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martes, 26 de noviembre de 2024

María Isabel Peña: “¡Qué maravilla pensar en aromas!” / Hugo Prieto @prodavinci

 


“No hay espacio sin gente, no hay gente sin espacio”. Esta cita de Henry Lefebvre es la bujía de inyección del trabajo que María Isabel Peña realiza en el barrio José Félix Ribas de Petare. Ella se ha puesto a trabajar junto con Jairo Ruza para cambiar percepciones, introducir oportunidades y ofrecer una tercera vía, distinta a la violencia delictiva o a la represión de las autoridades, para que una juventud inmersa en un ambiente, a veces hostil, a veces cruel, pero siempre adverso, encuentre un camino de realización personal. 

La autoconstrucción es la cara visible de lo que fue un lugar vacío en la ciudad, del cual la gente se apropió, no sólo para vivir, sino para ser parte del tejido social. ¿Para qué? Para recrear sus vivencias, darles continuidad a sus expresiones culturales, crear formas de organización. En fin, para reproducir un mundo sociológico, antropológico, cuyas variantes fortalecen el trabajo comunitario y la creación de ciudadanía. Y, para ejemplo, un botón: la casa de Jairo Ruza, de dos niveles, uno inferior que ocupa el hogar de su familia, pero también la sede de una escuela y otro superior, en el que funciona un gimnasio de boxeo. Es como una bisagra que abre dos espacios, uno hacia adentro (en educación escolar) y otro hacia afuera (en la práctica del boxeo) de los muchachos del barrio. 

Quien habla es María Isabel Peña*

¿Cómo se modifican esos espacios? ¿Cómo los modifica una comunidad?

Por suerte en la vida, me tocó conocer a Jairo Ruza y entender cuál era su aproximación a la educación y a lo que él quería con los jóvenes. El propio Jairo lo resume en una frase: “Yo los quiero salvar del mal”. No solamente es enseñarles a boxear, sino cuándo contenerse y cuándo usar la violencia. Él lleva un hilo conductor de cómo sus alumnos progresan. Él sigue el hilo, incluso, cuando los muchachos se van del barrio (entre otros casos, está el de William Flores, quien el pasado 15 de noviembre disputó el Título Internacional de la Asociación Mundial de Boxeo en Dubái. Aunque Flores perdió el combate, vendrán nuevas oportunidades, a sus 25 años. O el caso de Diana Maestre, quien ganó la medalla de bronce, en la categoría de los 57 kilos, en el Mundial de Boxeo femenino, celebrado en Kazajstán). Al final es lo que dice Jairo: “Lo importante no es que ellos sean boxeadores, mi meta es fortalecerlos para que ellos, mediante el trabajo duro, la constancia y la disciplina, alcancen lo que sea”. 

Son pocas las oportunidades, son pocos los proyectos que se insertan en nuestras comunidades populares. Además, hay poca imaginación, pocas capacidades, para aprovechar tecnologías, formas de estudios, formas de comunicación o vehículos de enseñanza.  

Lo bonito de la experiencia de Jairo es que el vehículo es el cuerpo. Son ellos mismos, los que se muestran y necesitan reconocimiento. Ellos podrían estar en la escuela todo el tiempo, pero para ellos es muy importante hacer las demostraciones públicas. No es una casualidad que elijan la estación Palo Verde del Metro, por donde circulan más de un millón de pasajeros al año. A ellos les da mucha visibilidad poder tener esa tarima y mostrarse. Demostrar que tienen valía y que tienen criterios propios. Desde los seis años, ellos se van fortaleciendo y se van formando como individuos. Jairo tiene tres turnos en los que los atiende. Además, está la comida diaria y la tarea diaria. Uno de los entrenadores es su hijo. Entonces, es la familia y la demostración de que todos juntos podemos. 

El reconocimiento, la identidad, es una necesidad vital para una persona que crece en un medio tan hostil y tan precario. Nos cuesta entenderlo, porque nos resulta muy incómodo ponernos en los zapatos de esos muchachos. 

