José Luis Farías 25 de julio de 2024
@fariasjoseluis
La
otra cara:
Hace
días, en una tertulia donde el habla se pulía hasta alcanzar la exquisitez, un
viejo amigo se refería a la inequidad que impera en la actual campaña electoral
de Venezuela. Con cierta eufemística, propia de su acendrado academicismo,
señalaba el descarado actuar del candidato-presidente Nicolás Maduro. Este no
se ha contenido en el empleo de recursos públicos para saturar los espacios
mediáticos con su imagen hasta la náusea, cuya muestra más asqueante acaso sea
su imagen del gallo pinto en la pantalla del Times Square de Nueva York,
dejando a los demás contendientes a la sombra de su omnipresencia
propagandística.
Desfalco y Derroche
El
ejercicio democrático demanda virtudes que el gobierno de Maduro y su entorno
están lejos de poseer.
La
decencia mínima que debe caracterizar a todo funcionario público en el manejo
de los recursos del Estado es una virtud ausente en su gestión. Más bien, su
sino es el abuso y el atropello. Las calles y avenidas de Venezuela han sido
invadidas por murales gigantescos (el uso del superlativo aquí es meritorio)
que exaltan su figura como si de un mesías se tratase. La radio y la televisión
se ven asaltadas por propagandas cínicas que buscan manipular la percepción
ciudadana, mientras que en las redes sociales se despliegan campañas
millonarias destinadas a asegurar que ningún internauta escape al funesto
encanto de su presencia digital. Todo esto conforma un espejo fiel de cuán
lejos están dispuestos a llegar con tal de perpetuar su dominio.
El
desfalco en el uso de los recursos públicos es evidente. Grúas pertenecientes a
Corpoelec, destinadas originalmente a reparaciones de infraestructura
eléctrica, se emplean ahora para alzar pendones y pancartas del
candidato-presidente. Vallas monumentales financiadas con dineros del pueblo
interrumpen el paisaje urbano, mientras que miles de motocicletas son regaladas
a jóvenes bajo la coacción del apoyo incondicional, acompañadas de repartos de
dinero en efectivo con la clara intención de comprar voluntades.
El
Silencio Cómplice
En la
ardiente efervescencia de las campañas electorales, donde el ansia de
perpetuidad en el poder y el deseo de dominio se entrelazan en una danza
febril, el abuso de la autoridad emerge como un veneno corrosivo que, lejos de
fortalecer la sagrada alianza entre gobernantes y gobernados, la corrompe desde
sus cimientos más íntimos. Este mal no sólo desgasta la confianza del pueblo en
sus líderes, sino que también horada los principios vitales sobre los cuales se
erige la democracia misma, convirtiendo el noble ejercicio del sufragio en una
trágica farsa, donde el destino de naciones enteras pende de hilos invisibles
tejidos por la codicia y el oportunismo desbocado.
Sin
embargo, nada de esto parece resonar en las autoridades del Consejo Nacional
Electoral (CNE), quienes prefieren mirar a otro lado. El Contralor guarda
silencio cómplice mientras que el Fiscal actúa con celo únicamente para
perseguir y encarcelar a los adversarios políticos del régimen. Todo parece
estar orquestado para proyectar una sensación de invencibilidad que desaliente
al elector y lo induzca a la abstención. Diría Borges: “En el tumulto de
ambiciones y engaños, el oscuro designio se oculta tras máscaras de poder.”
Autoritarismo
Desbocado
En
estos días aciagos, donde la política venezolana se tiñe de sombras y opresión,
la figura del candidato-presidente Nicolás Maduro emerge como el epitome del
autoritarismo desbocado. La persecución, la agresión y el encarcelamiento se
han erigido como pilares fundamentales de su gobierno, desgarrando el tejido
democrático y sembrando el terror entre quienes osan alzar la voz en
disidencia. Siendo María Corina Machado y el candidato Edmundo González y su
entorno las víctimas principales del terrorismo de Estado aplicado por el
régimen.
Ian
Kershaw, reconocido historiador británico, advierte que “los regímenes
totalitarios del siglo XX nos enseñan que la represión y el control absoluto no
son medios para sostenerse indefinidamente en el poder, sino caminos hacia la
desestabilización y el colapso”. Estas palabras resuenan con inquietante
pertinencia en el contexto actual de Venezuela.
La
violencia se ha ejercido contra decenas de comerciantes y ciudadanos honestos
han sido víctimas de una maquinaria represiva implacable. Desde vendedoras de
empanadas hasta dueños de hoteles y posadas, moto taxistas, todos han sufrido
la brutalidad del Seniat y de los cuerpos policiales, quienes actúan como
arietes del régimen, destruyendo medios de vida por el simple delito de apoyar
a un candidato opositor. El silencio pétreo de las autoridades electorales y la
diligencia represiva de la Fiscalía y los cuerpos de seguridad han sumido al
país en un clima de temor y desesperanza.
Los
Costos del Abuso de Poder
Las
detenciones políticas arbitrarias han alcanzado cifras alarmantes, con 102
dirigentes encarcelados a ocho días del final de campaña. Periodistas y
refugiados en sedes diplomáticas son blanco de acusaciones infundadas, mientras
el gobierno se dedica a obstruir el libre tránsito y sabotear concentraciones
políticas con barricadas y amenazas físicas. Esta política represiva, propia de
regímenes totalitarios, pretende imponer el poderío del Estado como un muro
infranqueable frente al clamor popular por un cambio democrático.
La
coacción y el abuso del poder son como venenos que el régimen administra
creyendo en su capacidad para contener sus efectos. Pero pueden desatar fuerzas
que el régimen no puede prever ni controlar. De hecho, nunca imaginaron que sus
errores continuos serían la piqueta que, desde las entrañas mismas del poder,
erosionaría sus bases.
