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viernes, 16 de agosto de 2013
Sobre la salida del aire del Radar de los barrios
Por Willy Mckey, 15/08/2013
Un radar permite tener ojos donde los ojos no llegan. Es un arma eficaz porque, en lugar de agredir, sirve para poner en evidencia al otro. Lo advierte, lo desnuda, lo desenmascara. Y los mapas que hace los logra a partir de repasar varias veces un mismo territorio, revisando qué ha cambiado y por qué.
El periodista Jesús “Chúo” Torrealba hizo público que el canal informativo Globovisión decidió sacar de su programación los dos programas que conducía: Del dicho al hecho, un repaso de la prensa diaria, y Radar de los barrios, una dinámica de investigación periodística única en el periodismo nacional, que logró articular el liderazgo social con denuncias desde los barrios, caseríos y las localidades más urgidas de Venezuela.
La mayoría de los casos involucraba a quienes se sentían abandonados por las autoridades inherentes —no competentes— y conseguían en alguien ajeno a sus necesidades la posibilidad de explicárselas. Una de las contribuciones más importantes de Radar de los barrios fue darle a la gente la oportunidad de darle forma a sus necesidades, traduciendo en palabras y en imágenes una situación que los ojos ausentes habían estado ignorando.
Radar de los barrios fue un programa antipoderes. No antipoder, sino antipoderes. No se trataba tan sólo de buscar al culpable en alguna cartera ministerial: también hacía que quienes insisten en mantenerse sumergidos en aquello que sólo les atañe a ellos tuvieran un contacto con eso que, fuera de sus coordenadas geográficas, sociales y políticas, es el padecimiento del otro, del que piensa distinto y no consigue otro lugar dónde depositar su esperanza.
Por eso todo esto sucedía sin que nadie se quitara la franela con el eslogan de alguna de las mil elecciones a las que los venezolanos hemos sobrevivido. No había el trueque cruel de “sólo sales si dices lo que yo digo” ni otro catecismo político. Por eso el apoyo con el cual contaban no sólo Torrealba sino la cantidad de reporteros que surgieron como parte de la misma necesidad: alguien los tomaba en cuenta, yendo hasta donde estaban ellos y no sus votos. Sin importar todas las cegueras políticas posibles.
En este espacio televisado, hombres y mujeres esperanzados con el proyecto político del partido de gobierno volvían a depositar su esperanza en la vieja fórmula de “hacer un llamado”. Y los más necesitados hacían llamados a alcaldes, gobernadores, concejales, diputados, candidatos a presidentes y presidente. Llamados. Recordarles que están ahí, a ver quién volteaba la cara. Por eso, como hace un radar, más de una vez volvían a repasar el mismo lugar para dejar en evidencia en qué lugar de nuestra política viven los que no quieren escuchar, esos que son los peores sordos.
La denuncia pormenorizada de la quiebra de SIDOR o las denuncias de quienes estaban afectados por el abandono del Lago de Valencia. El abandono de caseríos al hampa o la privación de servicios de comunidades enteras. El cuestionamiento a la calidad de vida ofrecida por la Gran Misión Vivienda Venezuela o los retrasos en las obras de infraestructura. Promesas incumplidas o escuelas y hospitales cayéndose. Cada programa planteaba un nuevo vacío en las políticas de Estado o una situación velada. Fue polémico programa que denunció las carpas vacías de los supuestos sembradíos organopónicos que unas enormes vallas en la Autopista Regional del Centro afirmaban como una maravilla bautizada “Unidad de Producción Paula Correa”. Los cien mil millones de bolívares invertidos eran hectáreas mal custodiadas de gamelote, tapiadas por la retórica visual de la marca-gobierno. Y entonces la agresión, la pólvora.
Eso que vigilaban quienes estaban ahí no era la cosecha, sino la reputación de quienes sólo se oyen a sí mismos.
Su visión del periodismo conseguía el debate más potable en reconocer que lo único que nos une a los venezolanos son los problemas y que lo que urgen son las soluciones. No doctrinas. No etiquetas. No divisiones. Miremos el mapa.
El Radar de los barrios detectó a ese país invisible que estaba atorado en la falla de la polarización. Nos lo mostró. Y ahora, cuando a algunos les conviene más que nunca subrayar las grietas, alguien ha decidido apagarlo.
http://prodavinci.com/blogs/sobre-la-salida-del-aire-del-radar-de-los-barrios-por-willy-mckey/
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