El éxito en el barrio se mide de varias maneras. Uno. Por el ejercicio de la violencia. Dos. Por la obtención del dinero fácil. Tres. Todo eso se mide contra un reconocimiento de lo que tú eres como ser humano, de lo que tú puedes lograr con tu cuerpo. Jairo les hace entender (a sus alumnos) que esa primera casa, que ellos son como cuerpo, tiene muchas posibilidades y, justamente, esa es su tarea. 

¿Hay una convivencia, o más bien una competencia, entre las conductas ciudadanas y las conductas delictivas? 

Es muy interesante entender el concepto de paralegalidad, que es algo que sucede en nuestros barrios. Este es un concepto que acuñó Roberto Briceño León, sociólogo, que tiene muchos años trabajando en el Observatorio de Violencia. Lo que nos dice ese concepto es que, en el barrio, que también es un tejido social, hay individuos que tienen cierto poder, que lo ejercen de manera brutal. Además, hay redes muy presentes y muy activas, por ejemplo, está lo que se conoce como el gariteo, cualquiera que pase el límite del barrio hacia adentro, enseguida es reportado. Hay al menos 200 personas que trabajan con Wuileisys, el capo de la zona. Jairo está en José Félix Ribas seis y Wuileisys en JFR ocho. Él fue capaz de paralizar a todo Petare, con refriegas armadas, porque no le cumplieron con unos juguetes que eran para sus niños. Dejó en claro quién era la autoridad dentro del barrio. Esa autoridad no está escrita en ninguna parte, pero todo el mundo la conoce. Entonces, sabes a qué hora debes regresar a tu casa. O hay gente que apuesta a que está mucho mejor con Wuileisys que con la policía. 

Sí, hay un poder legal y otro paralegal, pero los dos tienen el mismo propósito: ejercer el poder y reprimir. 

Exactamente, para mi tesis doctoral hice lo que se llama la construcción social del caso. Jairo es lo que conocemos como un titán. Su casa es el hogar de su familia, la sede de la escuela, del comedor y del gimnasio de boxeo. Todo. Él carga el mundo sobre sus hombros y dice: Yo puedo contra todo. Yo los voy a salvar del mal. Esa es una figura. La otra es Wuileisys. El Robin Hood de Petare. Él los defiende de los malos. Y hay momentos en los que la gente sufre el síndrome de Estocolmo. Colabora, voluntariamente o no, con Wuileisys porque creen que él los puede proteger más que el Estado, con sus distintivos cuerpos de seguridad. Estamos frente a un mundo paralelo, donde no hay nada escrito, pero todo el mundo sabe comportarse. Ellos conocen toda la ciudad, mientras nosotros no sabemos cómo se bate el cobre en un barrio. 

María Isabel Peña retratada por Alfredo Lasry | RMTF

¿Qué diría del boxeo como un vehículo para socializar?

Es una forma de socializar maravillosa. Niños y niñas, adolescentes de ambos sexos, se hacen amigos, se fortalecen mutuamente. No siempre sus padres los apoyan, pero ellos hacen familia con todo el equipo de los 106 niños que inicialmente eran, porque es una cosa de todos. Jairo los reprende si los oye decir groserías, si descubre que hacen apuestas, algo que ocurre en cualquier esquina o calle del barrio. Él es la tercera opción, la que no estaba pensada (no es el Estado, no es Wuileisys). Es una opción distinta. Él sabe surfear entre uno y otro. 

¿Qué diría de su experiencia personal?

Desde el año 1999, siempre ha habido esa cercanía con todo el tejido social, con todo lo que es autoproducido. No sólo con lo físico sino con lo intangible. La gente que construye un lugar. He tenido la oportunidad, la experiencia, de hacer planes para que se mejoren y se tomen en cuenta los barrios, tanto en mi condición de arquitecta como con la Fundación Espacio. En Catuche, propusimos hacer pequeños parques, pequeños plantíos, en los márgenes de la quebrada que quedaron despejados después de la vaguada, entre otras cosas, para que la gente pudiera disfrutar de un nuevo espacio público o aprendiera a hacer picantes con ají dulce y emprendiera un negocio o se repartieran el producto de un pequeño conuco. También les enseñamos a hacer adoquines con las piedras del río, para que cubrieran sus calles. Son cosas que dan muchísima satisfacción. En otros espacios, empezamos a trabajar con los niños para bypasear la polarización. ¿Qué pueden hacer para que la gente se sienta mejor en su barrio? Ellos eligieron hacer lámparas para alumbrar las calles para que la gente se sintiera más segura. Culturalmente, las películas también nos ayudaron muchísimo, pasábamos películas en un lugar donde se podían reunir todos.   

