Por Russell Gold lunes, 15 de diciembre de 2014
Desde la década del 70, Nigeria ha
provisto un suministro constante de petróleo de alta calidad a las refinerías
en América del Norte, hasta llegar a un millón de barriles diarios en 2010.
Luego, se produjo el auge de la energía
de esquisto y en julio de este año Estados Unidos dejó de importar petróleo
nigeriano.
Desplazados por la explosión de la
producción petrolera estadounidense, millones de barriles de crudo nigeriano
ahora se dirigen a India, Indonesia y China. No obstante, los productores de
Medio Oriente compiten por los mismos compradores. Esto ha sentado las bases
para una batalla por participación de mercado que podría reconfigurar la
Organización de Países Exportadores de Petróleo y revolucionar el mercado
global de petróleo.
Los precios del crudo cayeron el viernes
a su nivel más bajo en cinco años después de que la Agencia Internacional de
Energía (AIE) recortó su pronóstico de demanda global por quinta vez en seis
meses. El mensaje que recibieron los inversionistas fue que la economía mundial
pasará apuros el próximo año, lo que precipitó un derrumbe de 315,51 puntos, o
1,8%, del Promedio Industrial Dow Jones, que cerró la jornada en 17.280,83
unidades. Se trató de la mayor caída porcentual semanal del Dow en tres años.
La AIE ha recortado desde junio en
800.000 barriles a día su previsión de demanda para 2015, al tiempo que
proyecta que la producción de EE.UU. aumente en 1,3 millones de barriles
diarios.
El descenso de los precios globales del
crudo, desde más de US$110 hasta menos de US$62 el barril el viernes, ha sido
caracterizado como una confrontación entre Arabia Saudita y EE.UU., dos de los
mayores productores del mundo. La realidad, sin embargo, es más compleja y los rebeldes
libios y los taxistas de Indonesia juegan un papel importante, junto a
emprendedores texanos y los ministros petroleros de Medio Oriente. Es un
reflejo tanto del creciente suministro de crudo como del desplome de la
demanda.
La situación no tiene visos de
revertirse. Bank of America Merrill Lynch predice que los precios del crudo en
EE.UU. pueden caer a US$50 el próximo año.
Las raíces del desplome se remontan a
2008, cerca de Cotulla, una diminuta localidad de Texas entre San Antonio y la
frontera con México. Ahí se perforó el primer yacimiento de la formación de
esquisto Eagle Ford. En ese entonces, EE.UU. extraía alrededor de 4,7 millones
de barriles de crudo diarios.
En 2009 y 2010, cuando la economía
global mostraba signos de una mejoría, la demanda repuntó y subieron los
precios, lo que ofreció un gran incentivo para encontrar nuevas fuentes. Las
empresas estadounidenses empezaron a excavar, tanto en Cotulla como en otros
lugares. “Hubo, a falta de una mejor palabra, una carrera armamentista por
crudo y encontramos un montón”, recuerda Dean Hazelcorn, un corredor de
petróleo de la firma Coquest en Dallas. En la actualidad, unas 200 plataformas
de perforación cubren el sur de Texas y EE.UU. produce 8,9 millones de barriles
al día, gracias a Eagle Ford y otros nuevos campos.
Los estadounidenses, no obstante, no
están consumiendo todo ese nuevo crudo y, debido a leyes que datan de los años
70, exportarlo es casi imposible. Por ello, las refinerías del país han
reemplazado el crudo proveniente de Nigeria, Argelia, Angola, Brasil y
prácticamente cualquier otro país productor con la excepción de Canadá, con
petróleo de Texas y Dakota del Norte.
La OPEP exportó a EE.UU. 180,6 millones
de barriles en agosto de 2008, un mes antes del primer pozo de Eagle Ford. En
septiembre de 2014, envió casi la mitad: 87 millones de barriles. La diferencia
equivale a cerca de 100 buques cisterna de crudo menos que llegan a los puertos
de EE.UU. y que se fueron a otros países.
Durante mucho tiempo, parecía que el
creciente apetito global de crudo absorbería todo ese petróleo. Para 2011, los
precios empezaron a oscilar entre US$90 y US$100 el barril y se estabilizaron
en esa banda.
Una nueva tendencia, sin embargo, tomó
por sorpresa a los observadores del mercado. Muchos analistas vaticinaron en
marzo que la demanda global de crudo crecería en 1,4 millones de barriles en
2014 para alcanzar 92,7 millones de barriles al día.
La proyección, sin embargo, resultó ser
excesivamente optimista. Vikas Dwivedi, estratega de energía de Macquarie
Research, estima que una marcada desaceleración global eliminó parte de la
demanda. Al mismo tiempo, varias monedas asiáticas se debilitaron frente al
dólar.
El costo de llenar el tanque de gasolina
en Indonesia, Tailandia, India y Malasia aumentó en los momentos en que estos
países reducían paulatinamente los subsidios al combustible. La gente empezó a
conducir menos. “La demanda cayó por un precipicio”, dice Dwivedi.
El alza del suministro y la caída de la
demanda ejercieron presión sobre los precios. Sin embargo, la violencia en Irak
mantuvo alta la cotización del crudo ante los temores de que Estado Islámico
pudiera recortar la producción del país.
Luego, dos eventos sacudieron el
mercado. A fines de junio, The Wall Street Journal informó que Washington había
autorizado la exportación de crudo por primera vez en una generación. Si bien
la medida era limitada, los precios empezaron a caer desde sus máximos de
mediados de año.
El 1 de julio, los rebeldes libios
decidieron abrir Es Sider y Ras Lanuf, dos terminales de exportación clave que
habían estado cerrados por un año, y su crudo empezó a llegar a Europa. El
petróleo nigeriano, que ya había sido desplazado de EE.UU. y Canadá, también
fue reemplazado en Europa. Nigeria empezó a exportar a China.
Los precios empezaron a ceder. A fines
de julio, el barril de crudo de EE.UU. cayó por debajo de US$100. A principios
de septiembre, la AIE subrayó la perspectiva de una “desaceleración pronunciada
en el crecimiento de la demanda”. Un mes después, los precios estaban en menos
de US$90 el barril.
Para mediados de septiembre, Petroleum
Intelligence Weekly, un boletín muy seguido por la industria, dijo que ambos
lados del Atlántico estaban “inundados de crudo”. Nigeria, sostuvo, “necesita
encontrar clientes (...) en Asia”.
Arabia Saudita, no obstante, no quería
que Nigeria forjara relaciones de largo plazo con refinerías en Asia. Para
fines de septiembre, los sauditas recortaron su precio de crudo oficial en Asia
en US$1 el barril. En una semana, Irán y Kuwait siguieron el ejemplo.
Dos semanas después, la AIE volvió a
reducir su proyección de crecimiento de la demanda en 2014 en 200.000 barriles
diarios a un aumento anual de 700.000 barriles, casi la mitad de lo que había
previsto a principios de año. La noticia produjo una caída de casi US$4 por
barril.
Para ese entonces, el mercado parecía
estar en caída libre. El precio perdió más de US$1 el barril en ocho de las 23
jornadas de octubre. La atención de los corredores se posó sobre la OPEP, que a
menudo ha estabilizado el mercado con recortes de la producción cuando los
precios caían y con incrementos cuando subían. Muchos miembros de la OPEP,
dependientes del dinero que generan del petróleo para financiar programas
sociales, se rehusaron a reducir su producción.
Arabia Saudita, el principal productor
de la OPEP, también sentía la competencia de otros países, dice Abudi Zein,
director de operaciones de la firma de investigación de mercado ClipperData.
Colombia, por ejemplo, que habitualmente ha enviado la mayor parte de su crudo
a EE.UU., está encontrando su mayor comprador este año en China, un mercado
crucial para la OPEP, indica el analista. “Para los sauditas, Asia es su
mercado de crecimiento”, explica. “Los nigerianos y colombianos están siendo
expulsados de sus mercados naturales en América del Norte. Arabia Saudita tenía
que hacer algo”.
En su reunión en Viena a fines de
noviembre, la OPEP mantuvo su producción intacta. Los precios del crudo en
EE.UU. y Europa cayeron otros US$7 el barril. El miércoles, cuando se le
consultó a Ali al-Naimi, el ministro de petróleo de Arabia Saudita, si la OPEP
recortaría pronto sus exportaciones, respondió: “¿Por qué deberíamos reducir la
producción? ¿Por qué?”.
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