Rosalía Moros de Borregales en sábado, diciembre 13, 2014
@RosaliaMorosB
Dedicado a mi amigo José Manuel Pardo
Me escribe nuevamente un querido amigo,
asiduo del camino de Santiago de Compostella. Mas o menos cada dos días nos
narra su caminar, expresa sus percepciones, emociones y nos nutre con
interesantes datos históricos. El reporte de hoy me gusta de manera especial,
me recuerda a mi Señor Jesús en su plática con Nicodemo, un fundamento de
nuestra fe. También percibo en mi amigo una profundidad espiritual hermosa que
me llena con un sentimiento de gratitud.
Nos cuenta sobre "A cruz dos
farrapos", cuya traducción es el título de este artículo. Esta cruz de dos
metros de altura poseía una piedra ahuecada en su base y se encontraba en la
fachada norte de la catedral de Santiago, antes del pórtico de la gloria . Los
peregrinos al llegar a Santiago acudían donde se encontraba la cruz
despojándose de sus ruidas ropas, quemándolas en la base de la cruz. En su
interpretación del significado de esta cruz, mi amigo nos dice: -
"Pareciera ser parte del ritual humano de despojarse de lo malo,
despojarse del pasado para nacer de nuevo". Parecido a lo que se hacía y
continua haciéndose en Finisterre donde los caminantes queman la ropa y el
calzado de la peregrinación frente a donde muere el sol para salir vivo de
nuevo por la mañana. ¡La resurrección, el renacimiento de un hombre nuevo!
Al leer la inspiración de mi amigo
pienso en el nuevo nacimiento del cual el Maestro le habló Nicodemo, un hombre
religioso, principal entre los judíos, quien se acercó a Jesús de noche
buscando, indagando, tratando de entender: - Rabí, sabemos que has venido de
Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no
está Dios con él. (S.Juan 3:2 RVR1960). Pero Jesús no le habla a Nicodemo de
las señales que hacía, tampoco le da una respuesta concreta, si no que le habla
de nacer de nuevo: - De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
nuevo, no puede ver el reino de Dios. A
lo que Nicodemo le responde: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede
acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Entonces Jesús le explica: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido
del Espíritu, espíritu es. (S.Juan 3:3-6 RVR1960)
Quizá después de esta afirmación
Nicodemo lograría entender que ya había nacido de la carne y que el nuevo
nacimiento se trata del espíritu. Solo los que han nacido del espíritu son
capaces de comprender las cosas de Dios. En el reporte de su camino mi amigo
continúa la historia de la cruz de los harapos, nos dice que desde hace un
tiempo la cruz está en los tejados de la catedral, donde se seguía practicando
el rito del quemado de la ropa. Hace algo más de un siglo ya no se sigue esta
tradición. Si nos colocamos cerca de la puerta santa entre las plazas Quintana
(la de muertos y la de vivos) y levantamos la vista al tejado un poco a nuestra
izquierda podemos observar la cruz dos farrapos . Pero la manera más cómoda de
visitarla es pagar una entrada para ir al museo de la catedral y subir al
tejado, donde podremos observar esta cruz azul turquesa, descolorida por los
tantos años de ver peregrinos, con la piedra manchada del hollín del humo
producto del incinerado
Nicodemo fue quien reclamó el cuerpo del
Maestro tras su muerte de cruz, para darle la clase de sepultura de acuerdo a
su honor. Lo envolvieron en ropas nuevas y lo colocaron en una tumba, a los
tres días se levantó de la muerte y la luz resplandeció en él para siempre.
Nicodemo vino a la cruz, él era un hombre entre los principales, pero supo
entonces que debía traer al pie de la cruz los harapos con que llevaba vestida
su alma. Despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo, el del espíritu.
Nacer de nuevo no requirió volver al vientre de su madre, requirió humildad
para venir ante la cruz y rendirse allí.
Vuelvo mis ojos y mi corazón al relato
de mi amigo, él dice: - "Al no tener la cruz donde quemar lo que nos pesa,
lo que molesta, lo viejo y lo derruido, podemos elaborar la imagen de ésta en
nuestras mentes y así, quemarlos en el fuego del olvido para renacer hacia la
luz y el nuevo camino, futuro de nuestras vidas". Entonces, siento que
Dios me está hablando, me está diciendo que debo quemar a los pies de la cruz
los harapos de mi alma, ese pesado fardo que me subyuga. Debo quemar en el
fuego del olvido la ofensa, las que he causado, las que me han causado; Dios
las echa en lo más profundo de la mar. Al venir a la cruz mis harapos son
quemados por el fuego de Su Amor, sus ojos me miran tiernamente, sus brazos me
envuelven, la luz de Su rostro ilumina mis tinieblas, soy vestida con ropas
nuevas. ¡He nacido de nuevo!
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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