Francisco Fernández-Carvajal 16 de julio de 2024
@hablarcondios
— El
amor a la Virgen y el escapulario del Carmen.
—
Especial ayuda y gracias de Nuestra Madre en el momento de la muerte.
— El
escapulario, símbolo del vestido de bodas.
I. El
culto y la devoción a la Virgen del Carmen se remonta a los orígenes de la
Orden carmelitana, cuya tradición más antigua la relaciona con aquella pequeña
nube como la palma de la mano de un hombre, que subía desde el mar1 y
que se divisaba desde la cumbre del Monte Carmelo, mientras el profeta Elías
suplicaba al Señor que pusiese fin a una larga sequía. La nube cubrió
rápidamente el cielo y trajo lluvia abundante a la tierra sedienta durante
tanto tiempo. En esta nube cargada de bienes se ha visto una figura de la
Virgen María2, quien, dando el Salvador al mundo, fue portadora del agua
vivificante de la que estaba sedienta toda la humanidad. Ella nos trae
continuamente bienes incontables.
El 16 de julio de 1251 se apareció la Virgen Santísima a San Simón Stock, General de la Orden de los Carmelitas, y prometió unas gracias y bendiciones especiales para aquellos que llevaran el escapulario. Esta devoción «ha hecho correr sobre el mundo un río caudaloso de gracias espirituales y temporales»3. La Iglesia la ha aprobado repetidamente con numerosos privilegios espirituales. Durante siglos, los cristianos se han acogido a esa protección de Nuestra Señora. «Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. Pocas devociones hay muchas y muy buenas devociones marianas tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices. Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!»4.
La
Virgen prometió, a quienes viviesen y muriesen con el escapulario o la medalla
bendecida con el Sagrado Corazón y la Virgen del Carmen, que hace sus veces la
gracia para obtener la perseverancia final5;
es decir, una ayuda particular para que, quienes no estén en gracia, se
arrepientan en los últimos momentos de su vida. A esta promesa hay que añadir
el llamado privilegio sabatino, que consiste en la liberación del
Purgatorio al sábado siguiente a la muerte6,
y otras muchas gracias e indulgencias. Verdaderamente, «María, con su amor
materno, se cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan
en peligros y en ansiedad hasta que sean conducidos a la patria
bienaventurada...»7.
No dejemos de acudir, cada día, muchas veces, a Ella, para que nos ayude y
proteja. El mismo escapulario nos puede recordar frecuentemente que
pertenecemos a Nuestra Madre del Cielo y que Ella nos pertenece, pues somos sus
hijos, que tanto le hemos costado.
II.
Expresamos en esta devoción una especial dedicación a Nuestra Señora de
nosotros mismos y de todo lo nuestro, pues «en la aparición de la Santísima
Virgen entregando el escapulario a San Simón Stock, se manifiesta la Madre de
Dios como Señora de la gracia; y también como Madre amantísima, que protege a
sus hijos en la vida y en la muerte.
»El
pueblo cristiano ha venerado a la Virgen del Carmen particularmente por medio
del santo escapulario como a la Madre de Dios y nuestra, que se nos presenta
con estas credenciales: “En la vida, protejo; en la muerte, ayudo; y, después
de la muerte, salvo”»8.
Ella es vida, dulzura y esperanza nuestra, como le hemos repetido
tantas veces en el rezo de la Salve.
La
devoción al santo escapulario del Carmen manifiesta nuestra seguridad en el
auxilio materno de la Virgen. Del mismo modo que se utilizan trofeos y medallas
para significar relaciones de amistad, de recuerdo o de triunfo, nosotros damos
un sentido entrañable al escapulario para acordarnos muy frecuentemente de
nuestro amor a la Virgen y de su bendita protección. Ella nos toma de la mano
y, todos los días de nuestra vida aquí en la tierra, nos lleva por un camino
seguro, nos ayuda a superar dificultades y tentaciones: jamás nos abandona,
«porque es su costumbre favorecer a los que de Ella se quieren amparar»9.
Un día
nos llegará la hora de nuestro encuentro definitivo con el Señor. Entonces
necesitaremos más que nunca su protección y ayuda. La devoción a la Virgen del
Carmen y a su santo escapulario es prenda de esperanza en el Cielo, pues la
Virgen Santísima prolonga su maternal protección más allá de la muerte. Esta
prerrogativa nos llena de consuelo. «María nos guía hacia ese futuro eterno;
nos lo hace ansiar y descubrir; nos da su esperanza, su certeza, su deseo.
Animados por tan esplendorosa realidad, con alegría indecible, nuestra humilde
y fatigosa peregrinación terrena, iluminada por María, se transforma en camino
seguro iter para tutum hacia el Paraíso»10.
Allí, con la gracia divina, la veremos a Ella.
Cuando
en 1605 fue elegido Papa el Cardenal De Médicis, que tomaría el nombre de León
XI, y mientras le revestían con los hábitos papales, le quisieron quitar un
gran escapulario del Carmen que llevaba entre la ropa. Entonces, el Papa dijo a
quienes le ayudaban a revestirse: «Dejadme a María, para que María no me deje».
Tampoco nosotros queremos dejarla, pues es mucho lo que la necesitamos. Por
eso, llevamos siempre su escapulario. Y le decimos ahora que cuando llegue ese
momento último nos abandonaremos en su brazos. ¡Tantas veces le hemos pedido
que ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte, que
Ella no se olvidará!
