San Josemaría 31 de agosto de 2024
@sJosemaria
El más
grande loco que ha habido y habrá es Él. ¿Cabe mayor locura que entregarse como
Él se entrega, y a quienes se entrega? Porque locura hubiera sido quedarse
hecho un Niño indefenso; pero, entonces, aun muchos malvados se enternecerían,
sin atreverse a maltratarle. Le pareció poco: quiso anonadarse más y darse más.
Y se hizo comida, se hizo Pan. ¡Divino Loco! ¿Cómo te tratan los hombres?...
¿Yo mismo? (Forja, 824)
Considerad la experiencia, tan humana, de la despedida de dos personas que se quieren. Desearían estar siempre juntas, pero el deber ‑el que sea‑ les obliga a alejarse. Su afán sería continuar sin separarse, y no pueden. El amor del hombre, que por grande que sea es limitado, recurre a un símbolo: los que se despiden se cambian un recuerdo, quizá una fotografía, con una dedicatoria tan encendida, que sorprende que no arda la cartulina. No logran hacer más porque el poder de las criaturas no llega tan lejos como su querer.
Lo que
nosotros no podemos, lo puede el Señor. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto
Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda Él mismo. Irá al Padre,
pero permanecerá con los hombres. No nos legará un simple regalo que nos haga
evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiempo, como la
fotografía que pronto aparece desvaída, amarillenta y sin sentido para los que
no fueron protagonistas de aquel amoroso momento. Bajo las especies del pan y
del vino está Él, realmente presente: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad. (Es Cristo que pasa, 83)
Tomado
de: https://opusdei.org/es/dailytext/
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