ANTONIO MARIA DELGADO 29 de diciembre de 2014
Lo habían hecho bajar del apartamento
bajo engaño y ahora se encontraba con los ojos vendados dentro de una camioneta
que transitaba de noche por las calles de Caracas. “¿Es un secuestro?... ¿Me
van a matar?”, preguntó el asustado joven a los hombres que le habían obligado
a subir al vehículo a punta de pistola.
“Depende”, le contestó uno de ellos
“Colaboras, y nada te va a pasar”.
El relato forma parte del testimonio
escrito a mano por José Daniel Stekman Lugo, quien fue interceptado a mediados
de agosto del 2013 por cuatro hombres que luego lo torturaron para obligarlo a
confesar dónde estaban el el dinero y los autos de su tío. Pero sus agresores
no eran delincuentes comunes sino agentes de la Dirección General de
Contrainteligencia Militar de Venezuela (DGCIM).
“Este es un modus operandi muy común”,
explicó Anthony Daquín, ex asesor del Ministerio de Interior y de Justicia de
Venezuela. “Efectivos de la Dirección de Contrainteligencia Militar y del Sebin
[Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional] operan estas bandas de
secuestro y extorsión”.
Sus víctimas son los acusados por las
cortes chavistas de cometer algún delito y los secuestros son perpetrados por
los mismos agentes de los organismos, normalmente dos o tres días antes de que
sean entregados a orden de los fiscales para ser procesados.
El objetivo es sacarles a las víctimas
la mayor cantidad posible de dinero y propiedades, frecuentemente bajo tortura,
antes de que sean entregadas a la justicia chavista.
Stekman fue secuestrado durante la
gestión de Hugo Carvajal, el retirado general chavista que enfrenta al menos
seis procesos judiciales distintos en Estados Unidos por su presunta
participación en operaciones del narcotráfico, incluyendo el presunto envío de
5.6 toneladas de cocaína encontradas en México dentro de un avión DC-9 que
partió de Venezuela en el 2006.
Expertos dijeron que las operaciones de
secuestro y extorsión perpetradas por agentes de la DGCIM aumentaron durante
los ocho años en que la institución fue dirigida por Carvajal, quien además fue
incluido en la lista de sanciones del Departamento del Tesoro por apoyar a la
guerrilla colombiana en sus actividades de narcotráfico.
Stekman, quien está preso bajo cargos de
haber cometido irregularidades en la tramitación de divisas, dijo en su
testimonio haber sido sometido a repetidas golpizas por parte de sus captores,
quienes estaban interesados en que confesara dónde estaban los dólares,
vehículos y propiedades de bienes raíces de su tío, el teniente coronel
Francisco Navas Lugo, un ex gerente de la Comisión de Administración de Divisas
(Cadivi) acusado de prácticas de corrupción.
Los golpes y las patadas, propinados en
una “casa segura” mientras Stekman seguía vendado, fueron acompañados con
repetidas amenazas de muerte. “Colabora porque si no te vamos a matar”, le
gritaban, según el testimonio escrito.
En otras ocasiones amenazaban con
hacerle daño a su familia.
“Ahora te voy a joder, me voy a violar a
tu esposa para que respetes”, le dijo uno de sus agresores cuando se percató
que Stekman había logrado hacer una llamada a sus familiares con un teléfono
celular que tenía escondido.
Después los agresores esposaron a
Stekman a la baranda de una escalera, sin que pudiera pararse o sentarse.
También le metieron un trapo en la boca para mantenerlo en silencio.
Al día siguiente las golpizas
continuaron, incluyendo golpes en la cabeza con la cacha de una pistola.
Al final, cuando sus agresores se
convencieron de que no iba a hablar, lo trasladaron a otro lugar para
finalmente ser procesado judicialmente.
El caso de Stekman es similar al del
capitán retirado de la Guardia Nacional, Juan Carlos Nieto, quien también se
encuentra encarcelado en Venezuela.
Nieto, cuyo caso fue calificado de
arbitrario por un comité del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, fue
interceptado por agentes de la DGCIM en abril de este año cuando se encontraba
con su esposa e hija en el centro comercial Plaza Las Américas de Caracas.
Pero en vez de ser entregado a las
autoridades para su procesamiento, bajo los cargos que posteriormente le
presentaron de que estaba vinculado con un presunto complot contra el régimen
de Nicolás Maduro, los agentes lo torturaron para obligar a sus familiares a
pagar rescate.
Según el testimonio que posteriormente
brindó Nieto a las autoridades, el capitán retirado fue sometido por tres
agentes a más de 30 horas de tortura, que incluyeron brutales golpizas.
La agresión le provocó un “traumatismo
cráneo encefálico severo” entre otras graves lesiones, según se lee en un
informe médico del Hospital Militar, donde estuvo internado.
Los golpes eran acompañados por
descargas eléctricas. En otras ocasiones, le amarraron una bolsa plástica en la
cabeza, lo tumbaban al piso mientras uno de sus torturadores se le montaba
encima para ejercer presión sobre el pecho, dijo relató Nieto en el testimonio
que brindó posteriormente.
Cuando los torturadores querían
descansar, fumaban cigarrillos que luego apagaban sobre el cuerpo de la
víctima, relató el hermano del capitán retirado, Javier Nieto.
Horas después del secuestro, la esposa
del ex capitán, Betzaida, recibió una llamada en la que le decían que Juan
Carlos estaba secuestrado y que debía pagar una recompensa si lo quería volver
a ver con vida.
Del otro lado de la línea, escuchó
fuertes golpes y gemidos. Y repentinamente una voz, la de su esposo, que le
pedía a gritos que entregara el dinero que estaban exigiendo.
Posteriormente, cuando los captores
comenzaron a darse cuenta que se les agotaba el tiempo, Nieto fue entregado a
un puesto de la Guardia Nacional.
Pero estuvo a punto de morir, dijo su
hermano Javier a el Nuevo Herald.
“El [Juan Carlos] me contó ese mismo día
que logré hablar con él que si la tortura duraba dos horas más, él estaba
seguro de que se moría”, relató Javier.
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