Páginas

viernes, 16 de agosto de 2013

Háblame tú también, Nicolás


Por Vladimiro Mujica, 15/08/2013

Una composición musical devastadora para la hegemonía cultural que ha impuesto el castrismo en Cuba corre como un virus por las redes sociales.

Se trata del rap “Háblame” compuesto por el grupo Tribu Mokoya, integrado entre otros por un hijo de Silvio Rodríguez, el emblemático autor y cantante de la Nueva Trova Cubana, que se hace llamar Silvito El Libre, presumiblemente para diferenciarse de su talentoso padre, quien se ha mantenido inconmoviblemente leal a la revolución, a diferencia de otros músicos de la Nueva Trova como Pablo Milanés.

La letra del rap es una larguísima letanía de frustraciones por un sueño traicionado que obviamente ha crecido en el alma de los jóvenes músicos que incluyen en su seno a un venezolano- hasta convertirse en una acusación sumaria contra Fidel Castro, el destinatario obvio de la carta abierta al liderazgo comunista que es Háblame. Uno no puede menos que conmoverse escuchándolo y admirarse del valor de los músicos de la Tribu Mokoya en escribir algo así contra un régimen represivo e intolerante como el que reina en el “paraíso cubano” como alguna vez lo llamó el Comandante Eterno. Quizás el hecho de que puedan hacerlo sin ser arrestados, o peor, es una señal de que el gobierno cubano ya no se siente tan impune y porque la lista de solidaridades automáticas de la izquierda internacional, que solían perdonarle a Cuba cualquier cosa por su supuesta gallarda postura contra el imperialismo yanqui, se ha ido achicando.

Cambiando algunas circunstancias y hechos locales, Venezuela podría tener su propia versión de Háblame, no escrita por uno de los ciudadanos que se oponen al gobierno y que el régimen insiste en ignorar como si no existieran, sino por cualquiera de los chavistas de base que protestan contra las traiciones y abandonos de la revolución sin terminar de entender que la supuesta revolución ha sido una monumental farsa histórica que solamente ha servido para que una nueva oligarquía se haga con el poder.

Háblame de los 200.000 compatriotas muertos a manos de la violencia homicida que no hacen nada por contener y que se lleva a algunos ricos, pero sobre todo a los pobres que juraron defender.

Háblame de los hospitales sin medicinas y del ruleteo que hacen de la penuria de la enfermedad una verdadera calamidad.

Háblame de la destrucción del trabajo y su reemplazo por una ayuda del Estado que no nos ayuda a crecer sino a envilecer.

Háblame de la libertad perdida y la justicia corrompida.

Háblame de la corrupción que juraste combatir y que hoy crece entre los tuyos como un huracán.

Háblame del dinero regalado para fomentar la revolución internacional en desmedro de los tuyos y sus sufrimientos.

Háblame de la imposición de tu modo de pensar en todos los espacios de nuestra educación.

Háblame de la destrucción de la industria del petróleo, nuestra fuente principal de producción.

En fin, sin duda que mis estrofas no son tan buenas como las de la Tribu Mokoya, en verdad no es mi oficio el componer, pero estoy seguro de que un músico talentoso lograría repararlas. Quizás dejé fuera la más conmovedora de las líneas de la versión original: “Háblame, cuenta aquí cómo fue qué hiciste de un país tan feliz una islita triste”, y de la cual me permito discrepar. No creo que la isla de Batista era un país feliz cuando llegó la revolución; y por eso mucha gente la aplaudió. Pero no cabe duda de que el resultado final es, en verdad, una isla triste.

Pienso en todo esto intentando comprender las dificultades que enfrentan muchos chavistas honestos y que se creyeron la historia de que el proceso era más grande e importante que todos los desaciertos de la revolución y que era necesario sufrir hoy para ser feliz mañana. Lo cierto es que la felicidad no viene, y que la verdadera cara de la revolución es el gesto descompuesto y repugnante del diputado Carreño llamando maricón a Capriles en plena sesión de la Asamblea Nacional.

O la risa del diputado Cabello cuando golpeaban a María Corina Machado en otra de las jornadas históricas de nuestro vapuleado Parlamento.

Es quizás su turno de hablar, presidente Nicolás Maduro, y de intentar explicar lo inexplicable: cómo se perdió una oportunidad de hacer surgir a Venezuela en una década pródiga en recursos cuando todos nuestros vecinos avanzaron y nosotros caímos en una vorágine de destrucción de nuestra patria. Y a Ud., compatriota chavista: ¿Nada de esto le perturba?



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico