Por Tamara Suju,
22/12/2014
Exilada Política
Venezolana
Escribir en esta época,
donde nuestro espíritu quiere sentir un poco de regocijo y paz, sobre derechos
humanos en nuestro país, es muy difícil. Pensé al principio hacer una
evaluación de lo que ha sido este año en esta materia, y comencé dos líneas,
pero no pude avanzar, por más que traté de no ser repetitiva y ser
conciliadora, siguiendo el tono de la Navidad.
Así que decidí escribir
sobre lo que añoro de esta época, allá, en mi querido país, del cual me alejé
como todos deben saber. Retrocedí en el tiempo recordando las patinatas en la
madrugada. A mí me llevaban a Los Próceres, a las 2 am, y cuánta gente, cuánto
no rodé por esa gran avenida dándole la vuelta, con mis hermanos y primos.
Caracas se llenaba de patinadores nocturnos y no había temor de ser asaltado o
atracado.
También asistía a la
misa de Gallo, el 24 de diciembre a las 12 de la noche, en la iglesia de Las
Mercedes o en la de Bello Monte y me encantaban los villancicos. Sentía uno que
la alegría de esos días se le metía en el cuerpo, no se sí por la ilusión de
ser niño o adolescente, o porque realmente eran tiempos tranquilos, donde no
existía el sobresalto y angustia del día a día que viven todos los venezolanos.
Hoy en día no creo que quede una iglesia en todo el país en la que a algún
sacerdote se le ocurra hacer una misa de Gallo el 24 a las 12 de la noche, sin
temor de ser asaltados dentro o fuera de la iglesia.
En aquella época
disfrutaba mucho el momento de escoger el pino de Navidad, o alguno que otro
adorno nuevo para colocarle. Recuerdo que a veces había que apretarse el
cinturón en esa fecha, y una vez, fuimos por una rama de árbol grande, a la que
le echamos jabón blanco licuado, y ahí estaba en el medio de nuestra sala, un
gran árbol nevado, lleno de luces y adornos. Nunca faltó el nacimiento que mi
mamá poco a poco fue adquiriendo por piezas, y que armábamos al pie del árbol,
esperando ansiosos colocarle al niño Dios el 24 a la media noche, al llegar de
misa y de cenar en casa de los abuelos. El cielo de Caracas se iluminaba de
fuegos artificiales, y lo más peligroso que podía ocurrir en horas de la
madrugada era conseguirse con algún chofer pasado de copas.
Recuerdo la tradición
de haber asistido al Ballet del Cascanueces, escuchar las canciones de Navidad
de las Voces Blancas, y con un cariño muy especial, recuerdo haberme postrado
frente al televisor, para esperar al “Angelito más pequeño”, programa que transmitían
tradicionalmente RCTV y cuya protagonista era Rena, la hija de Renny Ottolina.
Los Tucusitos y su “Fuego al cañón”, el “Ven a mi casa esta Navidad” y los
amaneceres gaiteros cuando ya estaba en los últimos años de bachillerato,
copaban mis días decembrinos, que disfruté al máximo, sin temores, sin
sobresaltos. Era otra Venezuela, donde todos vivíamos bajo el mismo cielo, sin
odios, sin la discriminación ni la división social que hoy nos embarga.
Lo que más resiento
ahora de todo lo que se está viviendo en Venezuela, es que mis hijos no hayan
conocido el país en el que yo crecí, ese que llevo en los tuétanos, porque mi
generación y las generaciones anteriores, aprendimos a amar a Venezuela. Ellos
no tienen otro recuerdo que no sea la confrontación política y social que se
vive actualmente. El secuestro de su padre, la persecución constante de su
madre, los asaltos de los que hemos sido víctimas y la angustia de no poder
hacer una vida normal, propia de su edad, por miedo al hampa y a la inseguridad.
Su generación ha sufrido lamentablemente, los peores años de la Venezuela
Republicana. Cuanto me hubiera gustado que crecieran disfrutando a su país, sus
costumbres y tradiciones, y cuando tuvieran mi edad, la recordaran como yo la
recuerdo hoy.
Sólo deseo que estas
nuevas generaciones, las que están demostrándonos valentía y constancia en la
lucha por un mejor país, las que quieren vivir en libertad y democracia, tengan
muy pronto una mejor Venezuela. Y el día de mañana, puedan llevar a sus hijos a
patinar, a la misa de Gallo y a disfrutar la Navidad en las calles, con armonía
y en unión familiar. Al niño Jesús le pido que les brinde a los venezolanos una
nueva oportunidad para construir una Venezuela de igualdad de oportunidades, de
progreso, de respeto, de paz social y libertad.
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