En su
visita a Santiago de Compostela, el Papa Juan Pablo II deseaba a todos: «Que la
Virgen del Carmen... os acompañe siempre, Sea Ella la Estrella que os guíe, la
que nunca desaparezca de vuestro horizonte. La que os conduzca a Dios, al
puerto seguro»11.
De su mano llegaremos a presencia de su Hijo. Y si nos quedara algo por
purificar, Ella adelantará el momento en que, limpios del todo, podamos ver a
Dios.
Antiguamente
se representaba a la Virgen del Carmen con un grupo a sus pies formado por
almas en llamas en el Purgatorio, para señalar su especial intercesión en este
lugar de purificación12.
«La Virgen es buena para aquellos que están en el Purgatorio, porque por Ella
obtienen alivio»13,
predicaba con frecuencia San Vicente Ferrer. Su amor nos ayudará a purificarnos
en esta vida para estar con su Hijo inmediatamente después de la muerte.
III. El
escapulario es también imagen del vestido de bodas, la gracia
divina, que ha de vestir siempre el alma.
El
Papa Juan Pablo II, hablando a jóvenes en una parroquia romana dedicada a la
Virgen del Carmen, recordaba en confidencia el especial socorro y amparo que
recibió de su devoción a la Virgen del Carmen. «Debo deciros les comentaba que
en mi edad juvenil, cuando era como vosotros, Ella me ayudó. No podría decir en
qué medida, pero creo que en una medida inmensa. Me ayudó a encontrar la gracia
propia de mi edad, de mi vocación». Y añadía: la misión de la Virgen, la que se
halla prefigurada y «toma inicio en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, está ligada
a un vestido. Este vestido se llama santo escapulario. Yo debo mucho, en mis
años jóvenes, a este, su escapulario carmelitano. Que la madre sea siempre
solícita, se preocupe de los vestidos de sus hijos, de que vayan bien vestidos,
es algo hermoso». Pero cuando estos vestidos se rompen, «la madre trata de
reparar los vestidos de sus hijos». «La Virgen del Carmen, Madre del santo
escapulario, nos habla de este cuidado materno, de esta preocupación suya para
vestirnos. Vestirnos en sentido espiritual. Vestirnos con la gracia de Dios, y
ayudarnos a mantener siempre blanco este vestido». El Papa hacía mención del
vestido blanco que llevaban los catecúmenos de los primeros siglos, símbolo de
la gracia santificante que recibían con el Bautismo. Y después de exhortar a
conservar siempre limpia el alma, concluía: «Sed también vosotros solícitos
colaborando con la Madre buena, que se preocupa de vuestros vestidos, y
especialmente del vestido de la gracia, que santifica el alma de sus hijos e
hijas»14. Ese vestido con el que un día nos presentaremos al banquete
de bodas.
El
escapulario del Carmen Puede ser una ayuda grande para querer más a Nuestra
Madre del Cielo, un especial recordatorio de que le estamos dedicados y de que
en un momento de apuro, en medio de una tentación, contamos con su ayuda. El
tenerla tan cerca nos permitirá ser fuertes. Con palabras del Gradual para
la fiesta de hoy, pedimos a Nuestra Señora: Recordare Virgo Mater... ut
loquaris pro nobis bona. «Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en
la presencia del Señor, de decirle cosas buenas de nosotros»15;
también en esos días en que no hayamos sido tan fieles como Dios espera de sus
hijos.
*Esta
fiesta, instituida en el año 1726, conmemora el día en el que, según las
tradiciones carmelitas, San Simón Stock, primer General de la Orden, tuvo una
aparición de la Virgen el 16 de julio de 1251. María prometió una bendición
especial para todos los que, en el transcurso de los siglos, llevaran su
escapulario. La Iglesia ha aprobado solemne y repetidamente esta devoción
mariana nacida en Inglaterra, de modo que, a cuantos llevan el escapulario, han
concedido los Papas numerosos privilegios espirituales.
*La
Virgen del Carmen es patrona de los marineros. Ella es
el Puerto seguro donde hemos de refugiarnos en medio de todas las
tormentas de la vida.
1 1
Rey 18, 44 —
2 Cfr. Profesores
de Salamanca, Biblia Comentada, BAC, Madrid 1961, in
loc., vol. II, p. 450. —
3 Pío
XII, Alocución 6-VIII-1950. —
4 San
Josemaría Escrivá, Camino, Rialp, 30.ª ed., Madrid 1976, n.
500. —
5 Cfr. Inocencio
IV, Bula Ex parte dilectorum. 13-I-1252. —
6 Cfr. Juan
XXII, Bula Sacratissimo uti culmine, 3-III-1322. —
7 Conc. Vat. II, Conts. Lumen
gentium, 62. —
8 Card. Gomá, María
Santísima, R. Casulleras, 2.ª ed., Barcelona 1947. —
9 Santa
Teresa, Fundaciones, 23, 4. —
10 Pablo
VI, Homilía 15-VIII-1966. —
11 Juan
Pablo II, Alocución 9-XI-1982. —
12 Cfr. M.
Trens. María. Iconografía de la Virgen en el arte español,
Plus Ultra, Madrid 1946, p. 378. —
13 San
Vicente Ferrer, Sobre la Natividad. —
14 Juan
Pablo II, Alocución 15-I-1989. —
15 Graduale Romanum, in loc, p. 580.
Tomado
de: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx
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