El
desdén por la decencia y la justicia, la manipulación descarada de los recursos
públicos para perpetuar una imagen de omnipotencia y la represión constante
contra aquellos que osan cuestionar el status quo, han tejido una tela de araña
que atrapa tanto al ciudadano común como al opositor más ferviente. Las calles
pintadas con murales que glorifican al líder, los medios saturados con
propaganda sin tregua y las instituciones del Estado cooptadas para servir como
herramientas de intimidación, todo ello conforma el caleidoscopio de la tiranía
moderna.
La
Ilusión de Invulnerabilidad
En
este juego perverso de apariencias y dominio, el régimen se aferra a una ilusión
de invulnerabilidad, como si la voluntad popular y el deseo innato de libertad
pudieran ser doblegados por la fuerza bruta y la coerción despiadada. Pero el
tiempo, implacable y sabio, suele desvelar las falacias de los déspotas. La
erosión de las bases desde sus entrañas es un proceso que avanza silencioso
pero inexorable, gestado por la indignación de un pueblo que no olvida ni
perdona.
En
cada protesta silenciada y en cada voz que se alza contra la injusticia, late
el latido firme de una democracia que espera ser restaurada. El régimen puede
controlar los medios, puede encarcelar a sus detractores y puede manipular las
elecciones, pero nunca podrá sofocar el anhelo de libertad que se arraiga
profundamente en el espíritu humano.
Así,
mientras las sombras del autoritarismo se alargan sobre la tierra, la
resistencia persiste como un faro de esperanza en la noche oscura. La historia
nos enseña que ningún régimen, por más opresivo que sea, puede negar
eternamente el derecho natural de todo pueblo a ser libre.
Este
reflexión adquiere una vigencia palpable al observar la situación desesperada
de un país atrapado en las garras de un liderazgo que se aferra al poder a
cualquier costo.
Equivocaciones
del Poder
Sin
embargo, Maduro y sus secuaces parecen ignorar la realidad que les rodea.
Creyendo en la invulnerabilidad que otorga el abuso del poder y la manipulación
propagandística, esperan sembrar la desilusión y la apatía entre los electores.
Pero están equivocados. El próximo 28 de julio, la voluntad popular se alzará
como un torrente indetenible, clamando por un horizonte nuevo donde la
democracia sea el faro que guíe a Venezuela hacia la libertad y la justicia.
En
medio de la oscuridad, la esperanza persiste. La lucha por la democracia en
Venezuela es un llamado a la resistencia, una proclama contra la opresión y la
tiranía. La historia nos enseña que ningún régimen puede suprimir
indefinidamente el deseo innato de libertad que arde en el corazón de un
pueblo.
La
persecución, la agresión y el encarcelamiento son la práctica habitual del
gobierno del candidato-presidente Nicolás Maduro.
Son
decenas los comerciantes atropellados: vendedoras de empanadas o de sándwich,
dueños de restaurantes o de hoteles, moto taxistas, dueños de transportes
públicos o de carga e incluso caballos que han sufrido la actuación represiva
del Seniat o de los cuerpos policiales dejados sin sus medios de vida por
simplemente ofrecer sus servicios a un determinado candidato adversario o a
dirigentes políticos.
La ola
de detenciones políticas arbitrarias alcanzaron a 71 los dirigentes detenidos
en apenas los primeros diez días de campaña, incluidos periodistas, y además de
numerosos asilados en sedes diplomáticas todos bajo acusaciones sin fundamento
co el silencio pétreo de las autoridades del CNE y con la diligencia represiva
de la Fiscalía y los cuerpos de seguridad.
Las
interrupciones del gobierno de Maduro al libre tránsito por el territorio
nacional son cotidianas, a diario se registran informaciones de obstáculos de
todo orden como barricadas, incluido el uso de vehículos oficiales, en la vía
pública para impedir el acceso de los líderes políticos a los sitios de
concentración; así como agresiones físicas, amenazas e intimidaciones.
Prueba
de Fuego
Con
ésta abominable política represiva en medio de la campaña electoral
presidencial, propia de regímenes totalitarios, se pretende igualmente que con
el abuso propagandístico, crear un clima de intimidación, de amasamiento y de
provocación imponiendo el poder de la fuerza para presentarse como inamovible,
indestructible e inderogable. Pero cuán lejos están de la realidad Maduro y sus
acólitos, nada podrá tener el curso de la voluntad popular a favor del cambio
democrático el,próximo 28 de julio
El
candidato-presidente se encuentra muy lejos de la realidad si cree que tales
artimañas le asegurarán la victoria. Ignora por completo que hay un pueblo
decidido a instaurar un cambio político a través de los cauces democráticos. La
esperanza de una Venezuela libre y justa persiste en el corazón de sus
ciudadanos, quienes no se dejarán intimidar por las artes oscuras del poder.
En
este escenario, la democracia venezolana enfrenta una prueba de fuego. La
batalla por la integridad electoral y la transparencia está en marcha, y el
mundo observa con atención cómo se desenvuelven los acontecimientos en esta
tierra tan golpeada por la discordia y el desencanto. Ésta desmedida campaña de
amedrentamiento, estos actos de barbarie fascistoide, apuntan a un clima de
caos para inducir a la violencia y justificar un zarpazo, pero no caeremos en
ello, no nos desviaremos de la ruta electoral. Ésta desmedida campaña de
amedrentamiento, estos actos de barbarie fascistoide, apuntan a un clima de
caos para inducir a la violencia y justificar un zarpazo, pero no caeremos en ello,
no nos desviaremos de la ruta electoral. En los corazones valientes de
Venezuela, la llama de la esperanza arde con fuerza, desafiando las sombras del
poder.
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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