JUAN DIEGO QUESADA 19 de julio de 2024
Maduro
y su equipo creen que pueden ganar con cuatro millones de votos si logran
desmovilizar al electorado
Los chavistas viven días de inquietud. En ningún caso contemplaban encontrarse por detrás en las encuestas a tan pocos días de las elecciones, que se celebran el domingo 28. Confiaban en que sacando de la carrera presidencial a María Corina Machado, la líder indiscutible de la oposición, el camino estaría despejado. No contaban ―ni casi nadie― que Machado aceptaría su veto y se dedicaría a hacer campaña por su sustituto, Edmundo González Urrutia. La gente ha entendido, pese a la confusa política venezolana, que votar a Edmundo equivale a apoyar a Machado.
Maduro
y la gente que le rodea, un pequeño núcleo de confianza bregado en disputas
electorales, lleva días enviando mensajes que sugieren que la oposición planea
amañar las elecciones, a pesar de que el chavismo controla la autoridad
electoral y las fuerzas de seguridad. De eso se podría deducir que reconocen la
ventaja de González. Pero la realidad es que todavía
confían en la vía electoral. Manejan unos estudios de “big data” que
pronostican un 30% de participación. La táctica consiste en fomentar todavía
más la desmovilización con diversas acciones. “En ese escenario, nuestro
triunfo está asegurado”, conviene un dirigente del PSUV, el partido
oficialista.
En el
pasado, el chavismo lograba movilizar a sus bases. Ahora está por ver si
consigue poner en marcha de nuevo esa maquinaria. En el Palacio de Miraflores,
la sede del Gobierno, le tienen fe a la táctica de Diosdado Cabello,
vicepresidente del PSUV y jefe de facto de los empleados
públicos del país. Cabello ha insistido en el 1x10x7, es decir, que cada
votante logre convencer a 10 personas, y estos 10 a otros siete a su vez. Con
esos números, calcula que llegarían a entre cuatro y cuatro millones y medio de
votantes. Si la elección no supera los diez u once millones de votantes, creen
los herederos de Hugo Chávez que la victoria es suya. Esta tesis la ha
defendido un analista como Luis Vicente León, director de una encuestadora, al
que la oposición ha criticado frontalmente por supuestamente justificar una
posible victoria chavista, según su visión.
La
brecha a día de hoy de Maduro con González Urrutia es de 34,1 puntos (25 frente
a 59,1), según Delphos. En el chavismo, sin embargo, no se creen ese dato,
confían en que solo sea 14. Esa desmovilización pretendida pasa por la desconfianza
que los ciudadanos tienen en las urnas, que no consideran seguras. Tienen la
sospecha de que de alguna manera el voto se puede conocer. Nadie olvida
la Lista Tascón, un
documento que sacaba a la luz en internet quién había firmado entre 2003 y 2004
un proceso revocatorio contra Chávez. La lista se usó para despedir a
empleados públicos, cerrar oportunidades laborales y marginar a gente. Tiempo
después, Chávez llegó a pedir que no se hiciera más uso de ese documento
después de críticas de la comunidad internacional. El final de Tascón fue
dramático. Denunció la corrupción en el Gobierno de Chávez, apuntando
directamente a Diosdado Cabello, y aquello, en vez de convertirse en un mérito,
le costó salir del círculo presidencial y vivir apartado hasta su muerte en
2010, víctima de un cáncer.
La
campaña gana en crispación a medida que se acerca la fecha. A la detención del
jefe de seguridad de Machado ―este jueves fue liberado― se ha sumado un goteo
de aprehensiones de colaboradores de la líder opositora. En total, contando a
otros activistas, más de 100 personas. Maduro ha empezado a encender su verbo.
Ha alertado hoy mismo de un posible fraude de la oposición provocando un apagón
masivo, sin desvelar cuáles son las pruebas. Más tarde, se ha filtrado un video
en el que aparece sentado junto a Cilia Flores, su esposa, en el salón de casa
de unos ciudadanos, que sentados en unas sillas le escuchan atentamente. En un
momento de la conversación, al hablar de una posible victoria de Edmundo
González, dice textualmente: “Una guerra civil aquí. El pueblo, las fuerzas
armadas y policiales a la calle, una revolución del siglo XX. Si la derecha
fascista llega al poder sería inevitable”. El presidente tantea los límites del
lenguaje y abre cada vez más escenarios posibles. Los países pendientes de esta
resolución aguardan con cierta preocupación el desenlace. A nueve días de la
votación, el futuro resulta más incierto que nunca en Venezuela.
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