente se congregaron alrededor de la
figura carismática de Chávez y que se han ido desencantando del horrífico
desgobierno de Maduro, sino, y esto es un hecho fundamental, del chavismo de
pueblo, del que se siente traicionado y excluido por el régimen de Maduro.
Edmundo González Urrutia (EGU) ha heredado, en gran medida, el apoyo popular que se deriva del liderazgo de MCM. El binomio líder-candidato se ha ido estableciendo en una operación política verdaderamente alucinante, dadas las restricciones impuestas sobre los medios de comunicación, las inhabilitaciones inconstitucionales y la persecución y acoso descarado a muchos dirigentes opositores.
La
líder recorre el país y el candidato consolida apoyos nacionales e
internacionales. Ambos se complementan mutuamente en una alianza sin
precedentes en la historia venezolana. Lo más notable es que el binomio se ha
transformado en la esperanza de redención, reconciliación y refundación de la
República y el hecho de que esto se haya extendido a una parte importante del
pueblo chavista aparece claramente reflejado en las encuestas y las incontables
manifestaciones de calle.
El
binomio tiene los votos y el régimen lo sabe. A pesar de manipulaciones
estadísticas sin ningún rigor matemático en las que se embelesan algunos de los
defensores de la idea de la separación entre el hecho político y el hecho
económico, de quienes insisten en que la democracia y la libertad se pueden
sacrificar frente al tóxico altar de una supuesta recuperación económica de la
nación. Una recuperación que solamente viven ellos y los adláteres del
régimen.
Evidencia
de esta realidad es la pretensión de perseguir tanto a los miembros del comando
de campaña como a cualquiera que se atreva de brindarle hospitalidad a MCM o a
EGU en sus viajes por Venezuela. El régimen se siente dueño de nuestra nación y
sus destinos de una manera que humilla y atropella y que ha terminado por
convencer a sus propios partidarios de que el binomio constituye la única
manera de reconciliar a nuestra patria y de lograr que los hijos y nietos en la
diáspora se reencuentren con sus padres y abuelos en Venezuela.
Pero
no es posible ignorar que la manipulación de las estadísticas y encuestas hasta
transformar una diferencia de entre el 20 y 40% entre Maduro y EGU en un frágil
2 %, que además se puede inclinar en cualquier dirección, tiene una intención
artera: preparar el terreno para un eventual desconocimiento de la Constitución
de la República el 28 de julio. Ya no hay lugar para ningún fraude convencional
como a los que nos tiene acostumbrado el régimen a través del control de las
instituciones. Ya se agotó la figura de las inhabilitaciones. Ya no hay espacio
para seguir anulando tarjetas y pretender engañar a la población con imágenes
manipuladas en el tarjetón. Ya se consumó la violación flagrante de los DDHH de
la diáspora al tan sólo permitir que unos 62000 ciudadanos, de un total de 4.5
millones, puedan votar en las elecciones presidenciales, es decir un ridículo
1.37 % de los venezolanos en la diáspora. Frente a todas las trampas
imaginables del régimen para vulnerar la voluntad popular, el pueblo organizado
y su liderazgo se han plantado y lo hacen a través de una conducta pacífica
fundamentada en la Constitución.
Nos
acercamos a tiempos de cambio. Ya la comunidad internacional, incluyendo
especialmente a los países con gobiernos socialistas democráticos como Chile,
Brasil Colombia, España y México, que en el pasado fueron presentados como
aliados de Chávez, no se creen el discurso presuntamente libertario de Maduro e
interpretan las acciones de su gobierno como lo que son: un intento autoritario
de corromper y manipular la voluntad del pueblo soberano.
El
problema de Venezuela dejó hace rato de ser un conflicto entre «izquierda» y
«derecha”. Ni el régimen es de izquierda, ni la oposición democrática es de
derecha. Se trata ahora de una confrontación histórica para recuperar la
democracia y la libertad y refundar un país con una visión avanzada sobre el
uso del conocimiento y la integridad ética de su dirigencia.
Vladimiro
Mujica
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