Hay mucha gente que asegura que el país ya no está polarizado. 

No. Sigue estándolo. Si preguntas cosas básicas, la respuesta suele ser ellos o nosotros. ¿Quién reparte la caja CLAP? Ellos ¿Les llega el agua? A nosotros sí, a ellos no. Entonces, ¿De qué estamos hablando? Hay diferencias. Quizás el país está menos polarizado. Pero no. Sigue estándolo. Nuestro mensaje es que los venezolanos somos un solo pueblo. 

Caracas es una ciudad con muy pocos espacios públicos, reconocidos, diseñados y pensados como tales. ¿Qué puede decir de los espacios públicos en los barrios?

Cuando estudias los barrios, entiendes que construyeron sobre terrenos precarios. Hay, incluso, manchas que señalan posibles deslizamientos y ciertos riesgos. Si esa realidad se compaginara con una buena gobernanza, esas áreas no deberían ser ocupadas por viviendas, sino para crear espacios públicos fuera de peligros. En el barrio El Carmen, por ejemplo, en una de esas manchas proyectamos un anfiteatro sembrado y lo vamos a hacer con aromas ¿Ustedes han olido, alguna vez, el pomagas (el olor del fruto es similar al de una rosa)? ¿Recuerdas el color de la flor? Sí, es fucsia. Bueno, vamos a hacerlo. ¡Qué maravillas! Pensar en aromas. Y no en malos olores. Mira, sí hay capacidad, pero se necesita un orden impuesto, alguien que controle los espacios. Son espacios donde no puede haber una construcción permanente, pero sí actividades puntuales: películas, boxeo, rituales festivos… Pero lo único que se conoce como espacio público es la cancha y la calle. 

¿Cuál sería el balance preliminar de su trabajo en las comunidades o de su experiencia en el tejido social y comunitario?

En términos urbanos hay diferentes texturas: el casco central de la ciudad, su extensión por medio de distintos tipos de edificios y viviendas y lo autoproducido, en los márgenes, en los intersticios de las quebradas y en uno u otro lugar donde haya barrios. Pero funcionalmente, somos una sola ciudad. Hay libros sobre la ciudad, historias que se han escrito sobre la ciudad, que no incluyen a los barrios. Tenemos una visión parcial y tenemos que entendernos como una sola ciudad con tres texturas. Y eso lo puedes ver perfectamente (desde la década de 1950) en las fotografías de Paolo Gasparini. Ahí ves, el casco, lo moderno y el barrio. Siempre fuimos tres, pero funcionalmente coexistimos todos. Pero creo que esa realidad no se ha entendido políticamente. Tenemos que auxiliarnos mutuamente. ¿Para qué? ¿Para que todos estemos mejor? Cosa que ocurrió en Medellín, experiencia que pudimos conocer gracias a la Fundación para la Cultura Urbana. Uno espera que el mundo sea un poco más justo. 

Grandes urbes, hacinadas, ¿No es así como viven los países pobres o los países desiguales como los de América Latina?

Eso puede cambiar con el tiempo, con todos los proyectos que hemos hecho de incorporación y homologación de lo que puede ser un barrio mejorado. Pero sí, falta voluntad política. Pero uno quiere que haya más justicia social. 

***

*Arquitecta por la Universidad Central de Venezuela. MSc. Arquitectura y Diseño Urbano, Graduate School of Architecture Planning and Preservation, Columbia University, Nueva York. Doctoranda en Urbanismo, Instituto de Urbanismo FAU/UCV. Ex directora del Instituto de Urbanismo, FAU/UCV. Miembro Asociada de Fundación Espacio. Co-Autora de Caracas del Valle al Mar. Guía de Arquitectura y Paisaje junto a Iván González Viso y Federico Vegas.

https://prodavinci.com/maria-isabel-pena-que-maravilla-pensar-en-aromas/

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