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miércoles, 11 de junio de 2014

Ganó el fascismo en Francia

PEDRO CONDE 9 DE JUNIO 2014

Las elecciones para el Parlamento europeo el pasado 25 de mayo coronaron la extrema derecha en Europa. Un seísmo electoral se produjo en Francia, según el primer ministro Manuel Vals. Envió shockwaves por todos los vericuetos del cuerpo social francés y más allá de sus fronteras. Lo estremeció. Y le creó una imagen poco halagüeña internacionalmente. En efecto, el Frente Nacional (FN) movimiento de extrema derecha, presidido por Marine Le Pen, obtuvo 24,85% de los votos consignados. UMP, derecha moderada de los expresidentes Sarkozy y Chirac: 20,80%. El Partido Socialista (PS), en el gobierno, con François Hollande: 13,98%. Realmente catastrófico para la democracia francesa y para los lemas de la república: Liberté, fraternité, egalité.

Catapultar el FN al liderato de los partidos en Francia amenaza el multiculturalismo característico de la sociedad francesa contemporánea. Para muestra esta perlita: “A Toulon, le FN ne veut pas du parvis de la gare SNCF Nelson Mandela”, es decir, no quieren en Toulon que la explanada, el atrio, de la estación de tren se llame como el gran hombre sudafricano. El primer lugar del FN en las elecciones europeas significa una ruptura en la vida política francesa. ¿Cuáles son las responsabilidades de los partidos tradicionales en esta derrota? Después de haberlo anatematizado durante los ochenta, ¿contribuyeron los medios a banalizar el FN de 2010? ¿Sobrevivirá el UMP? Tiene los días contados.

Para muchos franceses, especialmente renombrados intelectuales, como uno que acaba de entrar en la academia, Alain Finkielkraut, Francia con el multiculturalismo ha perdido su identidad que, en estas elecciones, contribuyó sustancialmente a ese resultado electoral, lo cual significa un renacimiento del nacionalismo. Según el ex presidente Miterrand: “Nationalisme c’est la guerre”.La cuestión de la identidad ha devenido durante los últimos meses el epicentro del debate público. El ensayo de Finkielkraut: L’identité malheureuse, ha tenido una amplia repercusión, originando aquí y allá apasionadas polémicas. Para él las cuestiones “malditas” que representan la identidad nacional: la herencia, nostalgia del pasado, el amor al país, están en trance de disolución.

Otro factor relevante es el crónico desempleo que ya alcanza a 3. 349.000 desempleados, más de 10% de la fuerza de trabajo, el cual desempleo se afianza y crece de acuerdo con las cifras publicadas recientemente para el pasado mes de marzo, contrariando la promesa presidencial de “invertir la curva” al tomar la senda de la reanimación económica, cuya última expresión es el “pacte de responsabilité” con el empresariado. Pero, además, este resurgir del nacionalismo crea serias dudas acerca de la construcción de la Unión Europea, la cual, para muchos franceses y europeos en general, no ha significado una mejoría ni en su nivel ni calidad de vida. De modo que, en cierta forma, los ciudadanos, sobre todo jóvenes, tenían cierta razón para sentirse frustrados.

En esta elección las encuestas sugerían que 38% de los electores buscaban expresar su descontento con el gobierno, mostrando como principales preocupaciones, a saber: 31%, la inmigración; poder de compra: 30%; crisis de la eurozona: 27%; desempleo: 27%. Aunque los galos son pro europeos, existe el sentimiento muy esparcido de que Europa ha fallado en protegerlos contra la crisis económica y no responde a las necesidades francesas. Después de cinco años de crecimiento nulo, tanto en el gobierno de derecha de Sarkozy como en este del socialista Hollande, ha surgido una amplia decepción respecto a las habilidades de los principales partidos para relanzar el desarrollo.

Es tan recalcitrante el FN que el racismo es tal vez el corazón de su ideología. Hace apenas unos días el padre de Marine, Jean Marie Le Pen, quien continúa como presidente honorario del FN y acaba de ser reelegido al Parlamento europeo, sugirió que los “problemas” relacionados con la inmigración podrían resolverse con el virus de ébola. Y la propia Marine, a pesar de su imagen light, comparó la comunidad musulmana, de más de 5 millones solo en Francia, con la ocupación nazi.

Algunos dicen que el FN es solo un voto protesta, de rabia contra una clase política tan indiferente al diario batallar de la gran mayoría para mantener su nivel de vida, más bien lo disminuye. A causa de la alta abstención, se piensa que el FN en realidad influyó ahora en menos votantes que en la última elección presidencial. Pero se olvida que dicha abstención perjudicó a todos los partidos por igual. Es más, el FN ha logrado el apoyo de una generación que debería estar protestando contra él: los jóvenes y la clase trabajadora que significó una pérdida relevante para la izquierda, y en particular para el movimiento izquierdista de Jean-Luc Malenchon, quien comparte con Le Pen muchos de sus lineamientos en cuanto a la antiglobalización y Unión Europea.

El FN es un partido antidemocrático, como todo anticristo surgido de la desesperación colectiva, porque es excluyente, no sabe vivir en plural, no tolera la idea del pluralismo político, ideológico, se afana en vivir en singular, esto es, eliminar el multiculturalismo en esta búsqueda contemporánea de convivir libres e iguales a pesar de las diferencias. De lo que se trata es de instrumentar políticas públicas que regulen la convivencia fundamentándose en la adaptación de los recién llegados a la cultura receptora y no originar conflictos al formar un enclave regido por costumbres y leyes en contradicción con las del país de adopción.

Quizá, el aborrecido multiculturalismo en las naciones desarrolladas es consecuencia, en parte, de una corresponsabilidad de aquellas con los países del Sur, de la negligencia y corrupción de los liderazgos locales y de los menguados programas de ayuda al desarrollo. Si estos fueran más integrales y en la dimensión que exigen las necesidades, máxime en financiamiento, se evitarían las migraciones que invaden los países avanzados al buscar mejor calidad de vida. Parece que el FN, como los personajes de Dostoievski, sintió el palpitar de un extraño destino demoníaco, quiere adueñarse de Francia con el espíritu destructivo del nacionalismo, de la identidad, para acabar una cultura orgullo de la civilización, de la humanidad, cuya historia es imposible escribir sin el aporte de Francia.


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