La Patilla 05 de octubre de 2024
Pionera
en un lugar tan remoto como Reikiavik, Xileth Bustamante fue
la primera en atreverse a poner las arepas en el mapa culinario de la capital
del país nórdico. Comenzó su aventura gastronómica en la pequeña cocina de su
casa como una forma de generar ingresos y sus platillos no demoraron en
conquistar a los islandeses.
Sus empanadas, tequeños, patacones, cachitos y otros manjares, preparados bajo la maestría de quien lleva a Venezuela en el corazón y en las manos, se convirtieron en verdaderos embajadores al conectar dos culturas tan diferentes a través del gusto. Con una mezcla de ingenio y perseverancia, esta maracucha creó una clientela fiel que ahora no puede resistirse a su sazón tropical.
Radicada
en Reikiavik, Islandia, desde hace 22 años, Xileth logró lo que muchos
emprendedores sueñan: llevar un pedazo de su tierra natal a un rincón del mundo
donde la cultura, el idioma y la gastronomía son notablemente opuestos.
“Soy
muy criollita y amo nuestra comida típica”,
contó con orgullo a La Patilla. Pero antes de dedicarse a la cocina, concluyó
sus estudios como administradora de empresas en Venezuela. No obstante, la
posibilidad de emigrar llegó casi por azar, cuando una visita a Islandia se
transformó en el inicio de una nueva vida.
“Surgió
la oportunidad con una tía de venir a conocer esta isla maravillosa, que me
enamoró desde el primer día y tuve la suerte de poder quedarme y hacer mi vida
aquí”, relató. Sin embargo, admitió que la adaptación no ocurrió
de la noche a la mañana . El idioma, desconocido y complejo, fue uno de los
primeros retos que enfrentó, pero eso nunca la intimidó.
“El
desafío más fuerte fue haber llegado a un país que tiene su propio idioma. Era
la primera vez que lo escuchaba. La segunda lengua que tenían era el inglés y
tampoco lo hablaba (…) Con el tiempo decidí aprender los dos idiomas para poder
integrarme”.
Venezuela
a la carta
La
decisión de emprender con comida criolla llegó al descubrir que la gastronomía
venezolana era inexistente en Reikiavik, la ciudad más grande de Islandia. “Aquí
no había ningún lugar así y tampoco se conseguían los ingredientes necesarios
para prepararla”, detalló.
Elaborar
platos tradicionales, como las arepas, se transformaría en una labor
complicada, aunque esta maracucha audaz halló la solución. “Los
primeros meses no encontré la harina y otros ingredientes que necesitaba, pero
por medio de un amigo descubrí que podía comprarla en supermercados
internacionales”, comentó.
El
deseo de compartir su gastronomía y, al mismo tiempo, generar ingresos mientras
cuidaba de sus pequeños hijos, dio vida a su emprendimiento culinario. Las
primeras personas en probar las arepas de Xileth fueron los familiares de su
expareja.
“Con
el tiempo, más personas fueron probando la comida que vendía y comenzó a
correrse la voz de mi emprendimiento. A muchos de los islandeses les ha
gustado”.
Asimismo,
Xileth agregó que la comida de ellos es muy diferente a la nuestra y quedó
sorprendida por la receptividad. Arepas, tequeños, patacones, pastelitos,
empanadas, pan de jamón, hallacas y otras delicias típicas se juntaron en medio
de dos culturas tan distantes, pero unidas por el placer de la buena sazón.
Sazón
que cruza fronteras
Esta
maracucha demostró su esfuerzo y dedicación para prosperar en tierras nórdicas
y hacer de su emprendimiento, un paraje de auténtico sabor venezolano. A pesar
de que ofrece preparaciones variadas y tentadoras, la verdadera receta de su
éxito radica en la perseverancia.
Recordó
aquel momento donde se arriesgó sola en medio de reglas estrictas para poner en
marcha un negocio en la región y más adelante, su hermana se unió al proyecto
para apoyarla. “La idea de iniciarlo en casa fue con la finalidad de
reunir el dinero suficiente para hacer que el negocio sea más formal”.
Con
una población pequeña y un mercado específico gracias a los productos locales,
el país del bacalao, las asombrosas auroras boreales y enormes montañas
nevadas, no parecía el lugar más oportuno para vender comida venezolana. Aun
así, Xileth lo hizo posible. Paralelamente, la creciente comunidad de
coterráneos en la isla le permitió expandir sus ventas y conquistar más
paladares. “Muchos islandeses han conocido más de nuestra comida y
cultura”, comentó.
Las
redes sociales, en especial su cuenta de Instagram (@comidavenezuela.is), fueron claves para
aumentar su alcance y a su vez, regalar a sus clientes un placentero viaje
culinario a Venezuela a través de su sazón especial. “Por medio de la
comida han podido conocer dónde queda Venezuela e investigar un poco más de
nuestra cultura (…) han demostrado su interés por descubrir más sobre nosotros”,
afirmó.
A
pesar de su éxito, Xileth es consciente de los desafíos que implica formalizar
un negocio en Islandia. Las leyes son estrictas, y obtener los permisos
necesarios requieren tiempo y capital. “No es tan fácil abrir un
negocio de comida típica de otro país aquí”, explicó con franqueza sin
perder el rumbo hacia un futuro de grandeza. “Creo que, si sigo
enfocada en mi objetivo, lo puedo lograr”.
Finalmente,
dejó claro que está lista para evolucionar y compartir cada día la pasión por
su tierra natal y su inigualable gastronomía con un bocado a la vez. “Siempre
es un orgullo dar a conocer el país que tanto amo y que a pesar
de que tengo muchos años sin vivir allá, trato de ir a visitarlo cada vez que
puedo. Desde que llegué a Islandia trato de dar a conocer todo lo hermoso y
maravilloso que nuestro país representa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico