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martes, 3 de septiembre de 2013

EL BUEN VIVIR

Gustavo Linares Benzo 30 de agosto de 2013
@glinaresbenzo

¿Qué vendrá, delegar el cobro de la factura petrolera, que el jefe del Seniat se llame Lin Biao…?

Nadie se llame a engaño: la ley habilitante es para otra cosa, secreta y perversa, no para combatir la corrupción, algo que no le importa a casi nadie y mucho menos al chavismo, que vive de ella. Como tampoco le importó en vida al Gigante Eterno, quien la necesitaba para mantener dóciles a sus adláteres, aunque ahora se pretenda reconstruir la historia siguiendo el ejemplo que Chávez dio.
Es para otra cosa, ya veremos más adelante para qué, puesto que cualquier cosa imaginable, desde penas máximas hasta los controles más impermeables pueden establecerse con la actual mayoría del chavismo en la Asamblea o simplemente ejecutando lo que dice la ley vigente, pues en eso sí somos el país más honesto del mundo: ley dura, práctica blanda, como decía Tocqueville; ley dura, nada de práctica, diría cualquier analista venezolano.

Antes, el Gobierno debe superar el detalle de que no tiene los votos en la Asamblea. Ese problemita tiene varias soluciones: i) como ya dijo el presidente Cabello, las tres quintas partes necesarias no se cuentan sobre los miembros de la Asamblea, asistan o no, sino sobre los presentes en la sesión. Basta entonces una orden a un fiscal del INTTT para que detenga el carro de cualquier diputado de oposición en camino a la sesión, digamos, porque su triángulo de seguridad es chimbo, para que se llegue al final deseado; ii) un poco más agresiva, lograr un salto de talanquera in extremis, con tantas maneras de convencer que posee el Gobierno; iii) las tres quintas partes no hacen falta porque la interpretación transversalista del Texto Magno requiere de una hermenéutica dialógica que ante todo alzaprime el buen vivir del colectivo, lo que lleva inexorablemente al apotegma de que las mayorías calificadas son un residuo burgués que invisibiliza el sentir del pueblo oprimido, id est, el chavismo arrebata.

Superada la formalidad, se verá el texto del proyecto de ley habilitante. No hay que ser profeta para saber cómo vendrá: luego de varios numerales que habilitarán a Maduro a “aumentar las penas por los delitos de corrupción”, aumentar los controles, reforzar los organismos de control, léase Sebin, o al final de cada uno de los numerales, estará la verdadera ley habilitante: el Presidente de la República “podrá hacer todo lo que sea necesario, o lo conveniente, para lograr el buen vivir de los venezolanos (refrito de la última ley habilitante de Chávez, que con la excusa de resolver la tragedia de las lluvias, dictó una nueva Ley del Trabajo), o lo necesario para la construcción del socialismo, o para garantizar la paz y la justicia de todos los pueblos de nuestra América”, etc.

Con esa base, ¿qué será lo que de verdad se busca con la habilitante? Primero, seguir tratando de visibilizar a Maduro, hacerlo protagonista de cualquier iniciativa del Gobierno. Así, queda como paladín decretando una ley contra la corrupción, en un acto de gobierno de calle. La alternativa es impensable, la única que permite esa molesta formalidad que es la Constitución: contentarse con una firmita a una ley dictada por la Asamblea, es decir, una firmita después de la rúbrica de Diosdado Cabello. Antes, el presidente Cabello dirigiendo el debate por ANTV y todos los noticieros, quedando como factor fundamental del buen orden de la República.

egundo, evitar precisamente que haya debate público. Toda Venezuela en vilo ante la TV, en tiempo real, cada vez que Julio Borges saque una carpeta con documentos o María Corina pida la palabra durante la discusión de la Ley de Contraloría, digamos; o esperando el nuevo insulto de los diputados chavistas a los homosexuales o a cualquier otro grupo que les venga en gana. Ese espectáculo no lo puede permitir el Gobierno. Mejor es la tranquilidad de la Sala Situacional o la consultoría jurídica de la Vicepresidencia, sin debate ni cámaras. Al final, sólo se sabrá cómo quedó el Decreto Ley.

Sobre todo, se podrán dictar las reformas de la ley de administración financiera del sector público necesarias para recontraendeudarnos con los chinos (¿qué vendrá, delegarles el cobro de la factura petrolera, o el control de las aduanas o del IVA? ¿Que el jefe del Seniat se llame Lin Biao? La enmienda Platt, versión venezolana). O para que el BCV le siga dando real a Pdvsa sin quedar tan mal, tratando que no se entere Fitch y nos salga más cara la enésima emisión de deuda. O terminar de despalillar las reservas, o flexibilizar el control de cambio. Todo, todo, entre gallos y a medianoche. Lo que sea, pues. La corrupción es paja.


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